Perdóname por ser mujer (1)

3-La ley de Murphy

Después de haber salido de la cárcel, de solo acordarme me hace sentir toda una chica mala, tuve que explicarle a mi hermana todo lo que paso. La pobre Ana estaba con los nervios de punta, no solo estaba dando todos sus finales, sino también su hermana menor había estado detenida en una comisaría y ella ni se había enterado. Mis padres la habían dejado a cargo de nosotros, pero ya se sentía desbordada por todo. Así que tanto yo como Manuel tuvimos que consolarla diciéndole que no era una pésima hermana mayor.

Después de tranquilizar a la pobre mujer, me fui a mi habitación donde me recosté rememorando los acontecimientos de este día.

Primero, había pasado toda la tarde en la comisaria viendo personas del mal vivir salir y entrar. Segundo, había visto como mi compañero de clase sobornaba al comisario. Tercero, mi compañero de clase tenía 500 dólares en su billetera. Cuarto y último, pero no menos importante, mi compañero poseía un auto de alta gama. En síntesis, Marco no era cualquier chico... era rico que digo rico, millonario. Tal vez realmente era un vampiro que había vivido 300 años y por ello había acumulado dinero, pero que mala onda que fuera un vampiro gay.

Después de mis divagaciones infantiles, quise ponerle más seriedad al asunto. Intente pensar alguna circunstancia en la que él hubiera expuesto su opulencia, pero la verdad jamás lo había visto. No era de los que se compraba lo último de ultimo, solo había que ver su celular el cual tenía la pantalla rota. Aunque su forma de vestir siempre había estado a la moda. Sin embargo, no creo que fueran prendas carísimas ya que no solía conservarlas muy bien. Empecé a pensar en sus amigos, ya que los ricos siempre se juntan con los ricos. Pero había ido a la casa de David debido a Aldana, la cual era un pequeño departamento en donde apenas entras y ya estabas en la sala, caminabas dos pasos más y ya llegabas a la cocina. Por ello no se podría decirse que él fuera rico. También conocía la casa de Francisco, Darío y Luca, los demás amigos de don simpatía, y tampoco eran la gran cosa. Aunque, ya olvidando lo material, estaba sorprendida por su "amabilidad" para conmigo. Siendo como era él, lo más racional habría sido que solo pagara su libertad, pero contra cualquier pronóstico pago la de ambos. Y después de eso no me dejo sola por las calles, sino que me llevo a salvo a mi casa. Si no fuera por lo enojado que se veía, podría decirse que fue todo un caballero.

Capaz Marco no era tan malo como pensábamos. Capaz si lo conociéramos mejor no sería tan así. Me sumergí tanto en mis pensamientos que no me di cuenta de que mis ojos se fueron cerrando hasta quedarme completamente dormida.

El ruido volvía retumbar en mi habitación. Dios, como odiaba ese infernal sonido. Me senté en mi cama, buscando la maldita alarma. Cuando la encontré el temor recorrió mi cuerpo. Ya eran las siete; y yo ya debería estar saliendo de casa. Mi alarma suena cada media hora después de la alarma inicial, nunca me había pasado de no responder a la primera alarma. Me arreglé rápidamente y salí de mi casa corriendo.

Cuando estaba caminando a la parada de colectivos vi como el colectivo¹ que tenía que tomar ya estaba a una cuadra de la parada. Eso provoco que tuviera que empezar a correr hacia ella, la cual estaba a una cuadra de distancia del lugar donde me encontraba. Pero debido al apuro de salir de mi casa no ate bien mis cordones² de las zapatillas y me enrede con ellos cayendo al piso.

Y ahí estaba yo, en el piso a las 7:15 de mañana y acabando de perder mi colectivo. Me levante a duras penas con las manos un poco raspadas y sintiendo un dolor punzante en la rodilla. Definitivamente había sido meada por un elefante³ y como dice la ley de Murphy "Por sí mismas, las cosas tienden a ir de mal en peor". Así que asumiré que este día no sería nada bueno. Me replanteé faltar, pero hoy había examen de Matemática y justo esa profesora no era de los que te dice "puedes hacerlo otro día", era de esas que solo justifica que faltes si estabas muerto. Así que con mi pierna dolorida llegue nuevamente a la parada y espere casi media hora para que viniera el otro colectivo.

Al llegar tenía un retraso de media hora. Así que tenía que ir a preceptoría para dar el presente. Cuando llegué a la puerta de la oficina me encontré con don simpatía que estaba en los asientos de afuera esperando. La verdad que estaba muy sorprendida, Marco nunca llegaba tarde. Vi que en la oficina no había nadie, así que tendría que esperar.

Note que don simpatía había notado mi presencia ya que levanto la mirada y nuestros ojos se encontraron, parecía también sorprendido porque yo llegara tarde, luego fue bajando su mirada hacia mi pierda provocando que sus ojos se llenaran de preocupación. Yo también mire hacia ella alarmada. Y comprendí que era lo extraño. Mi pantalón jean estaba manchado de sangre en la rodilla. La verdad no me había percatado de ello durante el viaje.

Me fui hacia el otro extremo de la fila de asientos de donde estaba Marco. Y cuando me senté, empecé a levantar mi pantalón para poder ver mi herida. Al llegar al punto, vi como el pequeño raspón que suponía que tenía, era más grande de lo que imaginé. Obviamente el dolor era terrible. Empecé a buscar en mi mochila algún pañuelo para limpiar la sangre. Estaba tan sumergida en mi búsqueda que no note que Marco se encontraba en frente mío, hasta que hablo

—Será mejor que vayas a la enfermería, ahí podrás echarte un poco de alcoholꟷme dijo con tono preocupado haciendo que levantara mi vista hacia él.

«¿Marco Villalba, el gay misógino, estaba preocupado por mi? La verdad este día estaba muy loco»

Asentí. Me levanté a duras penas y empecé a cojear hasta la enfermería que quedaba al final del pasillo. Increíblemente Marco me estaba acompañando en mi travesía. Aunque, cualquiera me hubiese ofrecido su hombro para apoyarme, pero capaz esta era la máxima amabilidad que podía sacar de mi raro compañero.



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En el texto hay: misterio, novelajuvenil, traumas

Editado: 05.12.2018

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