Peligrosa atracción

Noveno capítulo.

A la muerte se le toma de frente con valor y después se le invita una copa- Edgar Allan Poe

Maddie. 

 Bufe por quinta vez, tome el dibujo entre mis manos, vi fijamente aquel trazo fino y delicado, un pedazo de papel que me daba la psicóloga para que dibujara mis pesadillas o cualquier evento traumático del que me acordara. 

Pero... yo simplemente lo utilizaba para hacer diferentes dibujos de una sola persona. 

Adrián... mi piel se erizaba al recordar la hermosa y cálida sonrisa que le daba a aquella mujer con la que se encontraba en la tarde.

 Después de encontrarlo con la chica pelirroja he decidido dejar de verlo -es por tu bien- decía constantemente mi mente.

 Tome el dibujo entre mis manos y aplaste, hasta que este tuviera un parecido a una bolita de papel. Si algo me había enseñado la vida era a no salir sola de mi cuarto, ni en este lugar ni en ningún otro. ¿Qué puedo perder? ¿La vida?

 Reí bajo y caminé hacia la azotea, teníamos prohibido subir ahí por los chicos con depresión, hace 3 años un chico subió allí, se quitó la vida, por eso prohibieron la entrada. 

Caminaba tarareando con cuidado de no ser vista por los guardias, acompañada del sonido de grillos y el cantar de la brisa que entre versos calmados contaba y recordaba aquel incendio que tanto intentaba olvidar. 

Escuche unos pequeños susurros y mi piel se erizó sin embargo no preste atención, siempre los escuchabas acompañados de aquella imagen que me atormentaba.

- ¿Qué haces aquí, Maddie?- pregunto una voz ronca en mi oído. 

Chillé asustada y me volteé horrorizada con los ojos cerrados. 

-Abre los ojos, tonta-

 - ¡tú! CASI ME MATAS- exclamé molesta 

- ay, no sabía que eras una cobarde- ni sibias qui iris ini cibirdi IDIOTA

- ya viste que si ¿Qué quieres Adrián? - en el fondo me alegraba oír su voz- 

-a ti ¿Por qué me has ignorado toda la tarde? – "a ti" mis mejillas tomaron un color rojo y una pequeña electricidad recorrió mi espina dorsal 

 - porque se me da la gana, deberías decirle a la chica que te acompañe más seguido, sonríes con ella y no tienes tu humor de perro feo- 

- oh, ¿acaso estás celosa? - ¿Qué? ¿YO?

- claro que no- 

- ¿a no? - se acercó peligrosamente a mí, por lo que instintivamente retrocedí chocando con una pared. 

Recórcholis, pared fea, Adrián feo. 

- No- dije en un pequeño susurro, su repentina cercanía me ponía mal. 

- Lo estas, pero no deberías- tomo mis mejillas y cerré mis ojos, dejo un corto beso en mis labios.

se separó de mí, beso mi frente y camino hacia no sé donde. 

Dejándome con mil sentimientos y un par de elefantes en mi estómago. 

¡ADRIÁN ME BESO!
 




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