Pensamientos de una egoísta

CAPÍTULO 7

La sociedad tiene que ver el cumpleaños de la heredera de una de las empresas más importantes de Europa.

Esa era la frase de mi mamá que contaba la cuenta regresiva del que será llamado el día más desastroso del año, mi cumpleaños número 16. Año en el que injustamente fui votada de casa.

No tenía las agallas para hacer frente a un nuevo cumpleaños.

Gritos.

Disculpas. Por parte de los empleados, claro está.

Reclamos.

Y más reclamos dirigidos hacia mí, por parte de mi mamá es lo único que se escuchaba en esa inmensa casa. Mi mamá quería que todo estuviese perfecto, porque ese día era el día en el que yo me haría más responsable y más consiente de mis actos, y así fue, pero no como ellos querían.

Mi mala suerte llego justo cuando mi madre quería que me pruebe el vestido.

Al parecer caminar por el jardín ese día también era peligroso, me caí y me raspé la cara, no hubo más daño más que mi cara, pero para mi mamá ya era el fin del mundo.

Me llevo al hospital, aunque solo era un rasguño, ella tenía miedo de que se me quede una marca, así que de ida y de regreso me gritó diciéndome que soy muy torpe, que he arruinado la fiesta, que voy a malograr la buena imagen de la familia, que les avergonzaré, y muchas otras cosas más que ni me acuerdo.

Solo recuerdo que ni bien llegamos a casa subí a mi habitación y me encerré. Recuerdo también que en ese momento hubiera querido llorar, mas ninguna lágrima salía de mis ojos, ni resbalo por mi cara; si en ese momento hubiera llorado, hubiera llorado de tristeza, de dolor, de rabia. Pero no lloré, no lloré porque nunca me permití llorar, nunca me permití mostrarme débil ante otros, mi máscara esconde mis lágrimas, esa máscara a estado escondiendo esa parte débil de mí que ya no quiere salir por miedo a ser desechada.

Al igual que otras veces mi garganta se secó, mis pupilas se dilataron y en lo único que pensé en ese momento fue en la venganza.

No ver las lágrimas en mis ojos hizo que me convirtiera en alguien que es incapaz de actuar como alguien que está acorde con sus sentimientos.

—Podrías simplemente dejar mirarme y caminar rápido — dice mi mamá.

—No, simplemente me estoy dando cuenta de que ya estás vieja. — respondo siguiendo el paso.

—Eres extraña.

—ya lo sé — respondo subiendo hacia mi habitación.

—Luisa vienes a cenar, hoy los Russell vienen a cenar con nosotros — dice cuando yo ya estoy terminando de subir las escaleras.

—Pero, porque vienen a cenar, es que no tienen casa — pregunto con fastidio.

He estado ignorando a Carlos desde ese día en el que confesé toda la verdad, o desde el día en el que me abrazo y tuve un ataque de pánico. Bueno ambos hechos son en el mismo día, así que …

Al parecer el mundo no permite que se le trague la tierra aún.

—No seas malcriada, viene porque hoy es el cumpleaños de la hija de Carla, y vamos a hacer una pequeña fiesta.

—Desde cuando tú haces fiestas pequeñas — pregunto con sorna.

—Desde el día que te fuiste, así que te quiero ver aquí a las siete. — dice enfadada, supongo que por lo que dije.

—Tengo cosas que hacer, y no creo que pueda bajar, así que… -

—Así que nada, tú bajas y punto —  interrumpe señalándome.

—Si puedo bajo, si no, no — respondo mientras me encamino a mi habitación a prepararme.

Amo a mi hermana, pero eso no quiere decir que deje a un niño muriéndose de hambre, solo por el simple hecho de que ella este haciendo acto de presencia. Aparte sé que habrá personas que me mirarán mal y no querrán hablar conmigo porque soy una cualquiera, palabras de ellos, no mías. Yo no discrimino, pero las costumbres de mi familia son muy tradicionales, y a mí me gusta romper esas costumbres y hacerlos rabiar a todos.

En mi familia las mujeres deben vestirse pulcramente, ya que son damas de la sociedad, ellas no pueden andar diciendo malas palabras, y su maquillaje tiene que ser decente, porque si no avergüenzas a la familia.

Ni que fuéramos de la alta realeza.

Desde que cumplí quince mi mamá me lo ha repetido hasta el cansancio como debo vestirme, como debo comportarme. Sin embargo, a mí me gusta hacer lo que yo decido, nadie maneja mi vida. A Ericka la controlaban, controlaban sus calificaciones, su manera de vestir, de hablar, hasta le buscaron marido. Ericka una vez me contó que mis papás entraron a su habitación y le dijeron “prepárate la próxima semana te casas, ya todo está decidido y planificado, no quiero ninguna queja, aun vives bajo mi techo y por lo tanto haces lo que yo digo” me dijo que nunca esté bajo el mando de nadie, que nunca haga caso a mis padres, porque ellos no se comportan como unos. Esas palabras se quedaron grabadas en mí, y cuando cumplí 15 años las hice valer.



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En el texto hay: secretos, amor, dolor

Editado: 04.03.2019

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