Perdóname...

Capítulo 24

Luana miraba por la ventana de su habitación con las luces apagadas, como su madre conversaba con Valentino mientras miraba de reojo hacia donde estaba ella.

No comprendía el secretismo de esos dos, ¿desde cuándo se habían vuelto tan buenos amigos? Esa pregunta le intrigaba y a la vez le incomodaba, sentía que le guardaban secretos y que era necesario que ella lo supiera.

El haber encontrado el anillo de Valentino en su cama resultaba muy extraño, no se creía que las mellizas lo habían olvidado en su habitación.

¿A quién se parecerían esas niñas?, ¿tal vez a su madre?, ojalá se parecieran a él, esa mujer no le caía bien y no sabía por qué, le parecía detestable, aun cuando nunca hubieran cruzado alguna palabra. Y no pensaba que fuera porque ella aun sintiera algo por Valentino, hacía mucho tiempo que había dejado de pensar en él como alguien cercano a ella.

Se acostó en su cama y trato de dormir, pero el sueño le rehuía, sentía que su mente estaba tratando de recordar algo, pero no sabía que, era como si un vacío se hubiera instalado en su mente y le producía un dolor de cabeza insoportable.

Se levantó de la cama, camino en dirección a su baño, abrió el botiquín y se tomó una pastilla para dormir, no quería seguir pensando, sabía que esa tensión podría afectar su ánimo y llevarla a una crisis irremediable.

Su psiquiatra muchas veces le había sugerido que cuando estuviera en una situación que no podía controlar lo mejor era descansar y tratar de calmar su mente, era un buen consejo que sabía muy bien que debía llevar a cabo, si quería estar lucida para mañana con todos los trámites que deberían realizar.

Se acostó nuevamente, la pastilla había empezado a hacer efecto, pronto empezó a sentir que ya no tenía control sobre su cuerpo, antes cuando empezaba esa sensación inmediatamente tenía ganas de gritar, odiaba perder el control, pero ahora sabía que tan solo debería dejarse llevar, cerró los ojos y se quedó dormida.

—Valentino, no te vayas, no me dejes sola nuevamente —dijo mientras que veía que él se alejaba de su lado —Piensa en nuestro hijo, él nos necesita, yo te necesito.

Luana lloraba sin cesar, sus sueños se veían inundados de escenas de dolor, quería despertar, pero le era imposible, la pastilla la tenía totalmente adormecida y nada más le quedaba seguir viendo esas escenas que le desgarraban el corazón.

Su llanto se escuchó fuerte y las dos personas que aún conversaban en la puerta oyeron el llanto y entraron corriendo con desesperación.

—Valentino, lo mejor es que yo entre sola para ver como están las cosas, no quiero que tenga un colapso nervioso al verte.

—Ok —acepto Valentino a regañadientes, pero pensándolo bien era lo mejor.

Carmen se acercó a su hija para tratar de despertarla, pero por más que lo intento, ella no respondía, estaba como aturdida y no paraba de llorar.

El hombre, en la oscuridad, veía con lágrimas en los ojos todo lo que ocurría en esa habitación impotente, sin poder acercarse y tratar de ayudarla, tratar de que ella se sintiera mejor.

Al ver que nada podía calmarla, Carmen se acercó al baño para tomar una pastilla y agua y proporcionársela a su hija, cuando estaba por salir se percató del envase vacío de la pastilla que había tomado con anterioridad Luana.

—Valentino, ella se tomó un tranquilizante, por eso no reacciono, creo que no hay problema en que entres a verla.

Valentino se acercó y tomo asiento al lado de ella. Paso sus dedos por sus cabellos, para tratar de calmarla, al sentir ella sus manos, se las agarro y las llevo hacia su cara.

—¿Por qué me dejaste? Te pedí que no te marcharas, pero te ibas y no te importaba que estaba perdiendo a nuestro hijo.

—Mi amor, no digas eso, aquí estoy. Yo no voy a abandonarte jamás. Recuerda que eres mi vida y yo te amo.

—Odio a esa mujer.

—¿Qué mujer?

—Esa Maritza, por culpa de ella mi bebe está en peligro. No quiero que esté cerca de nosotros, no la quiero cerca de mí y de mi bebe, aléjala por favor Tino, dile que se vaya, se está acercando, me quiere lastimar, no se lo permitas.

—Amor, aquí no hay nadie, solo estamos tú y yo, no hay nadie más. Estamos en tu habitación, El bebé y tú están bien, yo los estoy cuidando. Tranquilízate ¿sí?

—¿Lo juras?, ¿no dejarás que vuelva a lastimarme?

—No amor, no volverá a lastimarte. Ahora duerme ¿sí?

—¿No te vas a ir?

—No amor, aquí estaré para ti.

—Acuéstate a mi lado, por favor y abrázame que tengo mucho miedo.

—Ok.

Valentino miró a Carmen avergonzado como pidiéndole permiso para acostarse al lado de Luana, ella sonrió y salió de la habitación cerrando con cuidado la puerta.

Valentino se sentía feliz, pero a la vez desdichado, volvería a dormir con su amada nuevamente, pero le entristecía saber que únicamente sucedía porque ella no se daba cuenta de lo que estaba sucediendo al despertar nuevamente lo rechazaría y no querría ni verlo cerca.

Trato de dormir, pero se le hacía imposible al tenerla tan cerca, su cuerpo la deseaba, y lo único que hacia ella era acercarse cada vez más a su pecho, mientras sus nalgas se pegaban a su pelvis sin percatarse que su miembro se encontraba sumamente erecto.




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