Pequeña Casamentera

CAPÍTULO IX

Atlas

—Recuerda la cena —continúa con su insistencia y sabe lo mucho que eso me desespera—. Solo tú y yo —trae a colisión el trato al que llegamos.

—No te preocupes, Elle se quedará con su niñera —contesto.

—¿Niñera? Dime que es una señora vieja, gorda y loca que tiene mil gatos —muestra celos y niego entre risas, pero no por ella, lo hago por la persona poco cuerda que tengo enfrente que lo único antiguo que tiene es ese pijama desgastado.

—Hablamos mañana, Niccole —Me despido observando aquellos extraños y muy graciosos movimientos de la rubia que hace dos días contraté.

—¡Tengo trabajo, tengo trabajo! —canta mientras baila de ojos cerrados y con el recipiente del helado entre manos— ¡Saldré de la pobreza, seré rica y extravagante, ya no más Chelsea muerta de hambre, menos Chelsea desesperación, tampoco Chelsea desastre! —continúa— No, Chelsea desastre si —corrige antes de mover sus caderas de una forma que jamás lo había presenciado y en mi rostro estoy seguro de que se refleja aquello que mi cuerpo siente, sin embargo, también me resulta gracioso.

—Buena noche, señorita Coleman —saludo al mismo tiempo en que su cabello ondea con animosidad por todo el espacio.

—¡Ah! —grita cayendo al suelo.

—¿Está bien? —corro de inmediato del otro lado de la encimera y la encuentro en el piso con el helado sobre su rostro y pijama que se vuelve más reveladora de lo que ya lo era.

—¿Vio lo que hizo? —Se queja tratando de quitar el chocolate de su cuerpo.

—Mmm, sabe delicioso —aprecio pasando un dedo cerca de sus pechos y probándolo. Se queda estática y parece que acabo de darle de su propia medicina, puesto que su rostro, en medio de la poca oscuridad que provoca mi cuerpo sobre el suyo, se torna rojo.

—Si se baja y me ayuda a levantar, se lo agradecería en el alma —pide nerviosa y esta vez me río y ya entiendo por qué me incomoda a cada instante: es gratificante.

Le ayudo a ponerse en pie y queda demasiado cerca, de su mentón hacia abajo y algunas partes de su rostro se encuentran cubiertas por el chocolate.

—Ya regreso —aviso apartándome.

Salgo de la cocina, yendo directo al baño detrás de este espacio, tomo el contenedor de toallitas húmedas, pero antes de regresar, aparto esa prohibida y conocida sensación de mi rostro, intento hacerlo del resto de mi cuerpo.

—Siéntese —pido y empieza a mirar a todos lados. Sin su permiso llevo mis manos a su cintura y la subo al mármol, ocupo el lugar en medio de sus piernas y se cubre el rostro por culpa de la vergüenza y el nerviosismo— No creí que pudiese sentir vergüenza —bromeo, sin embargo, sus risas salen a la luz y en definitiva, ríe horrendo, pero al mismo tiempo es hermoso, puesto que tampoco se me cruzó que podría sentirme más atraído por la niñera de mi sobrina, lo cual no está permitido.

—Idiota —suelta aquella palabra que no quiero que Elle escuche, menos se atreva a pronunciar.

—Cuide su vocabulario, señorita Coleman —solicito—, se encuentra en una casa donde hay una niña, exactamente mi sobrina —Le recuerdo.

—Tonto —corrige y no tardo en reír, al tiempo en que con las toallitas limpio si rostro, pero me cohíbo de hacerlo con su pecho— ¿En realidad es tan caballeroso y apuesto como los siete cuentos de princesas con mensajes subliminales, que la pequeña me ha hecho leer antes de irse a la cama? —pregunta sorprendida— La chica pobre, el guapo y demasiado adinerado hombre —explica y tendré que charlar una vez más con Elle.

—Hablaré con ella —informo y se rehúsa.

—No me molesta —asegura con una sonrisa—, lo que sí me sorprendió fue que me pidiera bebés, luego entendí que vive prisionera y que necesita amigos, aquellas ideas locas son su salida de todo esto y se divierte —dice sacándome un par de risas—. Elle me dijo que sus padres murieron ¿hace cuánto sucedió? —indaga y recordarlo me duele.

—Hace ocho años —confieso.

—¡Pero está por cumplir nueve! —interrumpe y asiento.

—No tuvieron la oportunidad de disfrutar de sus travesuras —suelto, sintiendo cómo mis ojos se humedecen y ahora es ella quien lleva sus manos a mi rostro, lo hace para retirar las lágrimas que comienzan a bajar.

«Desde que se fueron todo ha sido demasiado difícil»

—Tenían que hacerlo tan perfecto —comenta y una pequeña carcajada retira parte del dolor.

—Tengo novia —suelto lo que para ella, al igual que para mi pequeña calabaza, es una aberración; sin embargo, debo marcar límites entre los dos, por el hecho de que sus comentarios mal intencionados me vuelven loco y me parecen divertidos, no puedo negar que me gustan.

—Pero es fiel, caballeroso y se nota que no va a traicionarla, al igual que mi ex lo hizo con la primera mujer con faldas cortas que se cruzó por su camino —cuenta blanqueando sus ojos.

—Lo siento —intento ponerme en su lugar.

—Tranquilo, usted me hace creer que aún hay gente buena en el mundo y que en definitiva podríamos hacer lindos bebés, pero desafortunadamente, tiene novia —Se deja llevar por las palabras de Elle y vuelvo a negar.



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En el texto hay: amor, jefe empleada, babysister

Editado: 29.07.2023

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