La furia irrefrenable de Samantha dirigía el tornado por sobre las planicies rojizas creando violentos ventarrones que sacudían la tierra de tal modo que las rocas se agrietaban rompiéndose en dos. En los poblados más a las orillas de Pacula el terremoto inexplicable con epicentro en el desierto lejano destruyo algunas construcciones y otras más sufrieron terribles daños.
Samantha, estaba confundida, ahora comprendía lo que había hecho pero al mismo tiempo sentía que algo estaba mal como un secreto, como si su hechizo hubiera hecho algo más allá de lo que se suponía debía de hacer. Todas sus emociones nuevas trabajaban al mismo tiempo y su magia desenfrenada se dejaba llevar entre el viento extendiéndose por todo el planeta rojo.
Enormes tornados se levantaban cada vez más, la tierra parecía gobernarse ante esta fuerza natural agitando el polvo y combinándolo con los residuos de estrella en el espacio exterior que de vez en cuándo descendían a la tierra. Poco a poco una lluvia fina parecía tomar forma de estos elementos creando nubes en un cielo rojo y negro que amenazaba con dejar caer un monzón
El fina llanto resbalo por el rostro de Samantha empeorando el clima tormentoso que cayo de la cortina de nubes rojas y negras que había creado en el desierto. Quería huir, dejar el planeta sólo con ayuda de su magia y la escoba, quería vagar entre las estrellas para convertirse en una y huir del daño hecho pero nunca se puso a pensar en tan lejos podía llegar una bruja.
Pronto sus propios tornados empezaron a envolverla entre sus giros, el viento violento agitaba con más fuerza la tierra marciana levantando masas enormes de corteza que Samantha esquivaba con dificultad. Pronto su dolor hizo que las nubes se llenaran con pequeñas partículas terrosas y con una viento fuerte el planeta marciano recibió una lluvia de tierra amarilla y polvosa.
El aire se vicio y la visión del panorama le dificultaba el vuelo a Samantha que perdía el control de la escoba y al mismo tiempo el control sobre su tormenta que se negaba a seguir las reglas de su ama. El viento seguía soplando y la tierra se desperdigaba de a poco, pronto las fuerzas de Samantha se agotaron y dejo de ser suficiente para controlar los enormes tornados que la lanzaron fuera de su trayectoria continuando su camino por el planeta.
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El tornado dejó a Samantha en pleno desierto, tras ser lanzada por los aires, esta perdió el control de la escoba estrellándose contras las rocas cercanas que formaban pequeñas cuevas. La noche cayó y gracias a las cuencas naturales que se formaban en las protuberancias naturales, Samantha pudo salvarse de los terribles fríos que seguramente la hubieran congelado.
Cuando despertó miró a su alrededor tratando de ubicar el lugar en el que estaba, se sentía mareada y terriblemente confundida. Un dolor espantoso le azoraba y llevándose la mano a la cabeza sintió un tremendo golpe escondido entre sus cabellos.
Samantha miró su mano donde un poco de sangre seca aparecía entres sus cabellos, era posible que tuviera una ligera contusión y no sería nada grave de no encontrarse a mitad de la nada. Con un daño de esa magnitud no podría llegar muy lejos sin sufrir una hemorragia, con cautela giró sentada en la tierra buscando algun rastro de su sombrero o la escoba recién fabricada.
Tras un par de minutos, Samantha encontró su sombrero junto a un puñado de ramas secas y cafés y el enorme mango de madera de la escoba, ahora no eran más que trisas y era lógico que no tenia los medios para repararla. Tratando de mantener la compostura, Samantha se puso lentamente de pie y tomando su sombrero se encamino por el desierto con la esperanza de encontrar una pista en el enorme el llano rojo se extendía por cientos de kilómetros.
Una extraña sensación de alivio llenó a Samantha al ponerse de pie y buscar el charco de sangre en la tierra y verlo diseminado entre el color. Era extraño que algo trivial le preocupara de esa manera, pero desde que arribó a Marte no había sentido la amenazante hostilidad que le decía su tía hasta ese momento.
Se sacudió el polvo del vestido cómo si de un bicho ponzoñoso se tratase y adentrándose en el desierto, se dirigió hacia las partes cavernosas que la habían derribado. El sol volvía a bajar difuminando su color para dar paso a la bi coloridad del cielo nocturno marciano entre el negro y el naranja y una serie de nubosidades amarillas.
Pese a la diferencia de tiempo con respecto a la tierra, Samantha seguía sintiendo la forma tan peculiar del paso de las horas, era como si instantes en Marte tuvieran el poder de transformar el tiempo en la tierra. Una serie de dudas comenzó a invadirla mientras caminaba ¿podrían sus tías olvidarla? ¿Qué pasaría si moría en el desierto rojo? ¿la encontraría alguien? ¿la recordaría alguien?
Los mortales añoraban con ver las estrellas por que le eran indiferentes a estas, pero en las brujas el espacio parecía ser parte de ellas, cómo un dominio tan ancestral cómo raíces tiene la tierra. El universo tiene una manera de hacerte pensar y mientras las nubosidades amarillas dotaban de incertidumbres la mentecilla de Samantha, la nostalgia y la melancolía invadían su corazón por primera vez.
Solo algo parecía claro en su mente en aquellos instantes, Bake, el misterioso chico al que acaba de robar su corazón. Las emociones encontradas seguían apesadumbrando a Samantha que veía un poco extraño el preocuparse por alguien aún sin conocerlo y más aún el tratar de buscar desesperadamente cómo devolverle algo que de alguna manera siempre le hizo falta.