Luana tenía sus manos cubriendo su boca, jamás hubiera pensado que toda esa historia sórdida giraba en torno a ella. Las lágrimas cubrían su rostro, impidiéndole ver, había salido de la casa en busca de Valentino y cuando vio luces prendidas en el bungaló se acercó, pensando que él estaba ahí, pero jamás imagino que sería testigo de todo lo que se estaba diciendo.
Ella había llegado a la puerta en el preciso instante en el que Nicolás hablaba de como la había encontrado tendida en sangre, la historia que había contado sobre su vida en Italia, le hacía doler el estómago. Pero de algo estaba segura, tal vez ese tipo la había tocado siendo niña, pero jamás había conseguido abusar de ella, aún recordaba su primera vez con Valentino, al menos eso le daba un poco de tranquilidad en medio de la tormenta.
Pobre de su hermano tener que vivir una vida de abusos, él pudo haber escapado, pero no lo hizo, prefirió entregarse para salvarla de las garras de ese degenerado. Le debía la vida a su hermanito.
Ahora entendía algunos flashes que venían de cuando en cuando a su mente, necesitaba recordar todo si quería defenderse, necesitaba ordenar su mente y la única ayuda que podría tener era la que Avalos le iba a proporcionar.
Se retiró en silencio de la puerta y regreso a la casa grande, no quería que el resto supiera que ella ya sabía todo.
Los tres niños estaban juntos en la habitación de Alex, mientras conversaban y reían mirando videos en una laptop.
—Tienes que tener cuidado con ese equipo Alex, ¿de dónde lo tomaste?
—Cada uno de nosotros tiene una laptop en su habitación, señorita Luana — respondió Gis.
—Si tía Lu, creo que mi papito nos compró una a cada uno de nosotros. — Comento Gia.
—Esta es mía, mamá Lu.
Miro a las niñas detenidamente y pudo comprobar que tenían un parecido con Nicolás y con ella, definitivamente eran familia, es más, al ser hijas de Maritza, eran sus sobrinas, pobrecillas, pensó, tener una madre como Maritza era lo peor que les podía suceder.
Pero ella no permitiría que las lastimaran, así se tuviera que enfrentar a la propia madre de las niñas. Decidió darles todo el amor que pudiera, para que no sintieran la separación de su madre.
Tendría que hablar con Valentino, para que las protegiera y no permitiera que Maritza tuviera la custodia de ellas. Si era cierto que decía Nicolás, Maritza estaba enferma de odio y no dudaría en lastimar a sus propias hijas.
—Está bien niños, pero igual tienen que tener cuidado, ¿sí?, por cierto, ¿ya se bañaron?
—Aún no, que flojera — dijo Alex
—Yo también tengo flojera — dijeron las niñas a coro.
—Tienen que bañarse, estuvieron todo el día jugando, y deben estar sudados, ¿quieren que les prepare el baño?
—¿Puedes hacerlo? — pregunto sorprendida Giselle.
—Claro que si, cariño. ¿Por qué crees que no podría hacerlo?
—Mamá, nunca lo hizo — Respondió triste Georgia.
—No se preocupen, iré y les prepararé el baño, ¿Quién, quiere bañarse primero?
—¡Yoooooo! — gritaron los tres a la vez.
Luana vio que Georgia parecía tener más sueño que los demás, así que tomo una decisión.
—¿Les parece si primero preparo el baño para Georgia?
—Por mí no hay problema — dijo Alex
—Por mí tampoco, — Respondió Giselle — Además, ella es la más pequeña de nosotros tres.
Luana ayudo a los tres niños a bañarse, quería olvidar todo lo que había escuchado.
Luego de bañarlos, los arropo y les dio un ligero beso en la frente. Antes de retirarse de la habitación de Giselle, ella la llamo.
—¿Amas a mi papá? — le pregunto.
—Sabes que no estoy bien de salud, ¿no?
—Lo sé, pero ¿lo amas?
Luana se quedó pensando, había algo extraño en la relación que mantenía con Valentino, hace poco lo había escuchado decir que no permitiría que nadie la lastimara, eso significaba que aún estaba en su corazón. Y si ella era honesta consigo misma, tendría que admitir que jamás había dejado de amarlo. Solo se había alejado porque pensaba que él era feliz.
—Sí, aún lo amo —Respondió avergonzada ante una niña tan pequeña que se comportaba como si fuera una adulta.
—Lo sabía. — Respondió Gis, torciendo sus labios en una ligera mueca entre tristeza y alegría.
Luana la miro con tristeza, como desearía poder verla feliz. Haría todo lo que estuviera en sus manos para verla brillar con una sonrisa de oreja a oreja.
Acaricio sus cabellos, hasta que la pequeña se quedó dormida.
Se acercó a la habitación de Georgia, ella ya se había quedado dormida, tenía una pierna fuera del cobertor, se acercó en silencio, la acomodo y se apresuró a retirar, pero la mano de Georgia cogió su muñeca y le impidió moverse.
—Mami, no te vayas
El corazón de Luana dio un brinco, le dolía que las niñas estuvieran separadas de su madre, pero también entendía que no era lo mejor para ellas.
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Editado: 16.02.2023