Día: 21 de noviembre de 2016
Temprano en la mañana, Andreína daba vueltas en su cama, una sensación de nerviosismo recorría su cuerpo y sus pulsaciones eran rítmicas.
Ella sabe que Richard debe ser aplastado como una cucaracha porque es el enemigo número uno de su familia.
Pero, por otro lado, no ha olvidado aquella fuerza tan especial que sintió ese día cuando tropezó con él. ¿Será las hormonas de maternidad que la hacen más sensible a su presencia y a sus encantos varoniles? Ladea su cabeza sacando esos pensamientos.
Se levanta y toma una ducha. Busca en su armario una falda larga stresh de color negro y una blusa manga larga color crema, se la encaja dentro de su falda que le queda en talle alto por su prominente barriga.
Se coloca una chaqueta negra y unos zapatos tenis. Toma su bolso y sale dando un último suspiro y poniendo su mano en la panza.
—Mi pequeña florecita, quiero que te portes bien hoy, voy a destruir a la persona que nos ha hecho daño; ¡esto es lo que se llama justicia!—. Dice bajando las escaleras y encontrándose con Alicia sentada en el mueble con Enrique.
—Buenos días— saluda la joven llegando hasta ellos. Alicia está tomando una taza de café y cuando ve a Andreína le sonríe cálidamente.
—Estás preciosa, el embarazo se te ve de maravilla querida, Me recuerdas cuando yo también estuve embarazada— le dice acercándose a ella con un beso en la mejilla. Andreína le agradece sonriendo y desvía su mirada a Enrique.
—¿Lista?— le pregunta el abogado. Ella, asiente satisfecha.
—Primero tienes que saber algo, sígueme al despacho— pronuncia Enrique caminando hasta el despacho, Andreína lo sigue.
—¿Qué es esto Enrique?—, pregunta la joven confundida, fue leyendo cada párrafo y advierte que son muchas las acusaciones en contra de Richard. Pero a leguas se ve que es un informe manipulado.
—son todas las pruebas en contra de tu acusado, esto es lo que vas a presentar ante el juzgado. Angelo quiere que lo mandes a la cárcel. Sería un golpe triunfal para la familia Sagbini—. Le dice haciendo una mueca de sonrisa en su rostro.
—¡De esa manera no trabajo! A mí no me enseñaron en la facultad de derecho a sabotear las pruebas de mis clientes!— dice decidida y Enrique se le borra su sonrisa.
—trabajaré hasta llegar con la verdad, si él es culpable pagará por sus actos, pero si es inocente quedará absuelto—, continúa diciendo, tirando los documentos en la mesa y saliendo del despacho. Enrique sale detrás de ella.
—No importa lo que ese hombre demuestre para ser inocente… tú sabes que él es culpable; es tu oportunidad de deshacerte de él— Andreína lo mira a los ojos frunciendo su ceño y aprieta sus labios.
—Déjame hacer mi trabajo y si necesito esos documentos acudo a ti— responde abriendo la puerta de su auto.
—Lo vas a necesitar, solo tienes que fingir delante de él que vas a probar su inocencia—. Es lo último que escucha de Enrique cuando se mete a su auto cerrando la puerta con fuerzas.
Andreína enciende su auto y conduce a toda velocidad hasta la salida. Hunde varias veces la bocina para que los guardias ineptos de su abuelo le abran el portón y ella pueda salir de esa mansión en la que se sentía asfixiada.
Durante cada semestre escuchaba que los abogados eran comprados, que no siempre la justicia prevalecía y que cuanto más dinero y poder se movía más era el soborno y el chantaje entre los jueces.
Mientras conducía en su auto, reflexionaba sobre el poder que tiene su abuelo en Roma. Tiene muchos aliados y también tiene enemigos, el parlamento está de su parte, Enrique tiene un buen cargo en el tribunal supremo.
Es poco lo que sabe sobre la actividad económica de su abuelo, solo tiene conocimiento que tiene muchas empresas de joyería en todo el país y fuera de este.
¿Qué otros negocios maneja su abuelo? No tiene la menor idea.
Andreína
Llego al tribunal parqueando mi auto en una acera que dobla a la esquina. Todavía estaba de mal humor por el comentario de Enrique "fingir que estoy demostrando su inocencia" parece que él está acostumbrado al engaño y la difamación; el abogado que soborna el juicio se vuelve marioneta y eso fue lo que vi en los ojos de Enrique:
Un abogado que solo hace lo que le ordenan.
Caminaba por el pasillo del tribunal con mi bolso en la mano, saludaba a todos a mi alrededor y tomé la zona del elevador para llegar más rápido.
Antes del embarazo ya había estado en este lugar; en semestres anteriores asistía con mis amigas en varios casos de defensas y juicios.
Algunas personas me conocen y otros saben que soy nieta de Ángelo Sagbini, pero se extrañaban porque no llevo su apellido.
Simplemente, llevo los apellidos de mi madre y mi abuelo me dijo que no era conveniente cambiarlos, hasta que no acabáramos con los Hidalgo.
Mirándolo de esa manera, yo también tengo motivos para destruir a mi enemigo: mi padre muerto, no tuve un apellido paterno, perdí mi primer amor y destruyó la felicidad que tenía junto a Juan Pablo.
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Editado: 13.08.2023