Penumbra

Capítulo 3: Pesadilla real

Contraigo los párpados tan amplio como me es posible y me siento de inmediato en la cama. El miedo que me recorre hace que mis manos tiemblen y aprete las mantas tan fuerte que la piel de éstas palidece. Miro hacia todos lados buscando el origen de aquellas voces, pero sólo encuentro a mi madrastra a mi lado con facciones de preocupación. Mi padre se apresura a ingresar a la habitación.

— ¿Qué sucede? —pregunta mirándonos. 

Yo meneo la cabeza, soy incapaz de hablar, mis ojos están aguados y sólo quiero llorar.

—La desperté porque estaba gritando.

Es Dorothy quien responde.

— ¿Otra pesadilla?

Yo lo observo y asiento.

—Traeré agua, tú quédate con ella.

Cubro mi rostro con ambas manos. No entiendo por qué tengo estos extraños sueños sin imagen y con voces aterradoras que me piden auxilio.

—Respira profundo, todo está bien, estás en casa y tu familia te protege cielo, respira.

Yo intento hacer lo que él me dice, pero me es difícil continuar así. No puedo escuchar más esos gritos que ahora me dicen más cosas que antes y pronuncian mi nombre.

— ¿Papá qué averiguaste sobre el bosque?

Pregunto intentando encontrar una respuesta lógica. Se sienta en mi cama y palmea mi espalda.

—Pregunté a varias personas y busqué en los archivos, pero no encontré información sobre ermitaños viviendo en estos bosques. Sin embargo, hay algunos viviendo en bosques lejanos, tal vez se hayan movido de lugar y no haya registro de ellos... ¿Volviste a escuchar algo?

Yo asiento.

—Voces, hay personas que gritan pidiendo ayuda —digo desesperada.

—Alana, aún no me había dormido, estuve volteando en la cama por lo que Dorothy había salido de la habitación para traerme algo de leche tibia, pero luego te oí gritar, por lo que salí corriendo para saber qué sucedía y en todo este tiempo no he escuchado a alguien gritar desde el bosque. —Lo observo atenta—. Hija esos gritos sólo están en tus sueños, son pesadillas, no son reales... tal vez deberíamos buscar ayuda de un psicólogo.

Lo dicho, ¡estoy loca!

—Papá lo siento, yo no quiero ser un problema.

Jamás desee serlo, por eso no me quejé cuando estábamos solos, cuando se casó, cuando nació mi hermana, cuando dijo que debíamos mudarnos. Nunca me quejé de nada, porque no quería ser un problema, pero ahora lo soy.

—Tú no eres un problema, pero creo que es buena idea que hables con alguien que no te conozca, que no sea parte de la familia, para que puedas decir lo que quieras. Tal vez así las pesadillas se acaben, ¿qué dices?

—Sí.

No hay nada más que decir, sé que están preocupados por mí y en este momento lo único que quiero es dejar de escuchar esas voces para dormir tranquila.

Las horas pasaron y papá tuvo que quedarse en mi habitación al lado de mi cama para que yo pudiera descansar. Me siento como si fuese más pequeña que mi hermana, porque fue la única solución para dormir. Quizá sí deba hablar con un psicólogo, debo tener algún problema del cual no soy consciente.

—Alana, hoy no estaré en casa porque debo ir con Evelyn a la escuela para ayudar en la preparación de la fiesta de Halloween y papá estará todo el día en su trabajo, entonces he pensado que pudieras acompañarnos.

La voz de mi madrastra no podría ser más dulce, también lo es su intención, pero no deseo salir.

—Estaré bien, gracias a papá pude dormir mejor y él buscará un psicólogo para mí, así que pueden irse que yo estaré bien. No tienes qué preocuparte.

Ella parece dudar, pero luego sonríe.

—Luego de la escuela debemos ir a comprar víveres y después recoger unos paquetes, tardaremos un poco, pero prometo que regresaremos lo más rápido posible.

Yo asiento y veo cómo abriga a mi dulce hermana quien me da un fuerte beso antes de salir con su madre dejándome sola. Suspiro, la casa no es un problema para mí, mi angustia proviene de afuera. Decido lavar ropa, para después ponerla en la secadora, eso me mantendrá ocupada. No debo preocuparme por la comida porque Dorothy la dejó lista, sólo debo calentarla.

El día avanza y yo me olvido de los problemas que al parecer me he inventado. Sin embargo, luego de sacar la ropa limpia de la secadora un grito me paraliza una vez más. Yo meneo la cabeza negando que lo he escuchado e intento concentrarme en la mancha que no salió de una camisa blanca de papá. Otro grito surge de la nada, por lo que corro alejándome del sótano y en dirección al porche. Mis pies pronto descienden por los escalones hasta llegar al pasto.

— ¡Alana! Ayuda, Alana ven.

—Ven por nosotras.

Paso saliva y siento que la respiración se acelera, estoy segura que no estoy dormida, también que escucho algo y que esas voces vienen desde el bosque. Miro hacia mi casa, pero decido no regresar a ésta, sino enfrentarme de una vez a lo que sea que sucede tras ésos árboles, porque en definitiva esta pesadilla es muy real.




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