Pecados capitales

9

Era de mañana, los primeros rayos del sol entraban por la ventana de la habitación de Ónix. Nube observaba con una sonrisa tierna a su amante demonio.

Extrañada, miraba aquellas facciones que, por primera vez no mantenían ese ceño fruncido tan característico del demonio. A Nube, se le hacía tierno, y creía que Ónix era un angelito disfrazado de demonio cuando dormía.

Mientras Nube acariciaba cada contorno del rostro de Ónix, despertándolo, y quién la veía extrañado, pero, al mismo tiempo esbozándole una tierna sonrisa, la cual provocaba que sus ojos brillarán con esa luz del amor.

Ambos cruzaron miradas, quedando totalmente hipnotizados. A su alrededor no había ruido o murmullos que lo distrajeran, eran solo dos enamorados.

Poco a poco Ónix se acercaba a Nube, a tal punto que ambos podían sentir la respiración del otro, y sin previo aviso, el demonio besó de manera tierna a su amada. Conforme pasaban los segundos, aquel beso se intensificó, encendiendo las brasas del amor.

Ónix comenzó a acariciar con su boca, cada centímetro del rostro de Nube, iniciando de la comisura de sus delgados labios, pasando por la de sus oídos y terminando en su cuello, dejando un rastro de besos en cada centímetro de su delicada piel.

Cada caricia recibida por parte de Ónix era una serie de sensaciones extracorporales para Nube, provocando que lo disfrutará. De un momento a otro, los papeles se invirtieron quedando, Ónix en la parte de abajo de Nube.

—Ahora es mi turno de consentirte, Ónix —comentó Nube en medio de un ambiente de lascivia y placer.

—A ver cuánto te dura, Nube —respondió desafiante Ónix —. Aquí yo soy el dominante.

Dicho esto, Ónix esbozo una sonrisa pícara, la cual molestó a Nube, comenzando a acariciarlo. Mientras besaba a su demonio con pasión, con el dedo índice, recorría lentamente cada centímetro de su dorso, ocasionando que Ónix de vez en cuando intensificara el beso.

•••

En el palacio supremo se encontraba un ángel echando rayos y centellas, mientras buscaba a su rey, y una vez que lo encontró se dirigió hacia él.

—Señor, hay un problema con el libro —argumentó Amy serio.

—¿Ahora que pasa con el libro? Pensé que no ibas a fallar en esta ocasión Amy —regañó el rey.

Amy le contó a su rey, que había un demonio muy poderoso que igualaba el poder del rey del Inframundo, anonadándose el rey de los ángeles.

—¡Nadie puede superar el poder de Hades!

Aun así, Amy informó a manera de excusa, de que dicho demonio le faltaba poco para alcanzar a su rey.

—¿Cómo es posible que no puedas acabar con la impureza de aquella humana? Se supone que eres el segundo ángel más fuerte que hay en todo el reino Supremo.

De nuevo, el ángel se disculpó con su superior, pero en vez de justificarlo, se intrigó más por saber el nombre del demonio que tenía tal sorprendente poder, quién Amy le confirmo que se trataba de Ónix.

También le comunicó que, por su culpa, no había podido acabar con la impureza de Nube. Ante la noticia, el rey se enojó, ordenando a Amy que fuera en busca de aquel ángel para que lo ayudará a asesinar a la chica.

Antes de marcharse Amy, le preguntó a su rey, que ¿Cuál era el afán de conseguir el libro maldito? Lo que le respondió, que contiene la información de como acabar con el Inframundo, entendiendo de inmediato el ángel.

•••

Era de noche, la luna comenzaba a elevarse en el cielo estrellado. Ónix y Nube se encontraban riendo en el parque, cuando, de repente, aquella felicidad del demonio se transformó en un mal presentimiento, y tal como dijo; dos ángeles aparecieron frente a ellos.

—¡Largó! —gruñó Ónix.

—Vamos. Esa es la forma de recibirnos, Ónix —sonrió de lado uno de los ángeles.

—Luego de tantos años, así me recibes Ónix —continuo el otro ángel.

—Jasper, Amy, ¡Lárguense! A menos que quieran morir.

Jasper no le dio importancia al comentario emitido por Ónix, ya que le prestaba más atención a su pequeña presa.

—Dudo que puedas contra los dos, Ónix —advirtió Amy.

Dicho esto, tanto Ónix cómo Jasper comenzaron una pelea, siendo aprovechada por Amy, quién se acercó a Nube.

—Ay no ese Ónix, tan despistado como siempre —sonríe de manera sádica Amy, mientras sacaba su espada blanca —. Te dejó sola y desprotegida, esto será más fácil de lo que pensé.

—¿En verdad piensas que Ónix es estúpido?

De pronto, unos gruñidos furiosos, obligaron a Amy retroceder de la zona oscura, y sin mediar palabras, aquellos perros negros como la noche lo atacaron.

—Te has vuelto tan poderoso —añade Jasper chocando su espada con la catana de Ónix —. Esto es emocionante.

—Tú no has cambiado mucho.

—¿Eso crees?

En un punto de la batalla, Ónix y Jasper se detuvieron, para mirarse fijamente unos segundos. Cuando iban a reanudar dicha pelea, Amy llega con su ropa rasgada, extrañando al otro ángel.

—A ti ¿Qué te pasó?

—No es de tu incumbencia —vocifero Amy.

—Ni me importa. ¡Ónix!

—¿Qué demonios quieres?

—Fue un placer verte, pero, debemos irnos. Nos veremos más pronto de lo que crees.

Dicho esto, ambos ángeles desaparecieron, dejando un Ónix molestó, y a una Nube confundida junto a dos perros.

—Vamos —indicó Ónix.

—No sabía que tenías perros.

—Solo aparecen cuando los llamó —Ónix se encoge de hombros.

—Son lindos —añadió Nube acariciando los perros.

—No te confíes tanto de ellos. Sí lo ordenó, ellos te matarían sin pensarlo —añadió de forma juguetona.

Ónix ordenó a los perros que se fueran al palacio, desapareciendo en la inmensidad de la noche. Acto seguido, ellos comenzaron a caminar agarrados de la mano, hasta el hogar del demonio.

Una vez allí, Nube se fue a dormir, junto a Ónix, quién la abrazaba, mientras pensaba en lo sucedido horas atrás.

«Ellos dos deben tramar algo, y no es nada bueno».




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