Tres años antes
Corrían por la calle tomadas de la mano para no perderse ni separarse, manteniendo el significado de la amistad aun en los peores momentos, en momentos terribles y peligrosos como este. Tratando de apoyarse y lograr darle animo la una a la otra, para así no olvidarse que no podían caer, que no podían darse por vencidas. No ahora que habían llegado tan lejos. Controlaban sus respiraciones para logar fusionarse con silencio, que el sonido de la lluvia opacara sus pisadas y la oscuridad las absorbiera.
Sus ropas negras se adaptaban y se volvían una con las sombras, las protegían, las absorbían. Al menos, por una vez en mucho tiempo, algo estaba su favor. El clima hacia más difícil la visión y también empañaba los vidrios de los vehículos. Si tenían un poco de suerte, podrían llegar al aeropuerto antes de que las cogieran y las llevaran de vuelta. Si tenían suerte, podrían escapar para volver a comenzar. Las vestimentas empapadas se le ceñían al cuerpo, marcaban sus huesos, pesaban. También las hacían más lentas, les hacían más difícil moverse por las calles tranquilas. La acera se veía negra en la oscuridad, la luz de las farolas apenas alcanzaba el suelo. Convertían el lugar en algo peligroso, pero también en su mejor vía de escape.
Frenaron justo antes de salir del callejón a la calle y miraron a hurtadillas por la esquina, buscando personas, buscando transporte. Dejaron de respirar para ver si escuchaba algún paso, algún leve murmullo que trasportará en viento. Pero tan difícil como lo hacía para los cazadores buscar, lo hacía para las presas el escapar. Solo lograban oír el sonido de a lluvia, el fuerte tintineo de una gotera bajo el techo de una tienda cayendo sobre una lata. También se escuchaba el rugido de las banderas, y en chirrido de unos adornos que daba vueltas en los techos.
La luz se acercó de la lejanía. Un punto en el horizonte que se hacía más grande a cada minuto que pasaba. Un auto que podría ser su salvación o su inminente destrucción. Apretaron más el agarre. ¿Y si salían y perdían? ¿Y si salían y ganaban?
La chica alta cerró los ojos tratando de sumirse en un minuto de silencio que le ayudara a pensar. Necesitaba organizar cuidadosamente cada paso, siempre lo hacía. Era su forma de asegurar el futuro. ¿Que debían hacer?
La baja se caracterizaba por su poca paciencia y las decisiones apresuradas. No le costó mucho tiempo entender que si se quedaban allí esperando tampoco tenían muchas posibilidades de sobrevivir. No tenían alimentos, tenían hambre y frío, y nada más que unos tickets de avión. Podrían perder mucho si resultaban ser sus perseguidores, es cierto. Pero lo que podían ganar si no era más que cualquier persona manejando de madrugada, era mejor, mucho mejor.
¿Cuántas cosas se pierden por temer al miedo en sí?
Soltó la mano de su amiga y saltó al frente, justo bajo en brillo de la farola, viendo el auto acercarse lentamente y deteniéndose poco a poco hasta ella, mientras su compañera esperaba en las sombras, demasiado asustada para criticarla.
Al menos, si resultaba todo salir mal, ingeniaría algo para que la otra lograra escapar.
Su cuerpo temblaba, su mente se bloqueaba, le apretaba, le presionaba.
El auto se estaciono frente a ella, y su sonrisa se ensanchó al leer las palabras más alentadoras que había leído en su vida. "Taxi" decía.
La chica alta se acercó corriendo junto a su amiga y sonrió también. Se tomaron de la mano antes de entrar.
Cuando el aire calefaccionado del aeropuerto las recibió, solo pudieron agrandar más su sonrisa. Este era el último paso, la última barrera. Pero ya estaban aquí, en un espacio público, lleno de guardias, cámaras y gente. Ya no había vuelta atrás, ellos no conseguirían llevarlas de vuelta incluso si ahora mismo se encontraran cara a cara. Estaban a salvo. Abrocharon cinturón mientras el avión comenzaba a avanzar, mientras despegaba sus ruedas del suelo para darles un largo camino al cielo.
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Editado: 05.11.2020