VIVIAN NOBOA
El auto se puso en marcha y de a poco nos fuimos alejando de la ciudad en dirección al sur mientras escuchábamos la radio. Me quedé pensando por un instante a qué habrá ido Alex a mi casa hace rato, yo era quién debió haber ido a la funeraria. ¿Se preocuparía? Era probable considerando como es Alex. Observaba por el parabrisas tratando de orientarme. La niebla se volvía más espesa y casi no distinguía el camino. En la radio los medios de comunicación, incluso durante la madrugada, seguían hablando de la muerte de Ernesto soltando teorías de que estuvo involucrado en negocios ilícitos; tenían razón, pero ellos no lo sabían. La chica sentada frente a mí lucía fastidiada, tenía un lindo perfil, cabello puramente negro y unos grandes ojos amarillentos, aún no me podía creer que fuera mi prima y creo que ella tampoco lo sabe.
-¿Podrías poner algo de música? Estoy harta de esa noticia -dije sonando algo exigente.
Ella cambió a otra emisora de mala gana y comenzó una canción de La Máquina Camaleón. Me tendí en el espaldar dejándome llevar por la música que me recordaba mucho a Alex. Creo que irían con su personalidad. ¿Le gustará este tipo de música? Dejaré una nota mental para preguntárselo la próxima vez que nos veamos.
Llegamos al patio de una vulcanizadora y seguí a la chica a un cuarto pequeño situado junto a una lavandería. Al entrar percibí un fuerte olor a cigarros, los muebles de esa pequeña sala eran asientos de autobús, en la meza de centro vi unas latas vacías de cerveza y algunos calendarios de chicas en biquini pegados en la pared. No había nada fuera de lo común a lo que en verdad consideraba una vulcanizadora o el interior de ella.
-Espera aquí, iré a ver a papá.
-¿En serio es tu padre? -era una pregunta estúpida.
-Claro, sino que caso tiene llamarlo así.
Esperé en mi lugar y luego Brandon entró fumando un cigarro, sentí una extraña sensación entre nostalgia e incredulidad. Tenía el cabello corto y muchas canas en él. Lucía como mi padre incluso en la manera de caminar, solo que sin atuendos ostentosos; llevaba un buso con cuello en V, Jeans y botas negras patea traseros. Me recordaba también a Hank por su contextura física.
-Estás viejo, tío -fue lo primero que me salió y la chica hizo una mueca de disgusto.
-El tiempo no pasa en vano -tomó otra calada-. ¿Ya se presentaron? -preguntó a su hija detrás de él.
-No -dijo ella desde atrás mirándome fijamente-, Soy Camila. Mucho gusto.
-Igualmente, soy Vivian.
-Bueno -intervino su padre-, en vista de que ya se llevan bien, hablemos de algo más importante. Tomen asiento. Tú también Camila.
-¿Y yo que tengo que ver con esta niña rica? -preguntó Camila haciendo una mueca.
-Quieras o no, es tu prima, y ese es el primer punto a aclarar esta noche -puntualizó algo molesto-. Camila, mi verdadero nombre es Brandon Noboa y solía formar parte de una mafia familiar bajo ese apellido, seguramente la conoces, pero hace muchos años fingí mi muerte por problemas con mi hermano.
-Espera, espera, espera. ¿Está bien que sueltes toda la sopa de una vez? -pregunté algo perturbada-. Y creo que esto debieron hablarlo en privado antes de que llegue. Es un tema muy delicado esto del negocio familiar.
Brandon negó con la cabeza, una sonrisa torcida condescendiente asomó en su cara y sus ojos decían “No tienes idea de con quién estás tratando”.
-¿Qué tipo de problemas? -preguntó Camila.
-Seduje a su mujer.
-Que asco -le sacó el dedo medio, pero igual reía.
-Bueno, Tampoco es que me sienta orgulloso de haberlo hecho.
Al sentirme al margen de la conversación y aún sin una razón clara del por qué estoy aquí, pregunté exigente un par de cosas que me tenía guardada desde que me llamó.
-¿Para qué carajos me llamaste? Sí, estás vivo, lo sé, ¡felicidades! Pero si no tienes nada más que decir me largo.
-Yo fui quién mató a Ernesto esta tarde -bajó la mirada y me quedé boquiabierta mientras daba otra calada-. Lo hice por qué supe que está tramando algo en contra de tu padre para manchar su nombre dentro de la política, pero, si lo hace, el negocio de la mafia se vería afectado.
Era algo tan repentino que no sabía si creerle o no, pero por su expresión creo que no debía cuestionar o tomar a la ligera sus afirmaciones. Tenía esa misma aura peligrosa de mi padre, incluso peor.
-No lo tomes a mal, pero no puedo creerte sin pruebas. Además de que prácticamente somos completos desconocidos. ¿Qué has hecho estos últimos años?
-Seguí trabajando en un rincón apartado de la mafia del que nadie sabe, pero igual de importante. Además de estar aquí en esta vulcanizadora.
Lo primero que se me vino a la mente fue una referencia a Naruto: cuando Itachi asesinó a su Clan y aún trabajaba desde las sombras en beneficio de la aldea. Me dieron ganas de ver nuevamente esa serie; sacudí la cabeza concentrándome en la vida real.
Él sacó un celular y me mostró unas fotografías, eran tomadas desde lejos hacia la ventana de la oficina de mi padre quien guardaba un montón dinero de lavado en costales. Luego siguieron imágenes de uno de sus empleados subiéndolos a un auto como si fuera ropa sucia. ¿Como haces eso a plena luz del día en tu oficina? Al menos debió cerrar las cortinas.
-Este es el celular de Ernesto Moya, tenía pruebas contundentes para que encierren a Juan, además de estas fotografías. La ley es corrupta y no serviría de mucho darle esto a la policía, así que pensaba recurrir a los medios de comunicación.
-¿Por qué haría eso?
-Quería darle la espalda a tu padre y la familia, dejándolo en la ruina y tomando poder sobre la mafia.
Recordé la discusión del otro día. Creí que habían aclarado sus problemas y el único inconveniente era Alex.
-Pero con su muerte, ¿Ya no resolviste el problema?
-Sí, pero aún hay riesgo de que tenga un posible respaldo en su computadora. Así que necesito que la traigas. Perdón que te lo exija tan repentinamente, pero, al tratarse de tu padre, asumo qué harías cualquier cosa. Mientras que su hijo… no sé qué tan involucrado está en los negocios y la afinidad de su padre. Aun así, creo que sería una buena idea silenciarlo. Sería un estorbo más para los planes de la mafia si se llega a enterar.
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Editado: 31.05.2022