"Estamos malditos, a buscar y nunca encontrar, recuerda eso...recuérdalo siempre. Víctor "
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La penumbra de la noche envolvía los altos edificios de la ciudad de San Petersburgo, la humedad del ambiente acariciaba las mejillas enrojecidas a causa del frío helido, que lograba hacer sus movimientos lentos y pesados, a pesar de la adrenalina que recorría su cuerpo; y le impulsaba para moverse a su auto.
Apenas llegó a su transporte, y pudo meter la llave para abrir el auto, arrancó y comenzó su camino al hospital. Hace tan
sólo unos minutos, había recibido la peor noticia de su vida: Yuuri se había accidentado. No había pasado mucho tiempo desde la ambos hablaron, y existía algo que realmente remordía la conciencia del hombre en esos momentos...habían peleado, y no había podido disculparse de forma sincera con Yuuri.
Su esposo estaba en peligro, y él se encontraba ahora mismo lejos...y por supuesto, la situación no dejaba de dar vueltas en su cabeza, haciendo que comenzará a imaginar el peor de los escenarios.
¿Llegaría a tiempo? ¿Fue grave? ¿Él iba a estar bien?
Habían tantas cosas que no le había dicho, tanto que aún quería pasar a su lado, miles de disculpas que debía ofrecerle...y ahora mismo, mientras el velocímetro marcaba cada vez más números, y respiraba con algo de dificultad, debido en parte a la impresión de la noticia, y en parte al frío; a su mente llegaban todas esas veces en las que dijo o hizo algo equivocado, algo que le hizo daño...
"No debimos pelear" fue lo primero que pensó. No tenían que llegar al punto de pedirse un tiempo, o el divorcio. Y no debieron pelear hace unos días, menos por trivialidades. Víctor sabía porqué Yuuri había decidido irse, y aún así algo dentro suyo, no dejaba de reprocharle al pelinegro sus decisiones.
"Te necesitaba", decía Víctor siempre que Yuuri comenzaba a hablar de que todo se estaban desmoronando. Qué estúpido, el nipón tenía razón: No soy un centro de terapia, Víctor.
Demonios. Demonios. Demonios...si tan sólo no hubiese dicho tantas tonterías. Si tan sólo se hubiera atendido a tiempo, quizá no estuviera pasando esto.
—Por favor...—susurró suavemente, casi suplicante; mientras mantenía su vista en la carretera — Yuuri...por
favor, ya voy llegando, cariño.
Pero...¿Serviría de algo rogar?.
Yuuri le había hecho la misma pregunta cuando pelearon por última vez: Víctor... ¿De algo me sirve seguir rogando?
Fue justo el día en que decidió irse a Francia, darse un tiempo, mientras ambos arreglaban sus propios problemas, e intentaban, a su manera, arreglar la relación; la cuál desde hace un par de años
había cambiado repentinamente.
Los celos excesivos de Víctor, fueron la principal razón de ello...y también, el latente miedo que surgió cuando el pelinegro le sugirió tener una familia. Tener hijos...claro que Víctor no estaba listo para ello. Ni en sus peores sueños se miraba con un bebé en brazos.
Y cuando Yuuri se lo propuso, se quedó helado, e inclusive se había puesto a la defensiva.
Recordaba muy bien ese día, él vestía un color a juego con el paisaje: Otoño; pantalones café, y una playera básica blanca.
Los vibrantes y cálidos colores te ponían de buen humor, y el aroma de café y canela de la casa, hacían que el hambre se hiciese presente; y en medio de ese ambiente cálido y hogareño, él bajaba de las escaleras con una sonrisa perfecta, y la mirada llena de brillo...parecía emocionado, bastante, de hecho, que incluso Víctor se preguntó si estaba bien.
Se miraba totalmente radiante, como si algo muy bueno hubiese pasado...la emoción que se tendía en sus labios, cuando le preguntó a cerca de un bebé, era equivalente al terror que Víctor sintió al oír esa palabra.
Familia. Bebé. Hijo.
No podía ni cuidar de él mismo...¡Menos de un bebé! ¿Qué le sucedía a Yuuri?
Y mientras más hablaban del tema, la felicidad del nipón se fue apagando poco a poco, hasta llevarse incluso el color del ambiente, como si de repente se volviera grisáceo.
Seguro lo hirió bastante al decirle que algo así no valía la pena... y...que se dejará de tonterías.
Quizá, de haberle dicho que sí, él hubiese sido feliz...no, quizá, sólo con ser más amable y delicado al decirle, y explicarle sus miedos...Yuuri jamás hubiese considerado la opción irse a esa oferta de trabajo en Francia. Yuuri ya la había rechazado, pero esa pelea fue suficiente para que la reconsiderara.
Quizá, de haber hecho lo correcto...en estos momentos ambos estuvieran abrazados en el departamento, como en su época universitaria, frente al televisor, viendo series sin gracia mientras comían palomitas de maíz, y criticaban las decisiones estúpidas de los protagonistas -vaya ironía - y hacían chistes a cerca de algunos diálogos que les parecían absurdos... quizá estuvieran juntos.
Pero hay cosas que no suceden, por más que uno lo desee.