ALEX MOYA
Conduje hacia la ciudad y entramos a un restaurante vegetariano, era nuestra única opción ya que buscábamos un lugar donde no hubiera nadie, además de que nos permitieran conectar la computadora y darnos acceso a internet. Los empleados del restaurante eran muy agradables y tenían aproximadamente veinte años, nos contaron que el negocio es nuevo y que si podríamos ayudarlo compartiéndolo en redes sociales. Les dijimos que sí, pero que lo haríamos después, además de ofrecerles una buena propina.
Vivian fue al baño mientras la computadora se encendía, cuando al fin apareció algo en pantalla estaba que me jalaba de los pelos y di un suspiro de frustración, pedía una clave de cuatro dígitos; claro, esto no podría ser tan fácil. La cara de Vivian era un poema de preocupación.
-Creo que tenemos problemas -dijo nerviosa-. Me acaba de llamar Brandon.
-¿Qué dijo? -también me preocupé.
-No contesté, desvié la llamada y lo puse en modo avión, pero de todas maneras estoy preocupada.
-Creo que haré lo mismo.
Ella se sentó y preguntó: -¿Cómo vas con eso?
-Necesito una clave de cuatro dígitos, estoy pensando.
-Intenta con “ALEX”.
Lo hice y no funcionó. Creo que era imposible.
-¿El nombre de tu madre?
-Tiene más de 4 dígitos. Pensémoslo bien, sino se bloqueará.
Pensamos en varias opciones mientras esperábamos por nuestra comida las cuales íbamos escribiendo sobre una servilleta: “EAML” que eran las iniciales de mi padre, “1977” su año de nacimiento o “ERNE” de Ernesto, aunque cada que escogíamos una parecía menos probable. Debo reconocer que éramos malos para esto. Una especie de guatita llegó a nuestra mesa, obviamente no tenía carne, pero se asemejaba mucho y estaba realmente buena con una ensalada de berenjenas, lechuga, arroz sazonado con hierba buena y otras especias que no pude identificar. ¡Tenemos que recomendar este lugar si o si!
-Tengo una idea, pero no sé si funcione -dijo Vivian-. Intenta con JUAN.
-¿Tú crees?
-Puede ser, creo que lo apreciaba más que a su propia familia, sin ofender -dijo intentando ser sensible y yo me reí.
Tras intentarlo la computadora encendió, nos emocionamos y nos apuramos comiendo.
-¿Se les ofrece algo más? -preguntó la camarera acercándose.
-Con eso estamos bien, gracias -dije alegremente.
-¡Estuvo riquísimo! -dijo Vivian-. ¿Puedo ver nuevamente la carta del menú? Aún tengo hambre.
-¡Claro! -dijo la chica entregándoselo-. Me avisan cuando decidan.
Vivian no tardó en escoger unos bocaditos de aguacate que le llamaron la atención, mientras que yo seguía indagando en varias pestañas que estaban abiertas, al parecer estaba enlazada a la computadora del padre de Vivian y yo trataba de entender de qué se trataba. Era un documento tras otro y luego vi las fotografías de las que Vivian me había contado: su padre con dinero de lavado y alguien que lo subía a un auto.
-Vivian, ¿esas son las fotos?
-Si, ¿Qué más encontraste?
-Según comprendo, esas fotos son de hace dos meses, pero tanto tu padre como el mío tiene acceso a ellas. No concuerda con lo que me dijiste de Brandon de una posible conspiración contra él.
Ella pensó un momento. -Entonces tenías razón, ahora es más obvio que antes, Brandon solo me utilizó para que le llevara la computadora, debe haber algo escondido aquí. Sigue buscando.
Una mueca de disgusto asomó en su cara, Vivian estaba furiosa al sentir como la usaron a base de mentiras. Se pegó más a mí ayudándome a buscar algo entre las carpetas mientras comíamos bocaditos de aguacate. Abrí una carpeta que decía “Inversiones” y se desplegaron más carpetas que decían: Rutas narcotráfico, Drones cárceles, Fabricas LATAM, Casas de seguridad, Militar, Policial, Gubernamental, Exportación Droga, Trafico Armamento… eran muchas cosas. Nos quedamos en silencio, acabábamos de abrir algo sumamente delicado y a Vivian se le cayó un tenedor cuando abrí la carpeta de “Drones cárceles” que contenía varios enlaces y documentos en PDF, uno de ellos mostraba cada punto estratégico, fechas, encargados, horarios más propicios que se actualizaban diariamente y los contactos de la persona dentro de las prisiones, ambos nos sobresaltamos al ver que la camarera estaba al otro lado de la mesa.
-¿Están bien, chicos?
-Nos ayudas con un vaso con agua.
-Claro.
Cuando la chica se marchó Vivian dijo despacio, pero exigente: -¡Busca en casas de Seguridad!
Encontramos veinte casas de seguridad situadas en distintos puntos de Ecuador, Colombia y Perú. En los detalles de cada una había: las rutas de ingreso; un historial, es decir, a quién perteneció o cuando la construyeron; y el nivel de seguridad valorado con estrellas del uno al cinco.
El más cercano era uno situado entre las provincias de Imbabura y Pichincha valorado con tres estrellas. Construido por Vinicio Noboa en la década de los ochenta. Albergó a un expresidente durante una temporada por casos de corrupción y la única manera de llegar allá es en helicóptero o en autos todo terreno. La casa está bajo el cuidado de un campesino de la zona y el permiso para poder ingresar allá está bajo la responsabilidad de Juan Noboa.
-Descartado -dijo Vivian al terminar de leer-. Seguramente mi padre nos querrá muertos si se entera que tenemos acceso a esto, además de que preferiría un lugar fuera del radar de estas personas.
-Nos llevará tiempo verificar hasta qué lugares ellos tienen alcance; pero por lo que se ve, tienen ojos y oídos en todos lados, y esta apenas es la segunda carpeta que abrimos.
Ella bebió de su vaso de agua y se recostó sobre la mesa con la cabeza enterrada entre los brazos.
-Necesito algo para el dolor de cabeza. Ahora no puedo pensar claramente.
-Ve a dar un paseo y pide algo en la farmacia -sugerí-. Hay tiempo todavía, mientras tanto seguiré investigando. Tener esto es una ventaja, pero aún necesito saber tu idea para escapar y ver como la complementamos.
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Editado: 31.05.2022