LEO PADILLA
A veces siento que las mentiras le dan algo de dulzura a la verdad que en ocasiones pueden ser oscuras o amargas, pero en esta situación las mentiras son el camino a cosas más grandes. Estar involucrado en el negocio de la mafia era opcional dentro de la familia Padilla, aunque ya ni si quiera nos conocen por ese apellido. En el pasado solíamos ser la única mafia de la capital, hasta que un tal Vinicio Noboa apareció haciéndose esposa de una mujer rica, y con un conocimiento previo del bajo mundo a través de su infancia y juventud. Le resultaba fácil endulzar las orejas a todo el mundo y así llegó a la política siendo todo un mafioso camuflado bajo una presencia inocente. Su aparición fue el declive de los Padilla que no pudieron volver a tomar ventaja sobre los Noboa ya que jamás se nos ocurrió jugárnosla por ser figuras públicas, ellos siempre estaban un paso delante de nosotros.
Como ya mencioné antes, para nosotros era opcional seguir el legado familiar. La persona que quiera asumir un cargo alto o importante debía ganarse el puesto por méritos comenzando desde abajo. A mis 25 años soy de las primeras opciones para continuar con el legado, sin embargo, los más experimentados dicen que quién encuentre un punto débil dentro de la familia Noboa ascenderá enseguida. Era una propuesta tentadora, pero el método casi improbable.
Mi hermano gemelo reside en Cayambe, quiso distanciarse de la mafia y optar por sus estudios en medicina. Lo visitaba de vez en cuando ya que mi roll, por el momento, está en el lavado de dinero en distintos puntos de las provincias de Pichincha e Imbabura. El día de ayer fue mera casualidad que el chofer del taxi, quién me había hecho favores y encargos antes, atropellara a una chica que salió de la nada. Él estaba asustado porque creyó que la había matado, incluso yo me angustié ya que aparte de matar a una persona llevábamos dinero de lavado a plena luz del día.
Mientras bajaba del taxi para revisar si el cuerpo de la chica estaba con vida, vi a Vivian huir corriendo con el rostro ensangrentado. Era un rostro que nunca olvidaré. La conocí cuando finalizaba mi roll dentro del sicariato. En esos días alguien me había dicho que una chica de la red de los Noboa necesitaba una motocicleta porque la suya estaba en reparación. Me ofrecí a prestarla y, en un intento de sabotaje a su trabajo, le di una moto dañada. Sin embargo, de alguna manera ella sobrevivió, pero recibí una buena paliza de su parte. Investigué un poco más de ella descubriendo que era hija directa de Juan Noboa y que incluso vivía en su casa, sabía que ese era un camino poco claro para encontrar una debilidad en su familia. Pero, para mi mala suerte, Vivian nunca más volvió a solicitar asesoría o colaboración en ese tipo de trabajos a los sicarios del bajo mundo. Me resigné a no poder abrir esa brecha.
Los signos vitales de la chica en el suelo eran débiles, pero estables. Revisé un Beatle negro que estaba ahí y encontré su celular junto a la palanca y lo tomé. No lo pensé dos veces y la llevé de emergencia al hospital donde trabaja mi hermano. Mientras esperaba a que ella despierte, desbloqueé el celular con su huella dactilar y fui a terminar el trabajo de traslado de dinero en el mismo taxi. Revisaba la conversación con “Papá Brandon” y, mientras más indagaba en ese celular, más claro era el panorama de que se trataba del difunto hermano de Juan Noboa, o al menos así lo entendí. Era una noticia de bastante cuidado ya que ese hombre fue quién más arruinó nuestro negocio. Lo creíamos muerto y ese era un alivio, pero al ver que sigue con vida, supuse que él era el causante del poco progreso que hemos tenido en estos últimos años.
La muerte de Ernesto Moya en los días pasados era una buena noticia para nosotros, pero algo sorprendente fue el asesinato de Juan Noboa a manos de su propia hija. Esa familia y el negocio se estaba cayendo a pedazos. Solo hacía falta un ligero empujón para que todo acabe. Así, nuevamente seríamos la mafia más poderosa de la capital ecuatoriana y yo tenía el poder para hacerlo.
Hice un par de llamadas para que rastreen el número de Brandon Noboa y lo liquiden de una buena vez. Él había enviado unos cuantos mensajes a Camila diciéndole que la situación se acomodó a su favor para que ella sea la próxima sucesora del legado de los Noboa. Analicé el panorama que tenía en frente y la deduje a dos opciones, la primera y más fácil era matar a Camila antes de que despierte, así todo se acabaría para ellos; la segunda era acercarme a ella sigilosamente aprovechando su estado y, cuando esté a cargo de los bienes de la mafia Noboa, hacer uso de ellos a favor de la mía. Era un plan macabro que significaba seducirla, lo cual sería más como un bono extra considerando su particular belleza. Sin embargo, cuando despertó, me sorprendió ver que su actitud era más ruda y soberbia que la de Vivian, lo cual llamó aún más mi interés. No sería una chica fácil, para nada, y para acercarme a ella preparé una gran historia, con antecedentes no tan separados de la realidad. Mi plan infalible para crear la mejor mafia que pude haber imaginado y enterrar finalmente a los Noboa.
Al ver que se desmayó después de ir a desayunar, pensé bien mi siguiente jugada. Ella no me quería cerca, no le agradaba y las posibilidades de llegar a gustarle eran muy escasas. No era una chica normal. Pensé en llevarla a mi casa y tenerla ahí hasta llegar a una comunicación más amena, pero supe que tenía que tenía que buscar otra alternativa.
-Me iré a Quito en su auto -le dije a mi hermano al llegar con ella en mis brazos y sentarla en un mueble-. Si yo no la llevo, ella no querrá ir conmigo.
-Leo, ¿Qué carajos estás tramando con esa pobre chica?
-Esa pobre chica es nuestro pase al éxito dentro de las mafias.
-Creí que estabas enamorado de ella, no parabas de decir estupideces en el hospital.
-Te explicaré la situación algún día, por ahora, ábreme el garaje que iré conduciendo su Beatle.
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Editado: 31.05.2022