Patinaje

La perspectiva de Aylen

De camino a mi hogar decidí apagar el celular debido a las incansables notificaciones que me estaban llegando al mismo tiempo, sinceramente tenía miedo de volverlo a encender, pero al bajar ya del bus que me dejaba cerca de mi casa lo volví a encender para echarle un último ojito de curiosidad, seguía sin creérmelo, “¿Cómo pudo terminar esto así?”, es lo que me preguntaba, por otro lado, mientras caminaba sentía voces a mis espaldas y miradas que me incomodaban demasiado. Caminé lo más rápido que pude hasta llegar a la puerta de mi hogar y como acto seguido, encerrarme en mi cuarto sin aun poder creer del todo mi situación.

–¡Al fin en casa! – Mencioné junto con un suspiro para acto seguido tirarme en mi cama boca abajo –Que día…

En un momento a otro, en medio de mi tormenta de pensamientos sobre en lo que me estaba metiendo, no pude evitar quedarme dormida debido al cansancio, sin embargo, no fue por demasiado tiempo debido a que mi hambre supero cualquier sueño que podía estar teniendo, por ende, me levante con la intención de prepararme algo rico y rápido para cenar. Moria de hambre.

–Hmmm…– Dije mientras quedaba viendo lo que contenía el refrigerador –Creo que esto podría servir de momento.

Agarré unos fideos instantáneos y de forma inmediata los coloqué en el microondas mientras que, nuevas oleadas de pensamiento me inundaban haciendo poner en duda mis acciones. Sus palabras, el gesto de su rostro… esa frase, “Piérdete”, no podía sacarla de mi memoria, se estaba transformando en una espina que apuñalaba con suavidad mi corazón, no era intenso, pero si doloroso.

–¿Qué esperaba? – Solté una pequeña risa burlándome de mi misma –Que me dijera, “Si por supuesto, te enseñaré a hacer aquello que quieres lograr” … por supuesto que no, aun así… – Una pequeña lagrima rodo por mi mejilla mientras mis cristalinos ojos veían girar aquellos fideos que se cocían por el calor –Duele bastante, de verdad pensé… que podría ser él.

Alcé la mirada y al verme en un espejo que tenía cerca, me limpie aquella lagrima aceptando que soy una idiota.

–¿Qué estoy haciendo? – Me reí entre mi –¿Por qué me pongo así?... apenas nos conocemos, además… siempre fui tratada así por la sociedad… debería estar ya más que acostumbrada por el amor de dios– Me di dos golpecitos en las mejillas –De todos modos, soy la chica rara que tan solo estudia y esta con sus dos únicos amigos, es por eso que ponerme a llorar por esto es una idiotez, más bien, debería de preocuparme si Laura y Fernando son así conmigo ...es decir... son mis únicos amigos después de todo.

Luego de un par de minutos esperando, al fin terminaron de cocinarse mis fideos instantáneos. Me dirigí hacia la mesa para sentarme a comer, pero al ver lo vacía que se encontraba, no pude evitar sentirme triste. Hace varios años que aquella mesa está vacía, mis padres trabajan demasiado y no tienen tiempo de estar conmigo, aunque en si no es algo que realmente me duela... sí me doy cuenta que en aquellos días festivos como lo pueden ser navidad o fin de año, siempre estoy completamente sola con la mesa vacía en esta casa a la cual llamo hogar.

–Solo me gustaría que al menos en navidad, año nuevo o en mi cumpleaños... estén aquí, en esta vieja mesa que nos une– Dije mirando con tristeza aquella mesa mientras deslizaba mi mano en ella –Bueno, no tiene caso comer aquí – Me giré en dirección hacia mi habitación.

Mis recuerdos sobre mis padres no son demasiados, el más presenté que tengo es cuando mamá me regañaba mucho debido a que no le gustaba que comiera en mi cuarto, pero papá siempre entraba a defenderme. Son bonitos recuerdos, pero todo no es de color de rosa, me dejaron cuando tenía 10 años con mi abuela, la cual… falleció. Ella era como mi segunda madre la cual también me abandonó, la vida a veces es injusta y cruel, te quitan poco a poco todo aquello que amas obligándote a ser fuerte, cuando en el fondo, solo soy una niña llorona.

–¡Buen provecho! – Dije dando mi primer bocado.

Al termino de mi cena decidí dejar todo tirado y acostarme mirando el techo, ni siquiera me había cambiado, aún tenía el uniforme puesto, estaba echa un desastre sin lugar a dudas, pero ya nada importaba, solo quedarme perdida en mí misma mientras observaba el tejado con mi celular en silencio. Lo último que recuerdo es apagar las luces y quedarme profundamente dormida.

(10 de la mañana, 4 de febrero del 2026)

La molestosa alarma la cual ignoraba el modo de silencio de mi teléfono, empezó a sonar como si no hubiera otro mañana, esto solo provocó que me pusiera algo de mal humor.  

–Ya… Ya…– Dije bostezando intentando apagar la ruidosa alarma –¡¡Wuuaaaahhh!! – Aproveché para estirarme tanto como pude.

En eso, una voz femenina grita mi nombre haciendo que retumbase por toda la casa.  

– ¡AYLEN YA BAJAA LA SALA!

Me quedé helada, incluso pegué un salto de la cama entrando de inmediato en pánico.

–¡¡¿HABIA GENTE EN MI CASA?!! – Tragué saliva –Se supone que estaba sola en mi casa– Dije con algo de miedo –No puede ser Fernando y Laura ya que no les eh dado ninguna llave de repuesto.

Tomé un poco de aire y para provocarle miedo a mi asaltante, intenté hacer una voz de hombre super gruesa que sabía cómo hacer.

–¡¿QUIEN ANDA AHI?! ¡¡¡SAL DE MI CASA O TE DISPARO!!! – Dije deseando que funcionará –“Tengo miedo, no quiero ser violada tan joven” – Pensé repetidas veces mientras que a su vez también pensé –“Esa voz… me resultaba familiar”.

–¡¡NO TE HAGAS LA TONTA Y BAJA QUE SOY TU MADRE!!

–Oh…

Bajé rápidamente hasta la planta baja, al estar ya ahí, casi se me salen las lágrimas de la emoción, se trataba de mi madre y mi padre.

–¡¡¡¡MAMAAAAAA!!!!, ¡¡Has vuelto a casa!!

No podía terminar de creérmelo, mamá y papá vinieron a verme después de 7 años, por fin… después de tanto tiempo, los tengo de vuelta aquí conmigo. Me encontraba realmente muy feliz de poder verlos, ya quería abrazarlos nuevamente como lo hacía antes, sin embargo… todo se quebró cuando mi madre me soltó tremenda cachetada, haciendo que mi mejilla quedara sumamente roja.




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