En los pasillos del palacio la agitación tenia a las damas de la corte de un lado al otro llevando a las habitaciones de Lady Venera Whiteblack von Gikkingen trapos calientes y tinas de agua. Pues en aquellos momentos la noble dama de colores carey, esposa del Duque Von Gikkingen entraba en labores de parto y de acuerdo con las órdenes del rey debían de tratar de lo mejor a la esposa de su más allegado servidor que en aquellos momentos se encontraba en una misión lejana.
En la corte la llegada de Lady Venera siempre fue motivo de escándalo, Lady Venera era en realidad una granjera con el don de convertir la paja en oro de quien se decía el rey se había enamorado. Los ojos azul verde mar de la gatita de carey tenía hipnotizado al líder del Reino Subterráneo de los Gatos, Catstonsbury, quien para su desdichado amor estaba casado con Anne Oyuki del Imperio Felino de Osha quien durante su visita a la tierra fue sometida a un maltrato tal que la dejo sin la posibilidad de dar al rey un heredero.
Por ello los cortesanos no dejaban de murmurar, no había felino en todo el reino que no hablara del matrimonio casualmente arreglado de Lady Venera con el Duque. A este acontecimiento le siguieron las extrañas misiones que el rey le ordenaba para alejarlo del reino y finalmente el sospechoso embarazo de su esposa mientras el Duque se encontraba lejos.
Su majestad, la reina Anne de precioso pelaje blanco y cola esponjada no tenía más remedio que hacer ojos ciegos al romance furtivo de su marido. Pero al enterarse del nacimiento de un posible heredero su sosegada obediencia se vio rota, parte del reino se mantenía gracias a sus familiares en el poder, un nuevo régimen podría afectar los beneficios que su clan obtuvo durante el arreglo matrimonial.
—¡Mina! —llamó su majestad a una pequeña gata parda quien quedó cómo su única dama de compañía cuando las demás cortesanas decidieron servir a Lady Venera.
—¿Si su majestad? —interrogó Mina entrando presurosa en las habitaciones.
—Ve y entrega a Lady Vera las telas más finas que encuentres, busca los recamados más dorados y enjoyados y averigua con este presente lo que el adivino diga del mínimo, debo saber cuál será el destino de mi reino si este gatito se vuelve el nuevo heredero—ordeno Anne entrecruzando sus patitas sobre su vestido de muselina.
—Enseguida su majestad—
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El rey Henry en su despacho estaba consciente de lo que el nacimiento del minino de Lady Verona representaba para él, si el pequeño felino llegaba a tener sus colores todos los sabrían. En su mente los recuerdos de su amor por Venera aparecieron tratando de recordar el momento exacto en que su romance furtivo dio frutos, sí, recordaba vagamente los encuentros secretos durante su estadía en el palacio poco antes de que la nueva pareja del Duque se fuera de luna de miel.
Henry siempre fue un soberano recto y bondadoso, velaba por su pueblo en todas sus necesidades, era justo y valiente en la adversidad, inclusive se consideraba un esposo devoto. Defendió en las guerras contra la Aldea de Oz que buscaba sus minas de Cuarzo de Enchiridion y construido el enorme reino Subterráneo milenios atrás para esconderse de los hombres que conquistaron el planeta rojo.
Pero Anne no era Venera, Venera no tenía la pureza del pelaje de las nobles felinas del palacio o de la nobleza, su pelaje color carey le daba una textura delgada y salvaje que hacía juego con sus ojos azul verde mar. Su don le hizo rico cuando ella se puso a disposición del reino para salvar a su gente que en los campos sufría de los ataques de las brujas y Henry sólo podía ver en Venera su amabilidad y su cariño para con todos.
—Su majestad—dijo Momo, el gatito siamés que le servía de secretario y que estaba la tanto de sus sentimientos por Lady Verona y de su clara falta a la moral.
—¿Qué sucede Momo? —preguntó Henry que miraba por la ventana el reino tranquilo que se asentaba en un cráter subterráneo de Marte.
—Ha nacido el hijo de Lady Venera—dijo nervioso Momo.
—¿De color ha nacido su pelaje? —preguntó Henry apesadumbrado.
—Es pelirrojo—dijo Momo secamente.
Henry quedó anonadado ante tal revelación y echó a correr a las habitaciones de Lady Venera, el era de color negro, completamente negro, su aspecto aún entre los gatos era de alguien duro y severo. Lady Venera era carey, aún con sus manchas no podía tener mínimos pelirrojos, pues, el mismo Duque era rubio, entre los gatos cuando el reino subterráneo se forjo hacía milenios se proclamó que ninguna gata podría volver a los tiempos de antaño cuando la necesidad daba tantos hijos de distintos padres como se pudiera.
En la habitación Lady Venera aún medio inconsciente veía con lágrimas en los ojos al gatito de pelaje rizado y rojizo llorar entre sus brazos, que desdicha la suya al encontrarse con el fruto de la maldición de una bruja. Recordaba su infancia difícil en los campos y como en un encuentro con esas mujeres que ahora eran sus enemigas una de ellas le entregó un cuarzo de enchiridion diciéndole que debía dejarlo en el desierto o de lo contrario su primer hijo le traería una terrible desdicha.
—Lady Venera ha dado a un luz a un minino rizado y rojo—musitaba las gatas alrededor de la cama mientras la enfermera bordaba en una manta el nombre del pequeño. William Hiraide Merlin miraba a todos sus congéneres un tanto extrañado, parecía que el mismo estuviera consiente de sus diferencias con los otros gatos aún con las pocas horas de nacido.