VIVIAN NOBOA - SARAH
Han pasado dos semanas desde que emprendimos este viaje sin retorno, los días transcurrieron despacio en un ambiente algo tenso bajo una nueva identidad. En ocasiones me preocupaba la falta de dinero. Haber salido de una forma tan repentina sin preparativos, era signo de que nos esperaba un futuro incierto en Colombia. Los primeros días fueron todo un suplicio para Alex, aún no asimilaba todas las cosas que pasamos y no podía hablar conmigo de una manera abierta, como si en verdad estuviera asustado de mí. Tras dejar el hotel, comenzamos a vivir en el auto conduciendo en dirección al centro del país marcando un trayecto hasta Cartagena.
Cuando estábamos cerca a Bogotá decidimos hacer un truque entre el Vitara por uno más amplio asumiendo que tendríamos que vivir ahí hasta poder instalarnos en algún sitio. No tuvimos demasiado éxito en una feria de autos donde solo había algunos mucho más caros, igual de estrechos o con fallas mecánicas. Mientras volvíamos a la vía principal, vi una Combi parqueada a las afueras de un mercado, me acerqué pensando que sería un sueño tener ese auto en esta situación, además que me trajo nostalgia de mi Snorlax al considerarlo bastante pintoresco y de un similar color azul. Me puse detrás de él y vi a una pareja de hippies sentados en la cajuela comiendo frutas. Alex estaba dormido en la parte de atrás envuelto en una cobija, así que fui conversar con ellos, había pasado mucho tiempo desde que hablé con alguien que no fuera Alex.
-¡Qué tal! -me saludó la chica de cabello corto ofreciéndome una naranja. Reconocí su acento argentino-. ¿De dónde sos?
-Hola. Vengo de Ecuador, ¿Y ustedes?
-Estamos en dirección a Argentina, completamos nuestra ruta en Latinoamérica hasta México.
-Eso es genial -me asombré emocionada y comencé a pelar mi naranja.
-¿Ustedes también viajan? -preguntó el chico lleno de rastas-. Tu amigo en el auto ya despertó
-Si, nuestro destino es Cartagena -volteé a Alex y lo llamé con la mano-. Por cierto, me llamo Sarah y el chico de allá es Arthur.
-Me llamo Claudia, pero podés llamarme Clau, y él es Jorge.
-Hola -saludó Alex con una media sonrisa y el cabello revuelto-. Linda Combi.
-Gracias, nos fue muy útil desde que la compramos en Chile. Antes íbamos en un pequeño Mini Austin, ¿Los conocen?
-¡Por Dios, yo tenía uno igual! Lo llamaba Snorlax por su peculiar color -solté emocionada-, casi del mismo tono de su Combi.
-Es casi medio día, ¿les gustaría ir a almorzar con nosotros? -preguntó Clau-. Conozco un lugar donde preparan unos asados divinos.
Alex asintió indiferente levantando los hombros, mientras que yo estaba más que contenta, intuía que hablar con Jorge y Clau nos haría bien a ambos. Además de que quería proponerles cambiar de autos; ellos están de regreso, imagino que no les costará nada hacernos ese favor. Nos dirigimos a nuestros respectivos autos y ellos dijeron que los sigamos. Conduje a través de calles desconocidas en un trayecto de subida, había mucha gente y un tráfico horrible, pero me gustaba hacer algo distinto a manejar solo en carretera atravesando ciudades, ignorándolas en nuestro camino.
-Estoy de acuerdo -dijo Alex con una expresión feliz como si me leyera el pensamiento-, a mí también me gustó esa Combi.
Llegamos a un restaurante bastante modesto que tenía una parrilla en la entrada y un par de mesas con manteles rojos en su interior.
-¿Cómo es que conocen este lugar? -pregunté a Jorge-. Está muy escondido dentro de la ciudad.
-Mientras viajamos, nos quedamos varios días en cualquier ciudad para conocerla y hacer turismo. No tenemos prisa para ir de un lugar a otro. La última vez que pasamos por Bogotá nos quedamos cerca a un mes y no la pudimos conocer del todo.
-Por cierto -dijo Clau-. ¿Cuál es el motivo de su viaje? ¿Qué hay en Cartagena?
-Fui una vez con la familia de mi madre cuando era pequeña, desde ahí mi sueño siempre ha sido vivir cerca del Caribe.
Ellos voltearon a ver a Alex esperando una respuesta.
-Estoy con ella, si sus planes son esos, la apoyaré.
-Pero que clase de respuesta es esa, ¡boludo! -intervino Jorge-. Hablas como si te trajera por obligación. Deberías tratar de disfrutar más el viaje, es una experiencia única y solo te sentís un estorbo.
Hice una mueca al escuchar eso, pero él tenía razón. Desde que salimos de Ecuador, Alex se ha portado así conmigo, como si de un momento a otro decidiera irse o no tuviera más opción que seguirme por compromiso. He tratado de hablar con él, ayudarlo a buscar una aspiración, una meta conmigo o, en el más triste de los casos, sin mí; pero siempre evade todo con una sonrisa. Afirmando estar feliz de que basta con que cumpla mis objetivos.
Clau jaló la oreja a Jorge y luego dijo:
-Disculpa a Jorge, por favor. El hambre lo pone a hablar estupideces.
-Descuida -respondió Alex con un semblante deprimente-, pero creo que tiene razón. No encuentro un propósito claro para estar aquí ni en ningún lado. Tampoco quiero que me malentiendan, quiero a Vi… quiero mucho a Sarah.
-Empieza por alcanzar tus sueños. ¿Qué es lo que te hace feliz?
-No he pensado en eso -respondió despacio-, supongo que leer.
-Pues compra un libro y lee, o mejor aún, escribe uno.
-Nunca he escrito uno antes -sus ojos se iluminaron, pero bajó la mirada-, no sé si pueda.
-Por algo se empieza, Arthur. Solo escribe algo de lo que sepas y pon todo tu corazón en él. No es difícil si tienes la voluntad de hacerlo.
-¿Cómo sabes este tipo de cosas?
-Antes de viajar, solía trabajar con una editorial escribiendo e ilustrando libros infantiles. Conocí a varios novelistas. Y en mis planes también está escribir un libro sobre nuestra aventura recorriendo Latinoamérica.
Durante el resto de la tarde fuimos a visitar un parque, me quedé con Clau en la Combi mientras los chicos salieron a conversar. Ella me indicó un cuaderno lleno de bocetos; su estilo estaba inspirado en las caricaturas Cartoon, y tenía planeado un conjunto de historias de aventura con seres mitológicos. Mientras que yo le indiqué mi perfil de Instagram donde posteaba todos mis dibujos con un estilo más de anime japonés.
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Editado: 31.05.2022