Se detiene frente a la florería de mi familia, como todas las mañanas. Observo como su rostro se llena de admiración en cuanto nota las flores y sus colores para luego acercarse a oler su dulce y agradable fragancia.
Su perfume me es dulce y me recuerda a ellas.
Me invade el deseo de querer ser esa rosa y poder estar cerca de ella no se me pasa desapercibido.
Si tan solo pudiera hablarle, decirle una vez más lo que siento por ella, que desde el primer momento que la vi fue un flechazo directo al corazón.
Cuando aparecen mi línea de visión no hay poder humano que pueda hacer que yo aparte la vista de ella.
Hago mi mayor intento de acercarme pero la veo marcharse en dirección a la parada del autobús y subirse en el. Demasiado tarde. La decepción se abre paso desde mi interior. Sigo el autobús con la mirada imaginando en que asiento se ha sentado. Hasta que se pierde en la distancia.
Me quedo parado junto a la caja registradora con el trapo en mis manos con un agarre de muerte. La tenía en frente y no pude decirle “Hola”.
¡Soy tan cobarde!
Pero…
Ella es tan hermosa. No del tipo de chica hermosa que abundan en el mundo, esas que saben que son hermosas y no dudan en hacerse notar, ya sea con la ropa o el maquillaje. Ella es hermosa de una manera natural y sencilla. Eso fue lo que me enamoró. Su mayor encanto es esa sonrisa dulce que ilumina su rostro.
¡A este paso me voy a volver loco! Tanto es mi amor que me conformo con mirarla a la distancia y el simple hecho de saber que está bien me es suficiente.
Me ha olvidado…
No sabe que alguna vez existí en su vida. Simplemente me borró de sus recuerdos. No fueron sus padres ni mucho menos sus mentiras las que nos separaron, sino aquel maldito accidente. El doctor dijo que posiblemente había estado en estrés antes de lo ocurrido y que su memoria reprimió ciertos recuerdos y que iba a tomar tiempo para que se recuperase.
De eso han pasado tres años, ya.
Tres años en los que me he tenido que quedar en la distancia esperando el momento en que al fin me recuerde.
A su familia no le importó, eso les vino como anillo al dedo el olvidarme representó para ellos un problema menos. Nunca estuvieron de acuerdo con lo nuestro. Abro la libreta que desde hace unos meses he usado como mi único desahogo, en el escribo para pasar el tiempo, para recordarla y para plasmar todo lo que ella significa en mi vida. Es un recordatorio de que no he enloquecido y que todo ha sido real y no un sueño producido por este inmenso amor.
25 Junio.
La he visto, se veía tan hermosa con esa sonrisa de oreja a oreja que no hacía más que iluminar los lugares oscuros de mi interior. Me enamoré como un idiota, como si no existiera un mañana. De la manera que hoy ya nadie ama, de verdad y sin barreras. Con ella desnudé mi alma mientras le entregaba mi corazón por completo y dispuesto a que lo cuidara o lo destrozara, con cualquiera de los dos sería completamente feliz… si era a su lado.
Para mí, como ella no hay otra. Es única y perfecta como la imperfección misma. No puedes amar alguien sin aceptar sus defectos, al conocerla tal cual solo la hizo más hermosa ante mis ojos.
¡Sólo un loco como yo podría entender que la vida está llena de imperfecciones y eso es precisamente lo más hermoso y natural de la vida!
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Ya ha pasado un mes y la rutina continúa, ella saliendo de su casa viéndose radiante, pero esta vez es diferente ¿En qué sentido? no lo sé.
Su respiración es agitada y sus mejillas están rojas. La alarma en mi interior se enciende ¿Qué pasará? Quiero correr a su encuentro pero no quiero asustarla. La desesperación me invade y trato de no hacer una tontería. Mirarla ahí parada con su rostro oculto por las cortinas de su pelo, me desespera ¡Necesito saber que le pasa! Es entonces que su cara se alza y sus ojos dan de lleno con los míos. Siento como si me faltara el aire y una chispa me recorriera el cuerpo.
Siento como si hubiera estado dormido y hoy en su mirada acabara de despertar. Sus ojos azules, conocedores y llenos de vida me observan y me recorren.
Hay algo más… Me reconoce.
Bajo la mirada y es ahí que todas las piezas encajan. Noto las cartas en sus manos, esas cartas que le escribí todos los días y que estoy seguro que nunca llegaron a sus manos… hasta ahora. Lo sé porque podría reconocer esos sobres en la distancia, yo los fabriqué.
Una enorme dicha me invade.
Me sonríe y en ese gesto siento como si me dieran el agua que tanto había estado pidiendo. Está llorando. Camino unos pasos en su dirección pero es ella la que acorta la distancia, corre hacía mi y se lanza a mis brazos. La atrapo torpemente.
Digo lo primero en mi mente.
-¿Quieres una rosa, hermosa princesa? -Mi voz suena entrecortada y ronca. Me siento nervioso, las manos me tiemblan y la voz también “¡cómo pude decir eso!” me reprendo, pero en un intento de aligerar la situación tomo una de las rosas de los jarrones. Me alejo. Solo para arrodillarme ante ella y alzo la rosa y es ahí que noto que mis manos están temblando.
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Editado: 07.06.2020