He perdido mi corazón latente. Oh, sabrá usted, la tristeza ya no me deja recordar tan bien.
Sí, es verdad lo que le han dicho, ya no puedo sentir ¿Usted sabe por qué un pecho hueco ya no puede sentir? Probablemente sí, pero yo no lo sé. Sólo comprendo que se siente tan profundamente la nada que parece hundirnos en el abismo del todo contra nosotros. Pues mire, estoy hablando en plural y sólo es un pecho vacío con venas alocadas ¿Cómo sería si si me faltase el alma?
No, no señor. No me falta el alma. Los labios resecos son deshidratación y los ojos carentes de brillo, enfermedad. Sin embargo, mi alma me deja sola con constancia en un cuarto lleno de insectos. Se la ve viajando de extremo en los fines del mundo, es una soñadora. Yo estoy siendo desmembrada entre lo real y lo que ella me obliga a soñar. Se pasea con total libertad por entre las personas, y yo me he quedado aquí, con la mano puesta en mi pecho. Quisiera ser lo que ella es, una nómada efímera.
En fin, he venido a pedirle un corazón de papel. Ya no quiero encontrar el mío nuevamente, no le pediré más ese corazón lleno de sangre… Anhelo uno de papel, sin sangre, sin dolor, sin recuerdos, sin nervios y posible de pintarse tantas veces lo rayen. Sin embargo, he de creer que nadie querría un corazón de papel, por eso nadie lo dañaría y es la mejor parte. Sólo se constituiría de palabras y algo más.
Preguntará usted ¿Adónde has de dejar tu corazón real?
No se preocupe, a él ya no le hace falta conectarse a mí. Un corazón con ganas de latir no puede estar en un alma intermitente como la mía.
Él merece palpitar hasta decaer por la furia de sus latidos.