Patinaje

Un chico inesperado

Luego de lo que ocurrió llegué a casa demasiado feliz, casi no podía contener mi emoción, me sentía con los ánimos para conquistar el mundo si así lo deseara, incluso me puse a dibujar luego de dejarlo durante tantos años, me sentía inspirada, motivada… era una sensación increíble que desbordaba en mi pecho.

A la mañana siguiente al levantarme y hacer el desayuno, me comencé a sentir algo sola… quería desayunar con alguien más, “Aun tengo tiempo”, fue lo que pensé mientras degustaba el ultimo bocadillo de mi sándwich.

–Creo que les hare una visita a Laura y Fernando… total, se dónde guardan una segunda llave– Me reí para mí misma –Podre entrar sin problema alguno.

De camino a casa de esos dos tortolitos, me sentía algo aburrida, quiero decir… de todas las cosas que uno puede pensar mientras camina, al final solo son imágenes en blanco que, con el paso de los segundos, son reemplazadas por otras nuevas. ¿Qué se supone que hago entonces?, ¿Pensar en blanco?, ¿Hablar conmigo misma?, era una sensación extraña que me provocaba aburrimiento, hasta que, impulsivamente empecé a cantar.   

–Sola estoy ahora mismo…. Aunque muuyyy feliiiiiiiiz… que pude cumplir mi gran sueño y aunque no pude patinar bien, logré estar en la pista de hielo en la noche mientras no estaba nadiiieeee. Solo espero que el idiota de Fernando no me pegue tan fuerte esta vez– Salté hacia un bordillo intentando mantener el equilibrio –Pinches traicioneros de mieerrrdaaaa, que solo le interesan su trabajo y noche de parejaaaaassss– Suspiro –El amooooor… ¡Es una mierdaaaaaaaaaaaaaa! – Me bajé del bordillo y a su vez di pequeños saltitos finalizando mi canción –Soy bastante buena cantante– Me reí para mí misma.

Luego de una extensa caminata desde donde me dejaba el bus hasta donde me encontraba ahora mismo, por fin, llegué a casa de Fernando y Laura.

–Tal como pensaba– Dije mientras revisaba por debajo de la maceta que está a la par de su puerta –No han cambiado la llave de lugar– Me reí silenciosamente con una mirada terrorífica –Es hora de entrar.

Como imaginé, los dos tortolitos estaban durmiendo bien abrazaditos como auténticos bebés indefensos. Sinceramente, mi lado más diabólico apareció y no pude evitar ir a la cocina para agarrar una olla y un cucharón el cual usaría para despertarlos.

–Pff…

Casi no podía aguantarme la risa, así que me escabullí silenciosamente en su habitación hasta estar alado de ellos, apresurándome en realizar todo el ruido posible golpeando la olla con el cucharón.

–¡¡¡ES HORA DE DESPERTAAAARSEEEE!!! ¡¡¡A DESPERTARSEEE!!! ¡¡¡PEQUEÑOS TORTOLITOS!!! ¡¡¡LLEGAN TARDEEE!!!

Ambos despertaron muy asustados pensando que era algún tipo de ladrón.  

–¡¡¡¿QUE MIERDAAA?!!! – Ambos gritaron mirando hacia su derecha –¡AYLEEEEN!

Paré de hacer tanto ruido y me tiré encima de ellos.

–Bueños días mis tortolitos favoritos– Dije sonriendo y soltando risas con una cara tierna –Hoy hice milagros y desperté… tem-pra-ni-to…– Dije mientras me sentaba al filo de su cama.

Yo estaba muy feliz y animada, pero Fernando tenía cara de que quería matarme por hacer este tipo de cosas. Tengo mucha suerte de que Laura este aquí, ya que literalmente ella es quien le está sosteniendo la mano para que no me golpee la cabeza.

–¿Cómo mierda entraste? – Preguntó Fernando acompañado de un pequeño suspiro.

–La llave de la maceta– Respondí –¿Recuerdan que me dijeron que podía entrar a su casa sin problemas?, pues simplemente usé esa opción.  

Laura me interrumpió.

–Pero… si vas a despertarnos que no sea…

Fernando la interrumpe.

–De todas las formas en las que nos puedes despertar– Mira fijamente –¡¡¿POR QUÉ CON TANTO RUIDO?!! ¡¡LOCA DE MIERDA, CASI ME DAS UN MICRO INFARTO!! – Dijo mientras se levantaba de la cama muy alterado.

–Juuummppp, solo eres un exagera…– Me fijé en su bóxer y no pude evitar reír al fijarme que eran de color rojo con corazoncitos –¡JAAJAJ PERO QUE BONITOS CALZONES!

Laura se comenzó a reír conmigo a pesar de que ya los había visto.

–Pff… lo siento amor…JAJAJA su risa es contagiosa JAJAJAJA.

Al no poder aguantar la vergüenza, Fernando nos echó a ambas de la habitación para poder cambiarse tranquilamente y que nos dejemos de burlar, sin embargo, por más que no quiera recordarlo, la imagen de él alterado con ese bóxer de color rojo con corazoncitos, se quedó en mi cabeza durante el camino al colegio, porque si... luego de que ellos desayunaran y se arreglaran, caminamos juntos al colegio. En el camino tuve que soportar las quejas y griteríos de Fernando por entrar así de alocada en su vivienda, pero lo callaba de inmediato mencionándole el diseño de su ropa interior, fue muy divertido.

–Cambiando de tema… quería decirles algo– Mencioné mientras daba saltitos.

–Ahora con que pendejada me vas a salir– Dijeron ambos mientras me miraban fijamente.

–Anoche…– Miré hacia un lado algo apenada –Fui a la pista de hielo sola…

Ambos se sorprenden tanto que provoca que Laura intervenga.

–¿No que no querías ir si no íbamos nosotros?, literalmente nos llenaste de stickers de gatitos llorando ayer en la noche.

–Bueno… al principio no quería ir sola…– Dejé de caminar mientras miraba hacia el suelo –¡Realmente quería que estuvieran ahí!, pero...– Los miré a ambos –Quería patinar a toda costa, ¿Saben algo?, al principio no pude hacerlo, solo podía observar cómo parejas y grupos de amigos patinaban felizmente mientras pensaba en lo mucho que me gustaría que mis amigos estuvieran conmigo en vez de sus aburridas horas laborales– Realicé un puchero –Y aunque no pude patinar en ese momento y aunque haya abrumado mis pensamientos con ideas de que, “Todo está perdido”, no me di por vencida. Al llegar la hora del cierre…– Miré a otra parte para parecer lo más dramática posible –Entré para poder patinar.




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