Esa mañana cuando abrí los ojos supe que algo no iría bien. Me lo advirtió esa sensación extraña en el estómago. Pero no fui tonta, tenía que estar preparada para todo, así que con todo el pesar del mundo cogi mi portátil inserte la USB de Esteban y esperé a que el ordenador respondiera. Me mostro una carpeta sin nombre la abrí y adentro habían dos documentos:
Investigación 1
Investigación 2
Abrí el primer archivo y leí el contenido:
"Si estás leyendo esto es porque ya estoy lejos o en el peor de los casos, muerto"
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Aparte las ganas de echarme a llorar y segui leyendo.
"Al igual que tu, yo también tenía dudas de lo que pasaba dentro del grupo Murk. Al principio crees que son meras coincidencias pero cuando ves que múltiples cuentas millonarias no cuadran, cuando hay conferencias a altas horas de la noche con personas que van todas tapadas desde los pies a la cabeza, cuando carros de cargas merodean en las madrugadas y cuando contratan a empleados extranjeros con situación de calle a trabajar después de que las puertas se cierran te hacen preguntarte:
¿Qué ocurre? ¿Porqué contratan a personas sin el nivel de educación superior que exige la empresa?. Y todo ello me llevó a una respuesta que no tarde en confirmar.
Venta ilegales de productos.
¿Qué tipo de productos?
Eso lo descubrí un mes después cuando pude infiltrarme. Sabia que aquella noche me estaba jugando el todo por el todo pero que más daba, ya estaba metido hasta el cuello.
Examine varios posibles puntos que me pudieron servir para escabullirme. Me sorprendí cuando dos de aquellos puntos eran utilizados como entrada y salida y la idea que de eran puntos abandonados y desolados desapareció de mi cabeza.
Logré entrar. A esas horas el edificio murk estaba cerrado pero la entrada subterránea estaba abierta de par en par. Haciéndome pasar por uno de ellos inspeccione el área hasta que hora después pasó lo que estaba esperando. La llegada de los camiones de carga.
Como si fueran hormigas todos los trabajadores se movieron en orden y sincronizados (hacer lo que le correspondía). Fingir ser uno de ellos fue lo que más me costó. No sabía a dónde íbamos ni con qué me iba a encontrar.
Nos ubicaron en filas y nos dirigieron a la salida externa; el trabajo era descargar todas las toneladas de bolsas forradas que acababan de llegar. El corazón me comenzó a galopar con tanta fuerza al percatarme que todo aquel cargamento era droga.
Lo que hacen a esas horas cuando todos duermen es descargar toneladas de drogas y almacenarlas en las profundidades del edificio.
Aceptar aquella realidad me costó días, tanto asi que por un tiempo estuve fuera de mí. No sabía lo que hacía ni en la gravedad del asunto donde estaba metido. Me obligue a reaccionar y volver a la realidad, una realidad que me golpeó con todas las fuerzas del mundo.
La idea era clara; desmantelar lo que esconden los dueños de Murk. No sería fácil, muchas personas importantes y poderosas estaban detrás de la distribuidora de droga que hacían camuflar como una empresa digna y prestigiosa que ayudaban a ciento de sociedades benéficas...
Cerré la portátil.
Pasmada, estupefacta, en shock y todas aquellas expresiones que se emplean para describir a una persona que queda inmóvil como lo estuve yo por semejante revelación.
Ya todo tenía sentido. Veía las cosas de otro ángulo.
Esteban se encontró con cosas que lo llevaron a la muerte, la investigación era la prueba de ello.
¿Correré con la misma suerte que corrió él?
No lo creo.
Solo tengo que saber mover mis fichas para lograr mi objetivo y todos los responsables de la muerte de Esteban pagarán por lo que hicieron.
—Buenos días —Entre como de costumbre al despacho. Miguel me observó por una milésima de segundo antes de responder.
—Buenos días, Ana. Menos mal y llegas; hoy tendremos un día muy cargado así que te necesito al 100%.
—Vine con un 200% cargada de ganas de trabaja, así que usted mande.
Sonrió de lado sin dejar de ordenar papeles sobre el escritorio.
Me acerqué.
—¿Que tal si yo termino esto y tu le confirmas a los iraníes la hora de la junta?
A Miguel se le iluminó el rostro.
—Excelente idea —Se colocó que pie—. No sé que haría sin ti, me alegra que estés de vuelta—. Me cogio del mentón y me estampó un beso fugaz. Tarde segundos en procesarlo, había pasado días de la última vez que nos besamos y ya sentía que mis labios lo extrañaba. Sonreí a la vez que lo veía comunicándose con los iraníes.
Miguel no exageró cuando me dijo que había mucho que hacer, estábamos full de trabajo y temia que no descansaría hasta muy tarde en la noche.
Almorzamos dentro del despacho mientras revisamos correos, apartamos citas, chequeamos documentos que iban y venían a cada diez minutos. A las dos de la tarde partimos a la empresa, Miguel estaba algo nervioso y no es para menos; la reunión con los iraníes de salir bien prometía un gran avance al grupo Murk.
—¿Voy por tu café? —le pregunté cuando entramos a la oficina, coloqué todas mis cosas donde siempre y me giré hacia él.
—No hace falta —no dejaba de ver la hora en su reloj—. La reunión empezará dentro de poco, no dará tiempo.
Asenti estando a punto de devolverme hacia mi puesto cuando vi la preocupación pasar por su rostro.
—Ana... —me llamo inmóvil.
—¿Sí?
—Creo que olvidé la propuesta que le presentaré a los iraníes dentro del cajón de escritorio.
Revisó todas las carpetas desordenado papeles y documentos importantes.
—No esta... ¡Maldición! —Golpeó el escritorio con fuerza—. ¡¿como pude olvidarlo?! La reunión empezará dentro de 20 minutos.
Decidí intervenir.
—veinte minutos es suficiente tiempo para ir y venir con la propuesta— empecé—. Iré a la mansión a buscarla, tú te puedes quedar aquí para recibir a los iraníes.
Por segunda vez en el día el rostro de Miguel se iluminó por otra de mis brillantes ideas, pensé que me volvería a besar pero no lo hizo. Me estrechó con fuerza sobre su cuerpo envolviendome en sus brazos. El magnífico olor de su perfume llenó mis fosas nasales y sentí la necesidad de no soltarlo nunca.
Agarré mis cosas y emprendí camino a la salida.
—¿Para que llevas eso? —Se refirió a mi bolso de mano—. Se supone que solo irás por la carpeta que se quedó en el cajón del despacho.
Lo miré sobre mi hombro.
—La voy a necesitar —Le sonreí antes de salir de allí, y en menos de diez minutos ya el chófer había aparcado en la mansión.
A paso veloz me apresure en entrar al despacho. La casa estaba silenciosa, extrañamente no había nadie. No me quedé averiguar en dónde estaba todo el mundo. Corrí por el pasillo y abrí la puerta de un manotazo.
Solo fueron tres pasos los que di desde el umbral al centro del lugar cuando la silla de Anibal se giró y dos ojos negros profundos me atravesarán por completo.
—Que bueno es volver a verla, Asistonta.
《Roman Cuello》
Me había asustado al verlo aparecer como alma en pena.
—¡¿Estas loco?! Me vas a matar de un infarto.
Su cara se contrajo en una sonrisa.
—No se va a perder nada bueno.
Frunci el ceño indignada pero decidí ignorarlo, tenía cosas más importantes de que preocuparme.
—Como sea, estoy súper apurada. Solo vine a buscar unos papeles, Miguel me espera en la empresa para...
Me hizo callar en el momento que se puso de pie y rodeó el escritorio arrecostandose en el mismo justo al frente de mí.
Cierra la boca y escucha —dictaminó con seriedad—. ¿Sabes a qué vine? —preguntó y negué con la cabeza por lo que siguió hablando—. Te he investigando, te he estado siguiendo, he recolectado tanta información sobre ti que sé de tu existencia desde que estuviste en las bolas de tu papá hasta la presente fecha. Y me siento muy satisfecho con la investigación, por algo soy la mano derecha de Anibal.
El corazón me retumbó con fuerza en el pecho amenazando con salir por mi boca. Retrocedi sin pensarlo. Sus ojos fijos sobre los míos, esa sonrisa endemoniada en su cara sólo me hicieron saber una cosa... estoy perdida.
El grandísimo imbecil que tenía al frente se atrevió a investigar mi vida, mis secretos, mi propósito... mi todo.
—Al primcipo anibal me negó investigarte; me dejó en claro que sabía todo sobre ti y que eras de confiar. Que tan equivocado estaba.
Disfrutaba ver el miedo en mi rostro, verme acorralada como un animal indefenso.
—A mi nunca me generaste confianza, desde el primer día que te vi siguiendo a Miguel supe que no eras de confiar y no me equivoque.
—No se de que me hablas —Me hice la desentendida—. Ni a donde quieres llegar...
—¡Silencio! —me calló de un grito—. Si que sabes de que estoy hablando.
Al parecer el desgraciado tenía mucho que decirme y no iba acabar hasta soltar todo lo que tenía para decirme.
Me tranquilice al saber como iba acabar todo.
—Cuando te asocie con Esteban la pieza del rompecabezas que no encajaba tomó su lugar, allí supe que ese imbecil te dejó al tanto de todo a lo que tuvo información —Apreté los puños a mis costados—. El muy idiota pudo haber seguido viviendo si fuera tomado buenas decisiones.
—¿Fuiste tú? —La pregunta salió sin previo aviso—. ¿Tu lo mataste?
—Yo no he matado a nadie —rio—. O por lo menos no a él.
—Puede que no, pero igual estás involucrado.
Soltó una carcajada.
—Te basas en suposiciones, me sorprende viniendo de ti.
Apreté los dientes al momento que me acerqué a él.
—Tarde o temprano vas a pagar... corrijo, van a pagar. Todos ustedes, lo juro por Dios.
La sonrisa que tenía Roman se ensanchó aún más.
—¿No te importará llevarte a tu amado Anibal y a tu amante Miguel en el intento?
Apreté más los dientes antes de responder.
—Que caiga quien tenga que caer.
Hizo una cara triste
—Lastima por ti —volvió a ensanchar una sonrisa macabra—. Anibal y todo el mundo van a saber quien eres realmente antes de que puedas hacer algo encontrar de nosotros o la empresa. Vas a desear hacerle compañía a tu amiguito en el infierno, Anastasia, ¿o prefieres que te llame por tu verdadero nombre?, Carmin.
Aproveché el momento donde bajo la guardia creyendo que tenía al toro agarrado por los cachos y de un movimiento rápido saque la jeringa dentro de la cartera (la tenía preparada para la ocasión) se la clavé en el cuello sin previo aviso. Forcejeó pero ya era muy tarde, el líquido corría por su la venas y los efectos llegaron enseguida. Se retorcía como gusano en el suelo.
—Al parecer no hiciste un buen trabajo al investigarme —Pasé sobre él, cogi la carpeta que me indicó Miguel al tiempo que me posicione en el umbral—. Fue un placer conocerte, Roman —cerré la puerta sin mirar atrás.