Salía una música del equipo que me sonaba familiar. Era una canción que siempre están cantando mis amigas, Mr. Brightside o algo así… ¿de quién era? ¡Ah sí!, The Killers, sí, eso.
«Si empezara todo con un beso… si hoy termináramos durmiendo en la misma cama… ».
Se habían acercado algunos hasta la casa de Delia. Entre ellos Joanne. Dean, Aaron, Pia y Erick. Unos de clase que apenas conocía de vista y alguien que estuvo en la fiesta de Trevor.
—¡Me gusta! ¿A ti no? —le pregunté refiriéndome a la canción.
Acababa mientras me sonreía asintiendo. Tiré de ella y fui hasta la mesa donde habíamos colocado las botellas y las cosas de picotear. Habíamos estado tomando cervezas, hasta ahora, yo quería cambiar a algo más fuerte.
—Un tequila —dije. Miré a Delia sonriendo y alzando las cejas—. Uno sólo y, después, te juro que bailaré —me reí y me acerqué un poco más a ella arrastrando la mano libre por la mesa y llevándola hasta Delia para señalarla—. Bailaré contigo.
—Bailarás conmigo cuando estés como una cuba, eso no vale —dijo quejándose. Yo rellenaba dos vasos pequeños mientras me reía de lo que decía y terminé por tenderle uno. Alzó el chupito en el aire—. ¿Brindamos por algo? —se acercó a mí dando un paso—. ¿Hasta que la muerte nos separe, por ejemplo?
Asentí levantando mi vaso también. Con la otra mano acerqué la sal y el limón. Metí ambas rajas de limón en la sal y las cubrí. Sonreí. Cogí el vaso con una mano y el limón con otra esperando a que hiciera lo mismo que yo, aunque me miraba un poco raro.
—¡Hasta que la muerte nos separe! —repetí bastante alto.
Entonces bebí a trago el chupito de tequila y antes de notar que el esófago se me incineraba me metí el limón a la boca arrancando el gajo con los dientes hasta quedarme sólo con la cáscara amarga en la mano. El limón ácido y salado en mi boca me corría por detrás de las muelas haciéndome una ligera cosquilla, mientras sentía como llegaba, ardiente, el tequila a mi estómago. Hice: «Ahhh» y también hice: «Issshh», y después apreté los ojos y los dientes. Miré a Delia con una sonrisa. La pillé justo cuando apretaba los ojos. Me hizo mucha gracia. Cuando dejó todo, le cogí de las dos manos y tiré de ella hacia dónde estaban los demás. Bailé, o eso intenté mientras seguímos con los dedos enredados. Una de mis manos fue hacia su cadera mientras la miraba sonriendo. Tenía ganas de besarla. Era el tequila, Paul, era el Tequila.
—«Hasta que la muerte nos separe» me da derechos, ¿no? —se rio.
Me acerqué a ella pensando en eso con una sonrisa tonta y una ceja alzada con curiosidad. ¿Derechos? Sólo pensar en que una chica tiene derechos sobre Paul Stonem me revuelve el estómago. ¿Una chica con derecho a qué? ¿A gritarme delante de mis amigos porque no la he llamado a la hora que ella quiere? ¿A pedirme que le sujete las bolsas de mil tiendas un día de centro comercial? ¿A dejarme en ridículo si me confundo de respuesta jugando al trivial? ¿Con derecho a qué de cuántas cosas horribles y pesadas que quieren las mujeres? Sin embargo, la miré y dejé de pensar todo eso al instante. Me sonreía. Me hacía gracia cuando se hacía la listilla. Sonreí, después miré hacia sus amigos. Me acerqué a ella y le aparté un poco el pelo de la cara. Puse una mueca de decepción que creo que supe disimular con una sonrisa. Me acerqué lentamente a su mejilla para darle un beso. Me traicionó el subconsciente y le di otro un poco más allá, cerca de la boca y me separé mientras parecía que sonaba un scratch del dj y se apagaba la música. Aunque un segundo después me di cuenta de que no, de que todo a mi alrededor era igual.
—¿Vamos ahí con estos o qué? —le dije señalando con la cabeza a los demás.
—No…
Delia dio un paso para atrás y se tropezó con alguien que la sujetaba para que no acabara en el suelo. Era un chico de clase. Él sonreía haciéndole bromas por lo torpe que es. Ella sonrió también, avergonzada.
*
Me acerqué a dónde estaban los demás, a lo mejor Delia habría vuelto, pero no. Desde lo del tequila me había evitado cada vez que me acercaba. Sí, vale, igual debería haberla besado. Pero no sé qué me ha pasado para quedarme tan paraado y terminar apartándome. Aunque ella tampoco debe de querer nada si ahora se esconde. ¡Ay, Stonem! Si es que pareces tonto.