Parecemos Tontos

Diario de Paul XIX: Proposiciones

Delia se había estado haciendo la lista durante toda la mañana del viernes. Le comente si al final haría esa fiesta en su casa y me dijo, sonriendo todo el rato, que qué me parecía empezar por una cena sólo de amigos esa misma noche. Y así, con la opinión de todos, se pensaría si hacer una fiesta el sábado. Yo le dije que me parecía perfecto y que Dean y Joanne seguro estaban encantados de ir. Ella asintió feliz y me dijo que estaba esperándolo ansiosa, antes de darme un beso en la mejilla desmoronando mi mundo interior en menos de cuatro segundos.

*

Coloqué algunos de los libros que había traído de Escocia sobre la estantería que tengo encima de la cama, donde coloqué mis cedés el primer día. Entre los libros estaba el de la naranja mecánica. Sonreí pensando en Joanne y en Dean y abrí el libro por la página uno. Yo creo que me lo sé de memoria.

«—¿Y ahora qué pasa, eh?

Estábamos yo, Alex, y mis tres drugos, Pete, Georgie y el Lerdo, que realmente era lerdo, sentados en el bar lácteo Korova, exprimiéndonos los rasudoques y decidiendo qué podríamos hacer esa noche…»

Entonces sentí el móvil vibrar en mi mesa. Me giré con rapidez y sonreí al ver de quién era el mensaje antes de abrirlo.

Te propongo una cosa a cambio de la fiesta. Que pases TODO el fin de semana conmigo. ¿Qué te parece? ¿Planazo?

De: Delia. A las: 15:41

Me reí cabeceando. Pasar tanto tiempo con Miller podía ser una maravilla o una locura total. Le contesté que le daría tregua hasta esa noche y que mi respuesta dependería de lo bien que se portara.

*

No sé qué hora era cuando por fin llegamos a casa de Delia. Se me hizo el viaje larguísimo y eso que no hay ni diez minutos entre nuestras casas. Joanne, en un arrebato repentino de comprender mi situación en Londres, no paraba de preguntarme por qué me habían castigado mis padres y yo arrugaba la nariz antes de contestarle que porque había sido un chico malo. Ella no se contentaba con la respuesta y volvía a preguntar haciendo que Dean se riera a carcajadas.  Yo inspiré aire tranquilo mientras miraba el suelo. Me había planteado no pensar demasiado en ese finde, pero nunca había echado de menos algo tanto como estoy echando de menos mi casa últimamente. Bueno sí, a alguien sí, a mi hermana, pero para eso no había vuelta atrás. Joanne seguía preguntándome si bastaba sólo con ser un chico malo para que mis padres me mandaran a Inglaterra. Yo sigo pensando que se han pasado bastante con el castigo. Recuerdo el día que me lo dijeron como si fuese ayer.

«Me desperté preocupado aquella mañana. No recordaba demasiado de lo que había hecho la noche anterior. Me dolía mucho la cabeza. Poco a pocome fue viniendo a la memoria que las cosas llevaban tiempo sin estar bien en casa. Quedaban tres semanas de clase y en las últimas notas me habían quedado cinco. Mis padres estaban rayados conmigo, pero no podían evitar que saliera y que hiciera lo que quisiera. Mi madre llegó a amenazar a mi tío Pete para que no me llevara al fútbol y una tarde me quedé con cara de gilipollas en la puerta de su casa mirando como él se iba sin mí y sin Thomas; sí mi madre le convenció. A mi madre le pone de los nervios todo lo que tenga que ver con el Aberdeen. Para empezar porque mi padre es del Aberdeen y cuando hay fútbol ya puede caer una bomba en casa que él no se mueve de la taberna hasta que no acaba el partido; y lo segundo porque ha sufrido que mi tío Pete durmiera en unos cuantos calabozos, e incluso se pasara una temporadita en la sombra. Pero convencer a mi tío no fue suficiente, porque ese día nos quedamos Thomas y yo blasfemando en la colina, pero el siguiente partido nos encargamos de llegar a Aberdeen en un bus desde Inverness desde por la mañana. Estuvimos emborrachándonos todo el día. Cuando por la tarde Pete me vio allí no hizo otra cosa que descojonarse y llevarse las manos a la cabeza. “Es lo que hay. Esta es mi vida” le dije. Creo que en ese momento supo que mi madre no podría hacer nada nunca contra eso y sé que le gustó demasiado. Si no fuera porque sé que es un hooligan creo que se habría puesto a llorar emocionado.

El día en que me dijeron que ya me habían buscado hospedaje en Londres había bajado a la cocina en busca de algo para el dolor de cabeza, intentando hacer memoria, pero no recordaba nada desde que había acompañado a Claire a casa. ¡Joder! Habíamos estado bien toda la noche, demasiado bien. No se negó a que le acompañara a casa, pero me paró los pies al llegar a su puerta. Habíamos tonteado hasta el exceso, yo estaba seguro de que ella sentía por mí todo lo que sentía yo por ella, pero no. Cuando tuve el coraje suficiente para lanzarme a besarla, ella hizo una cobra de manual. Me dejó helado y con cara de idiora. Supongo que esa debió de ser la razón por la que después ya no me acuerdo de nada. Aquella mañana mis padres estaban los dos en la cocina, cosa que no suele pasar un domingo por la mañana. Los miré con el ceño fruncido y gesto interrogativo. ¿Qué coño les pasaba?




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