Pasión Fatídica

Capítulo 9

En casa había un terrible problema. Mi hermano Wesh se había fugado con Lia. Nunca pensé que su amor fuese tan fuerte y menos que su relación iba en serio. Tan egoista, solo he estado ocupada en mis asuntos, o más bien, en los caprichos de Claudine. Mamá se agarra la cabeza y sufre como nunca, "¿Qué será de él?" repite, no porque no sepamos qué va a comer o cómo vivirá sino porque los familiares de Lia han jurado matarlo de encontrarle. Yo intento calmar a mi madre arguyendo que Wesh es sumamente listo, y lo es en verdad, por lo que podra salvar este escollo. No obstante, mamá está afligida porque aunque lo haga, eternamente vivirá con la congoja de que su hijo puede ser asesinado cada día. La tentativa sola la corroe. A nuestra morada ya vino la familia de Lia a lanzarnos improperios.

Miguel advierte mi tristeza, ando cabizbaja por lo que es demasiado notoria.

—A mí también la noticia me ha impactado.

—¿Acaso lo sabes ya?

—Toda Zaragoza lo sabe. Los Benegas se han encargado de propagar la nueva con tal que, alguién de razón del paradero de su hija. Incluso ya se atrevieron a denunciar el hecho ante las autoridades competentes, sin embargo, la carta que Lia ha dejado al párroco, donde se confiesa amante de Wesh, no ha ayudado mucho a sus pretensiones de que se le considere secuestro. El clérigo es enhiesto y corrobora ver partir a la chica muy feliz y sin muestras de cohesión. 

—Mira que todo eso no lo sabía, en mi familia hemos estado muy ensimismados estos días. Ahora hasta puede ir preso. Oh Wesh cuán precipitado ha sido tu comportamiento, pero cuán entendible por el amor.

Miguel me abraza y camina pegado a mí.

Han pasado veinte días desde la huída de Wesh. Cada día que anochece mamá agradece que no le hayan dado el recado de que el hijo ha muerto o caído preso. En casa ya hay un poco de más confianza pues no dudamos de que haya marchado al norte o mejor cruzado la frontera con rumbo a Francia o Italia. Por toda la península tenemos regada infinita parentela por lo que ayuda y vivienda no le faltará. Mamá maldice a Lia y la detesta por haber fomentado que Wesh se ilusionase y prendase de ella.

—Cappi recuerda bien como se paseaba por el taller y sonreía a mi hijo, por cualquier pretexto y aun comprando en un mercado que le quedaba lejos. ¿Cómo es que tienen cara los Benegas de insultarnos? Si la hija es más... ramera, más que una gitana.

—Madre no hables de esa forma, bendícelos mejor. El amor es caprichoso y captura a cualquiera aún cuando se resista.

Mamá ha llorado, una y otra vez, eso la desahoga bastante.

Claudine me ha estado molestando. Ha venido a buscarme pues casi un mes llevo sin verla. La muy fastidiosa no sabía de mi situación, pero al enterarse no es que le haya importado mucho, a ella solo le interesa que la ayude a reconquistar a Miguel.

—Entiendo que vivas un momento difícil, pero realmente nada puedes hacer. En cambio, si te concentras en lo de Miguel puede que olvides unos instantes tu pena, no viendote afligida aligerarás el peso de la congoja de tu madre.

—No tengo cabeza para el menester Claudine, yo también lloro.

—Dime entonces algunos trucos efectivos, yo los aplicaré de inmediato.

La miré hastiada.

—Parece que olvidas quién eres, no te he dicho que la hermosura es salvadora, anda, ve y embellécete, polvéate, arregla tu cabello, compra el vestido más lujoso, presentate ante Miguel y lo demás se dará solo.

Tal como aconsejé hizo Claudine. Y como no suelo equivocarme, Miguel cayó rendido a sus pies, más porque lo lisonjeaba que desdeñase al inglés. 

Mi vida se había vuelto tan gris. Ahora ni siquiera tenía a Miguel a mi lado pues al estar con Claudine siempre se olvidaba de mí. Me sentía realmente sola. Pero he sacado fuerzas, no sé de donde para intentar tener buena cara en lo aciago.

Era mediados de junio cuando a casa llegó una carta. Había sido arrojada por el umbral de la puerta, durante la noche. Todos nos sobresaltamos al verla. El emisario fue tan veloz que se perdió entre la obscuridad. Creímos que era otra amenaza, de los Benegas, tal vez a toda nuestra familia también la sentenciaban a muerte. Tío Cappi fue quien la tomó y comenzó a leer: 

"Queridos, tenía tantos deseos de contactaros. Soy Wesh. Estoy a salvo, yo y mi amada Lia. Aunque hemos andado de aquí para allá finalmente hemos hallado residencia, en un lugar demasiado alejado y que por ello resulta un santuario indemne, en Génova. Llegamos aquí por mar, partiendo desde Tarragona y por auxilio de unos mercaderes italianos a quienes enterneció nuestra historia, no poseen ellos prejuicio a mi raza porque su ascendencia igualmente es gitana y algo árabe. Me siento dichoso porque puedo vivir ahora libre mi amor y entre gente judía, árabe, gitana, más tolerante. No imagináis cuánto os amo y echo de menos"

Mamá cogió la misiva para cerciorarse que fuese la letra de Wesh. Sonrió. "Sí, es. Mi hijo se ha librado de la muerte" dijo exhalando y llena de júbilo. 

 




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