Si en algún momento te has sentido tan mal hasta el punto de sentir que no respiras, de querer gritar y correr y alejarte algo, sentir que algo te come por dentro, y con todo eso no derramas ni una lágrima, solo frotas tu cara y sigues como si nada. Déjame decirte que eres tan grande que te estás rompiendo y tú mismo te vas arreglando. Aplausos para ti.
En muchas ocasiones la mayoría de personas no pueden correr y escapar de ese algo que los aprisiona y les corta las alas, supongo que así soy yo ahora, como un pajarillo sin alas que no puede escapar de la inmensa jaula que se cierne sobre él.
Estoy sentada frente a un gran espejo con bordados dorados como si fueran finas ramas enrollando a un delicado cristal en una composición perfecta y hermosa con pequeños detalles que lo hacen parecer más majestuoso, no sé cuánto costará dicho espejo pero seguro que más de lo que ganaría yo trabajando un semestre entero en la cafetería de la señora Maslow.
Llevo puesta una sencilla bata blanca que me llega hasta los tobillos y que no llega rozar el suelo,me levanto del tocador del gran espejo y me miro en un segundo espejo que hay en la sala, es alargado y está colgado en la pared color marfil de la amplia estancia. Observo la simple bata que llevo, no me queda exageradamente grande, ni muy justa ni muy holgada solo lo justo para que se noten mis escasas curvas y llevo una especie de cinturón que mantiene dicha bata cerrada. Tiene un elegante bordado tanto en el final del las mangas como en el bajo de la bata que está formado como con transparencias y con sutiles formas de flores enroscadas unas en otras haciendo así un tejido sencillo pero con un toque de elegancia y puedo deducir que está hecha de seda, y no es sintética si no natural ya que su tejido es muy suave al tacto y además al ser un tejido natural si te fijas bien puedes darte cuenta de que su brillo no es uniforme al contrario de una artificial, que brillará demasiado por toda su superficie.
Ando nerviosa por la habitación dando vueltas rápidas y sin parar, no puedo evitar sentirme inquieta por lo que hoy ocurrirá, es inevitable, estoy hecha un manojo de nervios. Empiezo a rascarme la piel de mi brazo derecho en un intento de pensar en otras cosas pero no puedo, sigo rascándome frenéticamente hasta que me obligo mentalmente a parar porque se que me acabaré haciendo daño y aunque quiera no debo. Rascarme siempre ha sido un acto reflejo al nerviosismo, desde que tengo uso de memoria siempre he tenido esa manía y siempre la llevaba y la sigo llevando a cabo cuando estoy inquieta o nerviosa, justamente me encuentro en uno de esos momentos del cual ojalá poderme escapar.
Me apoyo en el marco de la ventana y me quedo viendo los coches pasar por las carreteras de la atestada ciudad de Nueva York, hace muy buen día hoy, el cielo está surcado de nubes tenues y de distintos matices y colores. Es irónico, tan buen día que hace hoy pero a mí solo se me nubla el cielo, a la vez es uno de los peores días de mi vida y lo mejor peor de todo es que tengo que aceptarlo así sin más, no me queda otra. A veces es complicado aceptar que todo tu mundo y todo en lo que creías se ha visto derrumbado del día a la mañana y que siempre has estado viviendo en una mentira que te asusta porque te parecía de lo más real. Ese tipo de mentiras de verdad dan miedo.
Suelto un suspiro y miro el gran reloj de madera que hay al lado de una puerta de la cual desconozco que hay detrás de ella, son las nueve de la mañana del día 23 noviembre de 2021, quedan exactamente cuatro horas para que definitivamente me despida de mi vida de antes. Me tiemblan los pies y tengo un nudo en la garganta que me provoca dificultad para respirar con normalidad, hace unos quince minutos vino una sirvienta con mi desayuno que dejó en una mesita de mármol antes de irse haciendo una pequeña reverencia como si estuviera hablando con una persona de alto cargo, me hace sentir muy incómoda pero últimamente es a lo que estoy habituada, a que me hablen con temor a decir algo equivocado y alguien le castigue por ello.
Miro el desayuno con desagrado, no soy capaz de probar bocado porque estoy convencida de que si ahora mismo comiera algo, esa comida no aguantaría ni dos minutos en mi estómago antes de vomitarla, el nudo en mi garganta me hace imposible ser capaz de meterme en la boca y tragar un solo trozo de las tostadas con mermelada de fresa, no puedo ni tan siquiera beber un sorbo del Nesquik caliente que me trajeron el cual ya estará frío.
La vida me ha dado muchas lecciones, algunas más duras que otras pero igualmente no se me borran de la mente, la vida me ha enseñado que o te proteges con una coraza o estando en este mundo tan cruel te rompes cual cristal estrellándose contra el suelo.
Y si ,el mundo es una mierda, más bien la sociedad actual es una mierda. Nos pintan todo de colores pero no es así, por ejemplo, la adolescencia.
Supuestamente la adolescencia es una etapa súper bonita en la que te la pasas súper bien con tus amigos, ríes, disfrutas, experimentas muchas sensaciones, eres feliz, es la supuesta etapa que te deja marcado para bien toda tu vida etc pero no, omiten la mayoría de las cosas.
En mi generación la adolescencia es una mierda, es donde comienzan todos tus miedos, tus inseguridades salen a la luz, las desconfianzas, las mentiras, los engaños, el sentirse insuficiente, llorar hasta quedarse dormido, donde cada vez te vas hundiendo más y más y poco a poco le vas perdiendo el sentido a la vida y lo único que deseas es volver a ser una niña donde la vida era una paleta de mil colores.
Supongo que mi adolescencia debería recordarla como algo bonito y alegre pero es justo todo lo contrario.La secundaria para mi fue una mierda y al acabarla tomé una decisión y me espabilé y el verano antes de que empecé bachillerato aprendí a enfrentarme a las cosas cara a cara, aprendí a centrarme y sobre todo aprendí a no ser nunca más la chiquilla de secundaria débil y que siempre era intimidada, ya no más.