Después de varios meses de hablar por internet contándose múltiples anécdotas; de mirarse en las clases y sonreírse, por fin llegaba el momento para cambiar su forma de comunicación. Un pasaje de lo virtual a lo presencial.
En una plazoleta desolada, apenas caída la noche, con poca luz en sus sectores, sus árboles con hojas en crecimiento, se postraba Ruby sentada en un banco bajo una luz cálida emanada del poste. Un escenario similar a la de una telenovela o película, un lugar donde Lacer creyó que sería óptimo para conversar sin tener tantos inconvenientes.
A medida que jean iba acercándose, Myers se percató de su presencia. Debido a una intensa vergüenza, escondía un poco su cabeza con los bordes de su chaqueta. Por su parte, Jean tenía una lluvia de pensamientos, dentro de la cual buscaba una buena forma de iniciar la conversación. Segundos que parecieron horas para ambos. Sin darse cuenta, Lacer se hallaba al frente de ella opacando un poco la luz que iluminaba el banco.
- Hola Ruby. – Dijo apenas pudiendo respirar.
- Hola. – Levanto la cabeza para mirarlo por unos segundos y la agacho devuelta simulando ver sus cuadernos. – Eres un tonto. – Dijo ella, para luego soltar una risa nerviosa.
- ¿Por qué? – Preguntó Lacer, confundido por su afirmación y su risa. Con las manos en el bolsillo, se sentó en el banco a su derecha.
- Perdón. – Tras dejar de reír, giró su cabeza a la derecha para verlo. – Hola Jean. – Extendió su mano para un apretón.
- Al fin. – Sonrió y apretó su mano con delicadeza. – Me caes bien, pareces buena persona realmente. – Sus manos sudaban un poco, y se sintió incomodo por ello.
Despacio, ambos soltaron sus manos y quedaron en silencio haciendo contacto visual. Lacer quedo asombrado tras el saludo, la mano de Myers la sintió suave y delicada. Intentando no dejarse llevar por sus emociones, quiso probar lo anotado en su lista para conversar, pero era inútil, estaba en blanco y no deseaba sacar el papel en ese momento. Sin embargo, ella rompió la tensión del silencio.
- Quiero aclarar que soy bisexual. – Tras soltar el comentario, se levantó del banco y lo miró a Jean como desafiándole.
- Ah, que interesante. – Fue tan inesperado que no hubo reacción alguna. – ¿Y eso que tiene?
- Y significa que puedes tratarme como un chico, ya que a mí también me gustan las chicas. – Dijo con una sonrisa, expresando su orgullo.
- ¿Estas segura? – También desafiándola, se paró y le sonrió. Poco a poco, sin darse cuenta, ambos comenzaban a perder su miedo y timidez.
- Estoy muy segura de ello. – Impulsivamente, dio una vuelta para alejarse de Jean.
- Bueno, está bien. – Intentaba acercarse a ella para continuar charlando. - ¿A dónde vamos?
- No lo sé, ¿vamos a caminar por las orillas del pueblo? – Volvió al banco a tomar sus cosas, y se marchó en dirección a una calle que llevaba a los baldíos. Myers intentaba disimular seriedad, pero en el fondo no podía evitar una sonrisa nerviosa.
- ¡Espérame! – Tal cual, como una mascota, trataba de alcanzarla. - ¿Me estas evitando? Siento que quieres darme solo la espalda.
- No te evito, solo que te acabo de conocer y se me hace incomodo.
La confianza pareció desvanecerse luego de un shock de pensamientos en ambos jóvenes. ¿Y si le gusto?, pensó precipitadamente Jean. De inmediato, descarto la idea porque ella tenía novio. Para no alargar el silencio y aguardando ahora más confianza que Myers, llevo el ritmo de la conversación mientras tomaban un camino que los llevaría al río.
Como era de noche, el lugar estaba muy oscuro. El municipio tenía descuidada la zona, sin luz, ni personal que lo cuidara. Ninguna otra persona transitaba más que ellos. Un silencio tranquilizante abundaba.
- ¿Cuál es tu color favorito? – Preguntó Myers mirándolo a los ojos mientras caminaban.
- Pues, déjame pensarlo. -Se toco la barbilla mientras tomaba una decisión. – Para mí, sería el azul. ¿Y el tuyo?
- ¿Enserio? – Se tomo con ambas manos la boca por la sorpresa. – Es imposible, porque el color azul me pertenece. Deja de robarme mis gustos, chico. – Tras una leve sonrisa, lo empujó con su mano jugando un poco.
- Jamás, ese es mi color desde que soy un niño. – Devolvió el empujón entre risas. – Eres muy divertida Ruby.
- Ni que lo digas, yo soy fabulosa. – Por unos instantes, ella se sonrojó.
- ¿Estas bien? Te veo un poco rosa.
- No me lo digas, deben ser las alergias de la época. – Ella mintió, buscó encubrir un sentimiento que nacía. Era la primera vez que le sucedía algo así. La mentira de la alergia funcionaba muy bien, ya que, en cierta parte, era cierto.
- ¿Y a ti porque te gusta el azul? – Preguntó Jean.
- Porque hace tiempo solía tener el pelo de ese color, además, de que me recuerda en cierta parte al mar. ¿A ti por qué?
- Que lindo, me pregunto cómo te habrás visto con aquel color. – En su cabeza la imaginaba, y le parecía hermosa. – El azul me gusta por el cielo, y también porque representa la calma, la paz.
- Esta buena tu perspectiva. – Dijo ella, asombrada por una respuesta que se le hacía madura. - Oye, ¿Alguna vez te preguntaste de por qué no te envió audios?