Acostada boca arriba en el piso, en medio de la habitación, contemplo inmersa el gran techo blanco que yace sobre mi mientras siento el frío azulejo en mi espalda, recordándome que estoy viva.
Inhalo el perfumado aire de la solitaria habitación y exhalo delicadamente, estoy viva, pero ¿Hay algún aspecto de mi existencia al que se le pueda llamar vida?
El único sonido en mi acogedora prisión de cuatro paredes blancas es el constante Tic-Tac de un viejo y desgastado reloj.
Tic-Tac, Tic-Tac, mi corazón se sincroniza al compás del péndulo.
Ah, mi corazón, latiendo cálidamente en un cuerpo sin vida. Que desperdicio de bendición.
Continúo observando el techo blanco y mi mente se pierde divagando en fantasías y aventuras que nunca existirán, en una mejor forma de vivir que no creé por miedo a vivir.
La habitación solitaria está, hay un cuerpo, pero no un alma.
En mí no hay anhelos que me impulsen a vivir.
Tic-Tac, Tic-Tac, el reloj avanza y sigo derrumbada.
Tic-Tac, Tic-Tac,el reloj avanza junto a mi vida.
He marcado mi destino, arruinando todo, nunca podré salir de mi prisión blanca.
Esperaré en esta habitación blanca a que el reloj, junto a mi corazón, ya no suene más.