Perenne

Capítulo 12: Revelation

Eran las ocho de la noche cuando aquellos dos hombres de apariencia intimidante dejaron a Alex tirado en aquel lúgubre bodegón. Uno de ellos le echó un corto vistazo mientras encendía un cigarro, el detective cuestión había sobrevivido a la extracción de sangre; sin embargo, su aspecto casi moribundo dejaba ver que este de milagro estaba vivo. Caló el humo del cigarro detallando sus alrededores, la oscuridad plena, el pavimento húmedo gracias a las alcantarillas cerca de allí y la espesa neblina que cubría bien toda la escena era sin duda alguna el lugar perfecto para dejarlo tirarlo e irse sin ningún problema.

—Vámonos... —le hablo a su compañero mientras tiraba el cigarrillo al suelo y daba la vuelta—. Con suerte despertará por la mañana... si es que sobrevive al frío. —Escuchó a su compañero soltar una carcajada, lo que provocó que él también riera por lo alto—. Con esto queda claro que ese bastardo de Caruso nos pagará el doble.

—Ni que lo digas, ya perdí la cuenta de cuántas veces he venido aquí el día de hoy. Aunque... ¿Fue buena idea dejarlo tirado con los muertos? Él aún sigue vivo.

—Calma, después de todo solo es un empleado. —Se rascó la cabeza y metió una mano en uno de sus bolsillos en busca de su encendedor—. Además que fastidio tener que llevarlo al centro, ¡que se vaya al infierno de una vez!

— ¿Y por qué mejor no vienes conmigo?

La repentina voz cerca de él logró que un escalofrío recorriera su espina dorsal, se giró de manera brusca sobre sus talones notando a duras penas como el hombre que ellos mismos habían tirado hace unos momentos se hallaba parado justo delante de él con la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo; aunque para su desgracia eso fue lo único que alcanzó a ver antes de una de las manos de Alex lo tomara de la cara e hiciera que esta explotara como si fuera un globo. El otro sujeto que estaba a su lado emitió un grito, dando un paso torpe hacia atrás y cayendo al suelo en el proceso.

—M-Monstruo... —tartamudeó al tiempo que sacaba su arma de forma temblorosa y le apuntaba a Alex—. ¡No te me acerques! —Lo vio aproximarse lentamente, incluso tuvo que subir la cabeza para mirarlo directo a la cara cuando este finalmente se detuvo a pocos centímetros de donde este se hallaba tirado—. No... No...

—Shhh —Alex lo calmó, arrodillándose ante el hombre para luego posar una de sus manos encima de la cabeza—. Tranquilo, dime ¿dónde está Caruso? —Observó los labios del chico temblar con nerviosismo ante las diminutas caricias que ejercía sobre su pelo—. Vamos, a ti no te pasará nada.

—Si... Si-Sigue... En el bar de la segunda planta con los demás ejecutivos...

—Muy bien. —La otra mano de Alex viajó hacia el arma que aún le apuntaba, tomándola delicadamente y arrebatándole al sujeto enfrente de él—. Y cuéntame, ¿por qué necesitaban extraer tanta sangre?

— ¡Fue una orden directa del Sr. Caruso! Dijo que debíamos sacar la mayor cantidad de sangre de todos aquellos que bebieran del experimento R24... ¡Que era por el bien de la ciencia! —el sujeto soltó toda la información a gritos, intentando pronunciar cada palabra con claridad ante la penetrante mirada de Alex—. No sé nada más... apenas llegué ayer... ¡Por favor déjame vivir!

—Con que R24... —Sus ojos se posaron en un determinado punto del lugar, analizando todo lo que el chico le había dicho; posteriormente volvió su vista hacia él y dedicándole una pequeña sonrisa lo calmó por segunda vez—. Ya, ya, no ha pasado nada... Vete. —al decir eso contempló cómo el hombre se levantaba de un modo apresurado e inmediatamente se echaba a correr lejos de ahí. Alex lo siguió con la mirada mientras se pasaba una mano por el cabello, suspiro con fastidio esperando unos segundos más y cuando prácticamente ya le estaba perdiendo el rastro a su silueta, aplaudió sonoramente, un momento después aquel sujeto tuvo la misma reacción que su compañero, explotando completamente al tiempo que todo su alrededor se manchaba de sangre. Pasado un tiempo ya, cuando el silencio volvía a reinar en aquel recinto, Alex comenzó a caminar lejos de ahí con una expresión totalmente marcada por la venganza—. Me las vas a pagar, Caruso, tú y todos los que te rodeen.

"En esta cacería nadie tiene el derecho de salvarse."

✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠

¿Cómo pudo pasar esto? ¿En qué momento todo se distorsionó? No lo comprendía. Su memoria retrocede vagamente hacia algunos minutos atrás, cuando fue capaz de entrar a aquel cuarto subterráneo sin ningún problema; los nervios de punto al seguir el plan, la emoción y la inminente intriga ante el extraño frasco rojo... Todo eso vuelto mierda en cuanto él llegó.

¿Por qué humillarla de esta manera?

¿Por qué no solo matarla?

Izaro enterró las uñas en la alfombra, siendo incapaz de moverse aún. El sujeto delante suyo parecía divertirse en lo que hacía, presionando sus labios contra los de ella con muchísimo esmero; el asco estando presente en cada momento. En su afán, no se percató de que su habilidad había disminuido lo suficiente como para que la joven pudiera echarse para atrás en un intento desesperado por buscar oxígeno. El conejo gruñó por lo bajo y tras ello movió una de sus manos hacia la nuca de Izaro, aferrándose a su cabello para después atraerla nuevamente hasta su boca de una manera bastante brusca.

El sabor a metal vuelve a estar presente.

Las quejas incrementan en medio de los ahogados jadeos.

El infierno más vivo que nunca.

—Oye, Conejo, ¿Estás aquí? —una nueva voz se hizo presente en la habitación tras el sonido de la puerta abriéndose. Christopher, el joven asistente del maestro, se quedó completamente tieso en su sitio cuando se percató de lo que estaba pasando. El conejo le soltó un par de maldiciones mientras se volteaba y le dedicaba una mirada asesina—. Vaya... creo que interrumpo algo.



#8119 en Thriller

En el texto hay: amor, suspenso, thirller

Editado: 22.05.2021

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