Derramó el rojo vino por la suave tela.
Ella ardía en furia
mientras el líquido sangrante se perdía en el brillante carmesí.
Un tirante estaba roto y el escote destrozado.
Lo odiaba y lo amaba como a ninguno.
Quería arrancarlo a tirones y quedarse vestida en su propia piel,
la piel que tan pocas veces él usó.
Una traición, dolor, rencor y amor.
Todo, conjugado y enfundado en ese exquisito regalo,
pues ese vestido se lo había dado él.