Capítulo 28| No significo nada
*LENA*
Cada cierto tiempo guardamos las mejores sensaciones, y volvemos a revivirla para regresar en el mismo momento donde fuimos felices.
Este es uno de los momentos.
Lo vi inclinarse hacia mi rostro, y no tuvimos que decir nada porque a veces las palabras sobran cuando las miradas son suficientes para describirlo todo.
Y quisiera describir todas las explosivas emociones que me causa Drew Gastrell, pero de solo profundizar el beso me deja la cabeza en blanco. Su mano viaja hacia la parte posterior de mi cuello y la atrae más hacia él mientras que la mía no deja de explorar toda su espalda.
El conocido cosquilleo asciende hasta las yemas de mis dedos, que de un momento a otro nuestros labios se separan bruscamente y un frío líquido aterriza sobre mi cabeza cuando mis pompas tocan el suelo.
—El azul te cae —comenta con una risa para luego deslizar su dedo sobre mi mejilla. Embarrándome más de pintura.
Hago una mueca y sacudo mi cabello como lo hace mi gato cuando recién sale de una ducha.
—Ahora estamos a mano.
—¿Sabías qué hacer eso puede dejar más manchas por toda tu casa? Ya que las gotas están en micro y hasta nanogramos.
Ruedo los ojos con una media sonrisa.
—Cállate y bésame.
No le brindo el tiempo suficiente para replicar. Ahogo sus palabras en mi boca.
De pronto, Drew se inclina hacia adelante hasta que mi espalda choca contra la mesilla de centro. Deja descansar su mano en mi mejilla mientras que disfruta tanto del momento como yo.
El hormigueo aparece de nuevo e invade mi pecho con sus delicadas caricias. Dejo escapar un jadeo cuando su lengua se introduce dentro y provoca un sinfín de sensaciones que se revolotean por todo mi cuerpo.
—¡Aja, así los quería agarrar!
Nos separamos de manera tan brusca que termino mordiendo su lengua sin querer. Su rostro de dolor es evidente.
—¡Abuela!
—Nada de abuela, ¿y por qué estás de azul? —Viaja su mirada a Drew y luego se cruza de brazos para luego adoptar una cara de severidad que solo pone cuando se meten con sus galletas—. ¿Por qué están de azul?
—Es mi culpa, deje caer la pintura —defiende Drew, y mi abuela alza una ceja mientras se quita las gafas.
—¿Y se la estabas quitando con la lengua?
Mis mejillas se encienden al instante, y Drew me mira en busca de ayuda. Entonces, cuando me parecía no entender nada su actitud y reacción, mi abuela termina por empeorarlo cuando se hecha a reír.
—Debieron ver sus caras —Carcajea mientras va en busca de papel toalla y nos da un pedazo a cada uno—. ¿Qué? Tenía que meterme en el papel de abuela protectora.
—Abuela, no era necesario —Rueda mi comentario y la lanza lejos.
—Mathew vendrá a recogerme, ya después pueden seguir con sus cosas inocentes —Estoy dispuesta a replicarle cuando se lleva a Drew al comedor y se dispone a brindarle unas galletas de la tarra—. Ahora que ya tienes un vínculo con ella, ¿quieres ver sus fotos de cuándo era una niña?
Brinco de mi sitio y alcanzo sus hombros antes de que se lo lleve al sillón.
—¿No deberías prepararte para tu cita? —farfullo, con la esperanza de que no le muestre nada. Mi abuela debe entender que no todo el que traiga a mi casa tiene que verme en pañales.
—Tienes razón, pero Mathew puede esperar —Se lleva a Drew, al igual que mi dignidad—. No me dejaste enseñarle al otro zopenco cuando usaste un sos...
—¡Abuela! —La callo a tiempo y le suplico con la mirada que no lo haga. Él no necesita saber que su vecina usó un sostén como casco militar. Mi abuela aplana sus labios, en un intento de no burlarse de mi estado.
—Está bien, pero algún día tendrá que saberlo —Asiento. Voy a prenderle fuego a esa foto—. Y nada de deshacerte de ella.
Resoplo porque sé que tiene más escondidas, pero se intentó. El timbre suena, y mi abuela sube las escaleras con Candie siguiéndola de cerca.
Mathew es la persona más paciente que he conocido en el planeta. Cuando estábamos en Brooklyn, no se molestó en esperar a que mi abuela se arreglase. Estuvo esperando casi una hora en el sillón, y no tenía otra cosa para entretenerse que la cajeta de gomitas. Esas gomitas son esenciales para sus citas, sin ellas, mi abuela no piensa salir de casa. Se ha vuelto adictas a esas golosinas, que ahora Mathew solo compra una.
—No se vistió, ¿verdad? —pregunta, nada más verme. Asiento y le brindo pase a la casa. Saluda a Drew y se acomoda en el sofá con el pequeño paquete de gomita.
—¿Quiere agua? —ofrezco, y él responde negando con la cabeza. Llevo conociéndolo más de tres meses, y nunca hemos hablado por más de dos minutos. Ahora los tiempos incómodos entre ambos ya no existe. Solo quedamos en medio del silencio para que nuestros propios pensamientos nos consuman.
Ya pasada los cuarenta minutos, mi abuela regresa con un vestido floral y una chaqueta. Mathew se levanta de inmediato, y se quita el sombrero para hacer una pequeña reverencia, dejando a la vista el manto de canas. Mi abuela le sigue el juego, y luego se despiden de nosotros.
Ahora que estamos solos, el aire se vuelve tenso. Por primera vez no tengo idea que decir, así que me dedico a mezclar los colores con él. Eso estuvimos haciendo mientras Mathew seguía esperando.
—Intenté hacer una mezcla de morado, pero ha salido otra cosa —Me enseña la pequeña mancha chocolatosa y no puedo evitar reírme. Es como un pequeño niño que hizo mal su tarea.
—Tenías que mezclar el rojo y el azul.
—Nunca me aprendí esto de las mezclas de colores —comenta con un tono bastante relajante—. ¿Harás algo? —Señala la libreta de dibujos que tengo apoyada sobre mis muslos. La verdad, es que no tengo ganas, pero tampoco quiero quedarme sin hacer nada mientras él esté aquí.
—Creo...
Drew asiente unas cuantas veces, y solo se queda a observar. Por Deméter, estos son los segundos más tensos de mi vida, ¿de dónde saque el coraje para plantarle un segundo beso? ¿Soy la única que quiere hacerlo de nuevo?