Caminé de regreso a mi casa, no me sentía con ganas de hacer nada, mi amigo había salido por un asunto con su ex-esposa, y no había nada interesante hasta pasadas las 6 de la tarde, hora en que ese lugar comenzaba su espectáculo, mi santuario de bebidas y carnes, si señor, de aquellas carnes que usted y yo conocemos bien y tanto disfrutamos degustar cada que podemos, aunque para mi infortunio, las chicas mas lindas siempre estaban con aquellos estúpidos boy scouts, no eran mas que reclutas de la milicia que jugaban a los veteranos, era raro ver algún oficial o verdadero veterano salvo el viejo Sr. King, un hombre que peleó en incontables batallas a pesar de que algunas se las inventaba, las contaba con lujo de detalles que los más jóvenes se impresionaban al oírle, por mi parte yo esperaba a que un día se callara ese viejo para siempre, no tenía nada en contra del buen hombre pero uno llega a su límite con sus cuentos y yo ya había llegado al mío, lo malo es que vivía en la misma calle donde yo estaba, todas las mañanas ese hombre se levantaba temprano, a leer el periódico y limpiar los zapatos de la gente que pasaba, así se ganaba la vida un "veterano", por las tardes cuando los niños salían de la escuela dispuestos a gozar lo lindo de la vida, siempre aparece el viejo King, no recuerdo su nombre, -y no creo recordarlo- y les cuenta como peleo con tal agrupamiento contra los Alemanes o los Turcos o un Chino, no recuerdo contra quien fue la última vez que lo escuché hablar al pasar por la cera para tomar un taxi rumbo a el teatro. No había tiempo de recordar todas las cosas que sucedían en este pedazo de la ciudad, eran las 4:45 P.M. y ni una sola gota de licor yacía en mi estomago, busqué encima del ropero del cuarto, siempre tengo bebida de reserva para ocasiones como éstas pero al buscar entre pantalones malolientes y corbatas sin planchar o manchadas de salsa de tomate, encontré la botella vacía, maldije un poco pero me tranquilice, tomé mi abrigo y salí en busca de dinero, así que sin un centavo y sólo 2 cigarrillos en mi bolsillo, me aventuré con rumbo a la casa de Pedrucci, al otro lado de la ciudad.
Pedrucci era un italo-americano, hijo de inmigrantes de Sicilia, un prestamista que no temía a los negros del otro lado de su ghetto, (si, el muy jodido era un cabrón judío), o los polis capullos que siempre rondaban de aquel lado, era un cerdo, egocéntrico y un hijo de puta del que nunca le debías de quedar mal o fiarte, pues era peligroso, pero el dinero era necesario.
Al llegar a su despacho, estaban ya esperándome Vitto y Francesco, sus compinches, un par de gorilas iletrados igual hijos de inmigrantes, pero eran los más eficientes al cobrar las deudas pendientes de Pedrucci, entré con las miradas puestas en mi, sólo hacían eso, mirar y gruñir, no eran muy listos esos matones de poca monta, pero siempre me cuido de ellos, al llegar con el prestamista, este se encontraba con una mujer muy hermosa, piel marrón y cabello rizado y muy oscuro, caderas pronunciadas vestida con una blusa escotada que no dejaba nada a la imaginación, trnia una mirada coqueta y un par de pestañas enormes, parecía latina, ¿Qué carajos hacía Marco Pedrucci con una latina?, El siempre gusta de las mujeres de su bella especie, pues según el, las italianas son los ángeles más bellos que creó Dios, patrañas, he visto mierdas mas hermosas en mi retrete por las mañanas que esas golfas amantes de mafiosos, pero esta vez no era así, era un latina, debo admitirlo, era hermosa la chica, debería tener como unos 22 años, se retiró en cuanto Pedrucci lanzó sus ojos sobre mí.
-¿Qué es lo que necesitas ahora?, ¿Dinero, otra vez? me preguntó molesto mientras sacaba humo de su puro.
-Por desgracia si Pedrucci, mira te pagué las dos veces anteriores, sabes que cumplo, así que te pido un préstamo nuevamente, necesito el dinero, es urgente. Respondí con cautela.
-Mira, no niego que el dinero siempre lo pagas, no sé como haces para arreglártelas de último momento antes de mandar a mis chicos,y ellos, me dicen que están ansiosos por querer darte una lección.
-Si lo sé, seguro están ansiosos pero necesito el dinero.
-De acuerdo, te lo daré, ¿Cuánto necesitas?
-Con 500 dólares bastarán.
-Bien, aquí tienes, sólo firma, ya sabes el proceso.
-Lo sé, lo sé, el proceso. Firmé y salí con el dinero en mi cartera.
Cogí un taxi 3 cuadras más adelante, indiqué al chofer que me llevara al París, al llegar, el lugar estaba repleto de gente, pregunté a un distinguido caballero que era lo que ocurría, me dijo que se trataba de Jeanette, que no iba a presentarse hoy, pues según ella, se sentía muy enferma. El dueño trató de calmar a la audiencia que de momento no se conformaba con las bailarinas de rutina que siempre habían estado allí, yo me dirigí rápidamente al bar a por una bebida, la sed me acababa poco a poco, al dar los primeros sorbos, mis sentidos se agudizaron, volví a renacer, la pasé de lo lindo entre trago y trago, y los gritos de la gente, hasta que de repente, volaron algunas botellas que llegaron hasta el bar, me agache y volteé para ver quién era el responsable, todos empezaban a reclamar y maldecir el mal servicio al unísono de -"Queremos a Jeanette"-, las personas empezaron a enfadarse tanto que hacían destrozos en el lugar, las chicas se asustaron y huyeron a sus camerinos, se armó el alboroto al grado de iniciar una campaña contra todo aquel que se encontrase en ese lugar, traté de escabullirme pero alguien me rompió una botella en la cabeza y quedé inconsciente, mientras los demás seguían en la pelea y mientras caía al suelo me preguntaba el por qué no estaba presente ese día.