Cooper estaba sentado en una banca, rodeado de todo tipo de personas. Lo peor era que nadie parecía interesarse en él.
Una pareja de franceses discutían, y nadie de los que estaba ahí podía entenderles. Cooper, quién ya llevaba rato escuchando sus palabras extrañas, se puso los audífonos y puso una de sus listas de reproducción en Spotify. ¿Dónde demonios estaría James y por qué tardaba tanto? En lo personal, le encantaría terminar con los trabajos pendientes antes de subir al avión, y para ello faltaba menos de una hora.
Él era una persona un poco alta y robusta, siempre elegía las tallas extra grandes al comprar ropa, lo cuál era un gran alivio ya que, en caso de que le quedara muy grande, podría usarla para dormir; en caso de que no, no le molestaba en lo absoluto verse un poco ajustado. En esos momentos traía unos audífonos beats de color rojo, que por encima de su cabello chino y negro, se veían bastante llamativos. Se había dejado el bigote y un poco la barba, uno no sabía qué tanto podría encontrar en un viaje como ese… o a quién.
El francés que estaba peleando con su mujer comenzó a alzar la voz y eso llamó la atención de varias personas. Incluso muchos miembros de seguridad se acercaron al lugar para intentar calmarlos, pero debido al idioma, les resultó complicado.
Cooper subió el volumen de la música y siguió tecleando las palabras para el reporte de aquella semana en su computadora portátil. Se había encargado, antes que nada, el hacer check in en la red social “Swarp”, para después publicar su status actual en Facebook. Hasta el momento ya tenía varios “me gusta” y algunos comentarios deseándole mucha suerte y que disfrutara el viaje. Dejaría su reporte hecho, respondería algunos comentarios, subiría un par de fotos a su Instagram y, si todo salía bien, no recibiría ningún mensaje de su madre.
Detrás de la pelea de los franceses, apareció un hombre con una gorra y una barba muy notoria.
—¡James! —Cooper se quitó los audífonos, puso pausa a su lista de reproducción y se levantó casi de un brinco del asiento—, amigo, ¿estás loco? ¡Tenemos que mandar el reporte antes de…!
—¡Relájate! —dijo James al llegar a su lado, estrecharle la mano y dejar su mochila detrás de él—, tenemos tiempo. ¿Cuándo te he fallado? ¿Recuerdas el partido de los Steelers?
—¿Cómo olvidarlo?
—¡Disfrutamos de una buena tarde, comida deliciosa, un par de tragos, el partido fabuloso y aún así pudimos completar las sesiones que teníamos!
Cooper hizo una mueca. Aunque todo había salido bien en aquella ocasión, aún recordaba los nervios y la preocupación que ello le había causado.
—Así que por favor, cierra eso —no le importó que Cooper estuviera trabajando, James alzó la mano y cerró su computadora—, y comencemos a disfrutar del viaje.
—Pero…
—La oficina sabe que nos ganamos esto, no nos pedirán informes hasta que regresemos —siguió diciendo James.
—James, yo…
—Además, ¿cuándo puede ocurrir semejante cosa? ¿Tú y yo en un viaje dónde sólo doscientos afortunados ganan? —James sonrió con una burla—, conoceremos el mundo, amigo mío. Quizás hasta te consigas a una chica.
Cooper se sonrojó. Era uno de sus pensamientos y anhelos para ese viaje. Incluso, desde que recibió la notificación de haber ganado, comenzó a ir a un gimnasio por las noches para intentar bajar de peso. James era su mejor amigo desde que habían entrado a trabajar, y era más alto que él, más fuerte, más atractivo… Cooper era su sombra. Las chicas casi siempre se fijaban en él primero.
—¿Eso crees?
—¿Qué si no? Hay ciento noventa y ocho almas a bordo, digamos que cien de ellas son mujeres, ¡de cualquier país! —se rió James—. Si no va a bordo, ¡tenemos permiso de estar de una a dos semanas fuera de la oficina! Conocerás a alguien, Coop. En lo personal, siempre tuve la alocada idea de enamorarme de una francesa.
—Pues no es muy recomendable —dijo Cooper señalando a sus espaldas—, llevan peleando más de veinte minutos y nadie ha podido separarlos. ¿Dónde estarán los traductores?
—Debe ser genial —dijo James emocionado—. Acercarte a una japonesa, decirle que la amas y que ella sólo te sonría. Quizás no te rechacen esta vez, Coop.
Unos gritos comenzaron a escucharse del otro lado de la sala de espera. No eran los franceses, como hubieran esperado James y Cooper, sino de una persona un poco mayor que ellos, gritando a los cuatro vientos que lo habían robado. Los oficiales de seguridad comenzaron a alejarlo del lugar, ya que, a diferencia de la pareja francesa, esta persona estaba armando un verdadero escándalo.
—¡SE LOS JURO! ¡YO SOY EL PROPIETARIO DEL BOLETO! ¡LES DIGO MI LUGAR, ES LA FILA A, ASIENTO 7, VENTANILLA, PRIMER PISO…! ¡SE LOS JURO, YO RECIBÍ LA NOTIFICACIÓN HACE UNAS SEMANAS! ¡BÚSQUENME EN EL REGISTRO! ¡YO…!
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Editado: 27.03.2019