Elle
Escucho los murmullos en la cocina y para que no me reprendan, tampoco me echen de patitas a mi habitación, entro en silencio y a paso lento, me vuelvo casi que invisilible.
—Leandro, te amo —pronuncia la mujer de cabello oscuro rodeando al majestuoso y guapo hombre por el cuello, o eso dicen las tres señoritas que están enfrente del televisor y no pierden detalle del cuerpo sudoroso y asqueroso de ese señor.
—Yo a ti mi Elaine —dice de regreso y antes de que junten sus bocas cierro los ojos, es asqueroso, aunque pensándolo bien, si fuesen Chelsea y mi tío, sería maravilloso.
—Lo amo señor Philips —murmuro entre risas—, la amo Señorita Coleman —completo y ya quiero hacer que digan esas palabras.
—¡Elle! —gritan todas al tiempo y abandono mi escondite.
Emprendo mi huida antes de que me atrapen y quieran torturarme, ya que si mi querido tiíto se entera de que ando viendo telenovelas en lugar de leer o practicar el piano, peor hacer lo que el doctor recomendó, les quitará el cable y si que me llevaran al paredón a comparecer mis pecados.
—¡No existo! ¡Soy invisililible! —huyo del infame lugar de los hechos antes de que logren tomarme de rehén.
Corro por los pasillos y lo hago hasta que me siento chocar con una muralla alta, de patas flacas y cabello de espantapájaros, la tal Niccole, o como yo llamo a la infame: Medusa, aquella mujer capaz de volver de piedra el corazón de cualquiera y para mi suerte, mi tío es su siguiente vís…víctima y debo salvarlo antes de que no quede nada del pobre.
—Mocosa —dice al verme en el suelo tratando de levantarme.
—Bruja espantapájaros —contraataco y su mano intenta acercarse para pellizcarme como siempre lo hace y fingir que acaricia mis mejillas, pero mi fortuna es aún mejor que la suya y mi Atlas, viene en mi rescate.
—Calabaza revoltosa —acusa levantándome del suelo y llevándome en sus brazos, no tardo en enseñarle mi lengua a la Medusa y mover mi cabeza, haciendo horrendas muecas que la sacan de quicio.
—Escaparate de cuarta —suelto un murmullo que solo ella logra entender y su rostro se llena de sorpresa y ese es el motivo por el que no debo ver televisión: encuentro insultos para la bruja de la no novia de mi tío.
—¡¿La escuchaste?! —pregunta horrorizada adelantándose al nuestro paso.
—¿Qué? —contesta el pelirrojo haciendo que abandone su hombro.
—¡Tío! —Me río al sentir como mi pequeño cuerpecito termina en la silla, ya que es hora de cenar y no quiero.
—Me dijo: Escaparate de cuarta —repite y los ojos de mi tío viajan a mi lugar en la mesa en donde niego con locura.
—Es su palabra contra la mía —Me defiendo y escucho las risas de mi custodio porque me mantiene prisionera en este palacio, no tan horrendo, pero no me permite hacer mucho afuera.
—Es una niña y tú ya tienes…
—¡Cincuenta años! —interrumpo y sus risas se vuelven más fuertes— Te dije que es una anciana y quiere robarte tu juventud, así como en la película de la princesa de cabello largo y dorado en donde la bruja que se hace pasar por su madre, la engaña y le hace daño —suspiro recordando lo mucho que nos divertimos viéndola y no es que sea mala, pero cuando por fin fue libre y se casó con su príncipe azul fue hermoso. Ahora mi tío es la chica, la medusa es la bruja y Chelsea es el príncipe apuesto que vino a salvarlo.
—Elle —Me reprende en su intento por detener sus risas, puesto que sabe que tengo toda la razón del mundo mundializimo.
—No me respeta, me odia —asegura la medusa y achico mis ojos, ya que si algo aprendí de los libros de autoayuda y superación personal, es que debemos respetar a los demás para exigir que lo hagan con nosotros y ella siempre me ha tratado como un estorbo, así que no se la haré fácil.
—Tiene ocho años, el adulto eres tú —Se pone serio mi carcelero—, demuéstrale que puede confiar en ti y te aseguro que se comportará —dice, pero conozco sus sucias y viles intenciones, por eso nunca de los nunca jamases, me voy a rendir.
—Mi Atlas —trata de tocarlo, sin embargo, mi lindo y apuesto tiíto que haría hermosos babies con Chelsea, actúa tal cual repelente anti insectos y retira sus manos de su saco.
—Cenemos, Niccole o si lo deseas puedes marcharte —habla un poco tosco, parece enojado y trato de no reírme de la bruja de escaparate de cuarta, ya que podría ser yo parte del daño colateral, así como en las películas de acción que tengo prohibido ver, pero aun así me escapo y les echo una ojeadita bien chiquitita.
Me quedo en silencio y los observo, la bruja trata de acercarse y mi tío la aleja en cada intento, le da miradas espantosas que no logran hacerle entender que no la quiere cerca, ya que insiste demasiado.
«Cuando sea grande, los hombres van a rogarme, no yo a ellos»
Observo a las señoritas del servicio traer la comida a la mesa mientras medusa trata de contentar a mi tío, pero no lo logrará, no voy a dejarla, por lo que con mucho disimulo e Inocencia, uno de mis cubiertos termina sobre el suelo. Bajo de mi asiento y por debajo de la mesa, me acerco, ato los cordones de sus tacones feos y raros, y anudo el lazo de su blusa a la silla. Regreso a mi asiento y sonrío.