Desperté en el hospital con un gran dolor de cabeza, me examiné y noté que traía una venda en la cabeza, llevé mis manos a mi cabeza tratando de recordar que había pasado aquel día cuando justamente una enfermera entró, sorprendida por mi estado salió en busca del doctor.
-¡Vaya!, parece que al fin despertó señor- dijo con asombro.
-Si doctor, ¿Qué fue lo que me pasó?- pregunté confundido.
-Usted, mi querido señor, sufrió una ruptura del cráneo hace 2 meses, me parece que...
-¿Hace cuánto?.
-Hace 2 meses señor.
-No es posible, pero si yo estaba en el París.
-Efectivamente, lo trajeron de emergencia.
En ese momento cuando el doctor me explicaba entró un hombre de unos cincuenta años alegrado de verme bien.
-Por fin despertó, me alegra ver que ya está mejor- exclamó el susodicho.
-Perdone, ¿Lo conozco?
-Discúlpeme, permítame presentarme, soy George, George Brusky, le encontré tirado en el teatro después de la pelea que se ocasionó, creí que estaba muerto así que llamé para que una ambulancia lo llevara al hospital y desde entonces he estado al pendiente de su recuperación-.
-Bueno, le agradezco la amabilidad y la atención Sr. Brusky-
-Oh, no tiene que agradecer nada, al contrario, me gustaría preguntarle algunas cosas en privado- exclamó con un ligero tono de seriedad.
-Claro señor-.
El doctor y la enfermera salieron del cuarto, el Señor Brusky hizo un silbido y entró un hombre de aspecto mórbido, tendría casi la misma edad que Brusky, con un traje muy elegante color negro, caucásico, bien rasurado y modales impecables.
-Buenas Tardes señor, soy el detective Phelps, Isaac Phelps, ¿Nos permite unos momentos?-
-Aguarde, ¿El Sr. Brusky también es detective?- pregunté consternado.
-Así es Señor- asintió con firmeza.
-¿Me permite sus datos señor?- preguntó Phelps.
-Bien, mi nombre es Adam, Adam Goldberg-.
-Su edad y a qué se dedica-
-Tengo 32 años, doy clases de literatura en la secundaria estatal de Empire City, o al menos las daba pues con aquello de quedar inconsciente 2 meses tal vez el director ya haya contratado un reemplazo, así que actualmente estoy desempleado detective-
-Bien, ¿Recuerda algo de lo acontecido en el teatro?-
-No, no recuerdo nada realmente, solamente se que alguien me golpeó con una botella en la cabeza, sobre lo demás que pasó, no tengo idea-
-De acuerdo, queremos preguntarle algo más-
-Adelante-
-Bien, ¿Usted conoce o ha escuchado de Pedrucci?
En ese momento, el corazón palpito cual una locomotora sin control. No sabía que responder.
-Disculpe, no lo conozco-
-¿Está seguro Sr. Golberg?- insistió con voz tenaz Brusky
-Si, estoy seguro, pues verá, a duras penas acudo al bar por mera distracción, llevo aquí 8 meses y medio desde que salí de Pleasant City, donde trabajé un tiempo de conserje.-
-¿Está o ha estado involucrado en dinero ilegal?-
-No detective, nunca me he metido en cosas de ese tipo-
-Muy bien Sr. Goldberg, aguarde un momento-
En ese instante los dos hombres salieron de la habitación, escuché muy poco, por más que prestara atención, sólo alcance a percibir unas leves palabras que me enfriaron la sangre, más que el duro ducto oxidado de la regadera por las mañanas. "No permitas que se vaya de la ciudad".
-De acuerdo Sr. Golberg, eso será todo por ahora, descanse que lo necesita, nos despedimos, ah y por último, no se vaya de la ciudad, pronto tendrá noticias de nosotros-
Los detectives se marcharon al mismo tiempo que la enfermera entraba a inyectarme más suero, se sentía bien, por un momento llegué a pensar que era whisky o vodka pero creo que el golpe en la cabeza afectaba mi manera de pensar.
Durante varios días estuve aún en el hospital después de esa visita inesperada, me sentía bastante bien de hecho, la enfermera siempre revisaba que estuviera cómodo e incluso un día mientras cambiaba mi dosis, le pregunté su nombre, me dijo que se llamaba Dorothy, venía de una familia donde todas las mujeres eran enfermeras, algo curioso, era linda, tenía el pelo castaño que relucía con esos ojos cafés y redondos, un pronunciado busto que de vez en cuando asomaba de más al momento de acomodar mi almohada, parecía tener un buen par debajo de ese uniforme, pero aunque quisiera intentar algo, mi mente me recordaba siempre a ese ángel, lo cual me llevaba a la misma cuestión de siempre, ¿Dónde estará Jeanette?.
Vagamente recordaba lo pasado en el bar, sin embargo, aquella mención de Pedrucci me taladreaba la cabeza, una parte de mi, mas bien, todo mi ser me repetía ese martirio moral de no haber cogido el dinero, no entiendo el por qué, a ese desgraciado le pagaba a tiempo, pero eso era cuando pagaban el salario en el instituto, tal vez quería darme un susto, tal vez alguien me siguió hasta donde Pedrucci, ¿Y si el está con la mafia de la ciudad? Aunque es obvio que debe de estarlo, el es la única persona que me tendió la mano al llegar a este asqueroso sitio.