Era sábado y el sueño me obligo a levantarme más temprano para ir a correr. Era terriblemente conveniente para no hacer uso del despertador, pero un terrible dolor de cabeza cuando solo quería imitar a la bella durmiente. Aun que lo bella me quede corta.
Solía salir para conciliar el sueño, pero luego ya me dio igual. Esta vez lo necesitaba, tome por la carretera para luego atravesar el bosque, por el sendero que me llevaría más rápido al centro y de vuelta a casa.
La semana había pasado entre suspiros con la mente cargada por la rara situación con la que me veía sostenida con los chicos nuevos. Sostenía que pudiera ser mi imaginación puesto que me sentía observada por ambos, lo dejaba pasar, pero dándome intranquila, y las conversaciones que entablaban conmigo era una medida escasa. Reconocí que en un principio que les devolvía la mirada mostraban una seriedad y pena, ¿pena? Que luego cambiaban, Drenth adoptando su expresión tranquila y Gabriel una sonrisa divertida.
Salía del vertido cuando me encontré con Drenth a punto de entrar al almacén cargando unas tres cajas, y se detuvo observándome detenidamente como si me examinara. Iba a hablarme, pero yo fui más rápida.
-Hola, ¿quieres que te ayude? – El bajo la mirada negando.
-No, gracias, no es tan pasado. ¿Estás bien? Te ves cansada. – “No, solo no dormí lo suficiente”.
-Fui a correr… puedo llevar esta. – Dije al tiempo que me estiraba para tomas la caja que parecía impedirle ver por donde andaba.
-Yo me encargo, - Dejándome con el amague. -Además, tendremos el doble de trabajo. Una de tus amigas está de viaje y la otra se enfermó. -
-Sí, me entere, pero estoy acostumbrada. – Levante mis hombros.
-Bien. – Dicho esto, se giró para seguir con lo que hacía.
Los dos nos las arreglamos para tomas las órdenes y servir en las mesas. De tanto en tanto me sorprendía cuando mi bandeja estaba pesada de tantas ordenes, me la quitaba la bandeja haciendo que atendiera las demás mesas mientras se encargaba de esa o compitiendo la carga para entregar las ordenes.
Estaba en la barra a punto de cargar con una bandeja de tragos, cuando Drenth me susurra por detrás.
-Elizabeth, espera. -
No pude girar del todo que él me había tomado de un lado de mi cadera y la otra del abdomen para seguir de espaldas, rosando mi cintura al arrastrar el delantal al ajustarlo, lo sentía casi apoyado en mi cuerpo. Un hormigueo siguió por todo mi cuerpo, un calor subiendo mi temperatura y unas palpitaciones leves, en consecuencia, a que sentía como subía su pecho con su respiración y el aire que soltó cuando dio con mi nuca.
Una sensación extraña, pero a su vez relajante. Casi como una droga, un relajante muscular, sentí como se erizaba mi cabello, mis hombros se descentencionaban y cada musculo, que antes ni sabia, se iban relajando.
-Gracias. – Dije volviéndome hacia él.
Los dos nos quedamos mirando frente a frente por un instante, como si el tiempo se detuviera. Me estaba sonrojando, y podía jurar a que lo noto mostrando una galante sonrisa.
Me atraía y no podía pensar en otra cosa que Drenth, tanto que quería que me besara en ese preciso momento, se acercó pasando una mano por mi cintura a mi espalda teniendo nuestros cuerpos sumamente juntos y la otra acariciando mi mejilla rosando con su pulgar mis labios. Cuando creí que me daría l beso que anhelaba, nos sobresaltó el llamado de una señora de una de las mesas.
-Mesero, ¿nos tomaría la orden? –
Maldije en mi interior, dejo caer su mano de mi espalda cuando yo retrocedí bajando la mirada a mi bandeja.
-Debo… - Señalo las mesas con la cabeza.
-Sí, yo también debo…- No supe más que decir, pero decir que estaba algo desconcertada y anonadada era poco, ya que no creía lo que había ocurrido o lo que ocurriría de no haber sido interrumpidos.
Dimos unos pasos sin dejar de mirarnos y seguimos con nuestro trabajo, intercambiando miradas dos por tres.
Al terminar de limpiar algunas mesas, entre al vestidor cuando a punto de desabrocharme el tercer botón de mi camisa blanca vi a Drenth con unos jeans oscuros y de la cintura hacia arriba sin nada. Su torso completamente desnudo. Pude apreciar su cuerpo musculo y fuerte, y al segundo darme la espalda.
Quede desconcertada por su acción, pero luego caigo en la cuenta de que tenía más de la mitad de la camisa abierta con mi sujetador a la vista. Cerré mis ojos, al igual que con mis manos intenté cerrar mi camisa, pero ya había pasado. Mi corazón estaba acelerado, y el calor de mis mejillas recorrieron todo mi cuerpo, totalmente avergonzada.
Traje duro -Yo… yo lo siento, pensé que no había nadie… que te habías ido. – Contener mis nervios casi me dejan sin hablar con claridad.
El hecho de que me sorprendiera cambiándome es una cosa, pero pensando en, si hubiera entrado un poco más antes yo lo hubiera sorprendido vistiéndose.
-No, ya terminé. Lamento asustarte, te dejo para que te cambies. -En todo momento me dio la espalda, pero cuando salía se detuvo, sin voltearse. – Después… podemos hablar? –
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Editado: 09.11.2018