El comienzo de todo fue un simple rumor que pasaba de boca en boca hasta que llegó a mis oídos. Si mal no recuerdo, era sobre una enfermedad que parecía una gripe, pero que mataba a las personas con rapidez. Debo admitir que al principio no pude evitar reírme, o sea, ¿Qué me estaban tratando de decir? ¿que todos moriríamos por un estornudo? Ya había tenido sufuciente de eso del fin del mundo, que se acabaría en tal fecha y que la raza humana se estinguiría tal como los dinosaurios, y bla, bla y más bla. Creí firmemente que todos los adultos (sobre todo las viejas chismosas del vecindario) estaban exagerando. Y creo que reaccioné peor cuando escuché de casualidad que el "virus" inició y estaba en China. "Está hasta la parte opuesta del mundo, ¿qué tanto nos preocupamos?" Pensé tontamente. Nunca, en mi corta vida, creí que viviría algo así.
Las noticias llegaron cada vez más y más a nosotros, dejando claro que esto no era una simple broma, ni mucho menos algo que se pudiera controlar en una solo lugar. Antes de lo que me diera cuenta, las primeras víctimas caen a manos de ese virus en mi ciudad. Recuerdo cómo la gente estaba escandalizada, pensando en lo que les podría suceder a ellos y a sus familias. ¿Y yo? Yo seguía escuchando a los demás.
No me malentiendan, no soy una acosadora que sólo oye lo que dicen a su alrededor, claro que no, sólo que yo no tenía la culpa de que las personas hablaran tan fuerte en el autobús y que todos pudiéramos oírlos. A parte, no puedo describirme a mí misma como una persona conversadora (aunque algunos digan que sí), así que no tuve el valor de hablar con alguien de este tema. O mas bien, creo que fue la falta de tiempo para conversar lo que provocó esto. Antes de siquiera pensar en la posibilidad de anular las clases, nos dijeron, con un tono fuerte y claro: "Hoy es su ultimo día aquí en la escuela, a partir de mañana nadie vendrá aquí".
Debo admitir que fue un duro golpe para mí, porque eso implicaba no poder estar con mis amigas y mis maestros, incluso las dudas empezaron a embarcar mi mente sobre cómo sería nuestra educación o cómo seguirían las clases. Ahora que lo pienso... ¿Qué adolescente normal de la cabeza se preocupa por eso? Sí, definitivamente necesitaba un arreglo en los tornillos del cerebro. Y no se quedó ahí lo que pasaba. No, claro que no. Siguieron las desgracias una tras otra como cuando pones una ficha de domino detrás de una y las tiras: caen de manera consecutiva, no puedes detenerlas y seguro rompiste todo el juego. Bueno, pues así me sentí yo al momento en que anunciaron la cuarentena.
No pueden salir, deben quedarse en su casa, deben cubrirse completamente, usar guantes y cubrebocas... ¡Oh! Y no olvidemos el antibacterial, gracias (Nótese el sarcásmo). Las costumbres y la vida diaria de todo el mundo cambió, literamente. Esto ni siquiera podíamos considerarlo una epidemia... ¡Era una pandemia! No solo a mi país, a todos les estaba llegando lo que llamaron como COVID-19. ¿Por qué ese nombre? Ni idea, sólo sé que el 19 surgió porque se descubrió en diciembre del 2019 (Para aclarar, estamos en el 2020; Digo para todos aquellos olvidadizos que estan leyendo esto pero no recuerdan ni la fecha y para los que lo leeran en muchos años en el futuro) y no conozco más.
Así que aquí estoy, dentro de mi casa, encerrada y sin nada qué hacer... ¡O eso me gustaría decir! Tengo muchas cosas qué hacer, si me detengo, caeré en la desesperación, seguro. Aunque me estoy ahogando con tantos pensamientos en mi cabeza que quieren salir, puedo jurar que todavía tengo la suficiente fuerza mental para soportar sus constantes protestas por querer que las exprese de una u otra manera. Y para esa misión, escogí escribir este libro.
¿Quieres adentrarte en la mente de esta loca niña? ¡Anda! Te divertirás mucho, te lo prometo.