Habían transcurrido varios días desde los asesinatos y el pueblo se encontraba más tranquilo que nunca. Tal parece, todo volvió a la normalidad. No ocurrieron más tragedias, sin embargo, nadie bajaba la guardia, tanta paz parecía sospechosa.
Los cambiaformas aceptaron unirse a las patrullas diurnas junto a los lobos, mientras los vampiros se encargaban de la ronda nocturna, no obstante, como aun las diversas especies no confiaban en ellos, se designó a un pequeño grupo junto a ellos. Al comienzo fue difícil convencer a los cambiaformas del peligro que corríamos, pero ante las pruebas no tuvieron más remedio que aceptar, pertenecían a la minoría de los habitantes y no se daban el lujo de perder a sus camaradas. Además, eran excelentes en el arte de la guerra y el espionaje, muchos de ellos trabajaban para agencias policiales o en el FBI de incognitos. Por tanto, no dude en poner a algunos como entrenadores de las futuras patrullas.
Para mi decepción, las cosas con Tobías no mejoraban. Como acordamos, todas las mañanas llevaba su motocicleta al taller, pero, aun así, no intercambiábamos prácticamente palabras. Se le notaba distante y la atmosfera que se creaba a nuestro alrededor comenzaba a tornarse ridícula. Una mañana en particular, su indiferencia me estaba matando, ya casi llegaba al límite de paciencia que me quedaba.
¿Qué diablos sucedía? Era él quien desde un principio se empeñaba en aparecer cada vez que daba vuelta y ahora, incluso, evitaba cruzar miradas conmigo. Aun así, cuando él creía que yo estaba ocupado me examinaba con determinación. Estoy harto, esto termina ahora.
—A partir de hoy no tendrás que regresar más al taller, en unos minutos terminaré el trabajo.
—Entiendo.
Qué clase de respuesta era esa, levante la cabeza todo incrédulo sin poder creer que esas serían las únicas palabras del vampiro. No estaba preparado para ver sus ojos fijos en mí sin ningún tipo de disimulo, estaba casi seguro que su rostro transmitía algo parecido a la decepción.
— ¿Por qué pones esa cara? Pensé que te alegrarías de escuchar la noticia.
—No es que me decepcione, sinceramente, esperaba que demoraran más los arreglos.
No entiendo porque estaba diciendo eso o en qué sentido ha sido, por lo que me armé de valor y pregunté.
— ¿Eso es un anhelo o una queja?
—Pasa algo si fuese una mezcla de ambas.
—He terminado—contesté furioso.
Me levanté de los nervios del sitio donde me encontraba sentado arreglando los últimos detalles faltantes, como me encontraba un poco sucio de grasa fui a buscar un paño húmedo para limpiar mis manos y cara. Llevaba una camiseta blanca la cual, ahora, parecía más de color negro por la suciedad del trabajo así que también me la quite.
Mientras tanto, Tobías no había apartado ni por un segundo la vista de mi persona. SI LAS MIRADAS MATASEN, fue el pensamiento que atravesó mi mente.
Ese acto me enfureció más, semanas sin hablarme y cuando finalmente lo hace es solo para quejarse de que su estancia en mi taller se acababa. Me acerque a él de manera rápida, arrinconándolo contra la silla en la que se encontraba.
— ¿A qué juegas? —sabía que no era justo la manera en que me comportaba, pero, no había vuelta atrás.
—No sé a qué te refieres.
—Llevas días sin dirigirme la palabra, me evitas, no he hecho nada para merecer este comportamiento mezquino y ahora te atreves a quejarte porque te digo que te largues de mi taller ¿No crees que al menos merezco una explicación?
Cambió la vista comenzando a sentirse nervioso de mi cercanía.
— ¡No mientas! —proseguí casi gritando— Me tratas como si fuese el enemigo cuando he sido el único aliado que tienes en kilómetros.
No puedo juzgarlo por su trato. Ni siquiera se imaginaba lo que comenzaba a significar para mí, incluso yo no estaba seguro del lugar que ocupaba el vampiro en mi vida, él solo estaba actuando con la precaución que necesitaba tener como líder de su gente ante los asesinatos a los que nos enfrentábamos. Sin embargo, su actitud me mataba.
—No mientas— repetí, este viaje entre susurros.
No era necesario ser un genio para percibir los dejes de dolor y suplica latentes en mi voz. Tobías nuevamente se enfocó en mis ojos solo para luego deslizar la vista hacía mis labios. Esta pequeña acción, sin que él lo supiese, se convirtió en la perdición de ambos.
Sin poder resistir la tentación, antes de darme cuenta, posé mi boba sobre la suya en un casto beso que sorprendió a mi acompañante. No obstante, al no retirarse me dio el valor que necesitaba para continuar con la tarea.
Comencé suavemente a explorar su boca con mi lengua, mi pulso se aceleraba a medida que su sabor cálido impregnaba mis papilas gustativas. POR DIOS, ES LO MÁS EXQUISITO QUE HE PROBADO EN MI VIDA.
Me alejé un poco para observar su reacción, esperaba cualquier tipo de respuesta: sorpresa, indignación, una golpiza. Pero, jamás esperé que Tobías colocase sus brazos alrededor de mi cuello y volviese a besarme lentamente.
Lamí su labio inferior, a lo que el chico entre mis brazos respondió con un suave gemido mientras su lengua se iba entrelazando con la mía. Deslicé mis brazos a lo largo de su espalda envolviéndolo en un gentil abrazo que le acercase más a mí.
Sin dudas, Tobías sabía lo que hacía puesto que besaba como lo mismísimos dioses. Comencé a sentir mi excitación crecer en mis pantalones y estaba segura de sentir otra creciendo en los suyos. Una ola de seseos recorrió cada centímetro de mi cuerpo, sin embargo, deseaba hacer las cosas bien. Sería cuando ambos estuviésemos seguros que queríamos esto y desde luego tampoco sería en un sucio taller de mecánica.
Utilicé toda la fuerza que me quedaba para separarme del vampiro cuando lo único que deseaba era seguir besándolo y hacerle el amor durante horas. En su rostro se vio reflejada la contradicción de mi rápido retroceso.
—Esto es incorrecto— dije separándome un poco más de él.
En ese mismo momento me arrepentí de mis palabras, pues, todos los rasgos de Tobías se convirtieron en un reflejo viviente del dolor. Deseé matarme por ser tan idiota. Quise decirle que me había malinterpretado, que lo deseaba más que a nada en este mundo, que me importaba una mierda que dirían los demás siempre y cuando él me aceptase y estuviese a mi lado… Podría decirle muchas cosas en este momento suplicando su pendón, pero todo eso tendría que esperar porque una voz familiar sonó a mis espaldas.
—Ryan, Nolan necesita verte urgente.
Michael se detuvo en cuanto vio a mi acompañante observándolo muy fijamente. Si fue testigo de lo ocurrido hace apenas unos segundos o se percató de los labios húmedos e hinchados de Tobías, que estoy seguro de que fue así, no lo dio a demostrar.
—Es bueno que estés aquí— continúo dirigiéndose esta vez a Tobías— También desean verte a ti.
Ante esta afirmación, la alarma saltó a mi cabeza.
— ¿Ha pasado algo? —esperaba que la respuesta fuese negativa, pero el miedo de mi amigo me hizo suponer lo peor.
Antes que me lo dijese ya yo sabía que pasaba.
—Hubo otra masacre.
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Editado: 19.04.2020