Vergüenza, no puedo dirigirte la mirada sin sentirla.
He hecho de todo para dañarte, muchas veces sin saberlo y juro que sin quererlo, pero lo hice, no hay forma de borrar ese hecho.
Tal vez suene algo cliché decirlo pero literalmente no puedo vivir sin tí ¿Qué haría yo si un día ya no estás? ¿Y si ya no te vuelvo a ver? ¿Que sería de mi? Me aterra solo pensarlo, aunque no debería sorprenderme si pasara.
Desde que te ví por primera vez me enamoré; tus ojos ¡Oh! Tus maravillosos ojos hacían creer que el cielo los imitaba para rendirle honor a su hermosura. Podría perderme en ellos, contemplarlos por toda una vida sin dejar de sorprenderme.
Perdón, por hacer que esa mirada se oscureciera.
Nunca has sido quisquillosa, siempre dispuesta a recibir con los brazos abiertos a quien llegara a ti, sin juzgar; solo estar en tu compañía llenaba de paz y diversión a cualquiera; pero siempre querían más de lo que podías dar, les diste todo lo que necesitaban y te arrebataron todo lo que quisieron.
No conforme con ello, te lastimaron, yo te lastimé, en lo más profundo de tí, sin motivo, con cobardía.
Tu cariño era incondicional, sin pedir nada a cambio, perdón por no valorarlo.
Lo discutí con los responsables, me negaron haber tenido participación y aseguraron que hacían todo en su poder para ayudarte a superar la herida; todos mintieron, yo te mentí cuando prometí cuidarte.
Egoísmo, por eso estás herida, no de tu parte, eso jamás; por mi egoísmo no puedo perderte y justo por él te estoy perdiendo.
Ví cuando te lastimaron, no hice nada, lo siento.
Tenía ganas de gritarles que se detuvieran, que no se atrevieran a tocarte, que te dejaran en paz de una vez, era lo mínimo que merecías; tal vez no hubiese hecho la diferencia, pero ni siquiera lo intenté.
Vergüenza, porque aún después de todo el daño, seguiste allí defendiendo a tus hijos, los que pudieron ser míos, implorando que se detuvieran.
¡Los niños! ¡Están llorando los pequeños! Gritabas desesperada ¡Deténganse! ¡Háganlo por mis hijos! Seguías rogando.
No sé detuvieron, yo no los detuve, perdóname.
Estuve entre ellos, sé que no les guardas rencor aunque motivos no te faltan, mientras se mostraban preocupados por tí y cínicamente te prometieron justicia, ojalá no les hubieses creído, así no te hubieses decepcionado de nosotros...otra vez.
Incluso los que parecían no tener corazón se conmovieron al ver la escena, seguían su accionar conmovidos...luego ya no, ya no sintieron nada y en sus mentes solo quedó el vestigio amargo de la primera impresión y el conformismo de que ya estaba hecho.
Un crimen a sangre fría.
¿Qué pasará con los niños? Me preguntaste abatida con las heridas abiertas, al menos cuida de ellos, sólo son unos pequeños, no supe que responder, yo solo...
Lo siento, Teal.
Perdón, Océano.
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dolor y vergüenza, heridas y disculpas, cartas y reflexiones
Editado: 07.08.2020