Pensamientos en la cuidad de plata

La vida de un pájaro

En repetidas ocasiones ha deseado ser un pájaro, como al que sostiene y alimenta sobre su regazo en el encantador balcón de su hogar, contemplando el cielo despejado a través de las rejas mientras la suave brisa de primavera remueve sus cabellos azabache y los rayos del sol dan calidez a su piel.

Fijó la vista en la bella ciudad que se extiende ante ella, hermosos cerros llenos de vida, calles coloridas y adornadas por la alegría de su gente, un lugar perdido en el tiempo, toda una maravilla visual. Sin embargo abundaba en ella el rechazo a tal belleza, llegó a aquella ciudad por voluntad, pero al recorrer las calles no era más que una sombra, una presencia que nunca resonará en el corazón y alma de alguien más.

El lindo pajarito castaño terminó de alimentarse y frotándose ligeramente contra la palma de su mano, como si diera las gracias, retomó el vuelo. Cada día llega al enrejado balcón un pájaro a hacerle compañía, trayendo consigo un pequeño destello de felicidad.

Contempló a la avecilla volar hacía lo desconocido, ¿Quién no quisiera la vida de un pájaro? Libre de surcar los cielos, emprender una nueva aventura cada día, sobrellevando la crudeza de la vida con un melodioso cántico y viviendo cada instante con entusiasmo. Aunque ha oído que el humano puede vivir así, ¿Por qué ella sólo ve la posibilidad de ser feliz no siendo un ser humano? Quizás nunca encuentre la respuesta.

El resto del día transcurrió como los demás, sin salir de su casa, realizando las tareas del hogar y haciendo lo mínimo para vivir. Cada día se levanta sólo para esperar que la hora de dormir llegué otra vez.

Al caer la noche, apagar las luces se vuelve una tarea complicada por la despreciable puerta a un lado de los interruptores. Observarla pone en jaque la cordura, desea sellarla, su presencia hace acelerar el corazón, su cuerpo empieza a sudar frío y una sensación de terror le da punzadas en la espalda. Aborrece esa puerta, al observarla detenidamente pareciera volverse más grande e imponente, haciendo sentir insignificante a cualquiera. En un rápido movimiento apagó las luces y corrió a ocultarse bajo las sábanas de su cama.

A las afueras se escuchan risas y alegría, las personas cantan , bailan , viven y ella se queda ahí, observando a la nada mientras una lágrima se desliza sobre la delicada mejilla. En el lugar dónde debería sentir los latidos del corazón sólo percibe un nudo, un vacío que arde y sube a la garganta. Sin saber cuándo tiempo pasó, la joven cae dormida.

Se despierta con malestar, como si no hubiese dormido. Al levantarse, toma un poco de alimento y se dirige al balcón a esperar al pájaro de hoy. La mañana transcurre con gran pesadez, la espera ha sido mucha, ningún pájaro llega hoy; su alma se rasga un poco más. Resignada y guardando el llanto, regresa a la cama, acompañada sólo por el aura de la soledad.

De pronto, el fuerte rechinido de la antigua puerta puso en alerta sus sentidos. Temerosamente salió de la habitación blanca, no había nadie. Pero la horrorosa puerta, causante de pesadillas, está abierta.

Todo dio vueltas, con esfuerzo apenas puede respirar, pero algo le atrae. Avanzó cautelosamente y se detuvo a un paso de estar fuera.

Miró fijamente el exterior, parece ser un armonioso día, hay sonrisas, entretenimiento, música y en especial felicidad. A la lejanía se escuchan susurros invitándola a formar parte de aquél ameno exterior, recorre en su cuerpo la necesidad de salir, pero la voz interna anuncia repudio y miedo.

¿Dónde está la felicidad si no la encuentro entre los demás ni en mí misma?

Piensa ella sosteniendo la puerta temblorosamente, un paso y estaría fuera, un paso y podría encontrar el camino que alivie su espíritu... Violentamente cerró la puerta y el odio comienza a recorrer su cuerpo, sé odia por no luchar y no amar quien es. Extraño en verdad, quiere algo y a la vez dice que no vale la pena, como una pieza de rompecabezas que no embona, entristecida por encontrarse sola y a la vez queriendo estarlo.

Toda motivación para cambiar la agonía y renacer se ha desvanecido de su jovial alma. Volvió a la habitación donde encontró a un pajarito a mitad de la prisión blanca. La poca fortaleza que aún tenía le abandonó, dejándose caer de rodillas. Las lágrimas comenzaron a caer.

- Es momento de que me acompañes en el vuelo -dice tarareando una dulce voz.

La chica levantó la mirada sobresaltada. En la habitación sólo estaban ella y el pájaro.

- Yo no sé volar -respondió

-No importa, aprenderás o ¿prefieres quedarte sobre el suelo para siempre?

Su cuerpo comenzó a sentirse extraño. Como si fuera la más delicada de las plumas, se hizo una con el viento y finalmente escapó por el balcón junto al pajarillo volando a su lado.

Surcando el cielo puede que encuentre una corriente que guíe su vivir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.