Noviembre 7, 2016
21:10 pm
| Tyee |
Miro a mi alrededor otra vez. Somos tres chicas y siete hombres, todos sentados alrededor formando un círculo y mirándonos las caras en el más completo e incómodo silencio.
No basta con suspenderme y déjeme sin habitación, además me envían con idiotas a perder el tiempo en un estúpido grupo ayuda antidrogas.
21:15 de la noche y aun no llega el tutor encargado de la charla; me pregunto qué clase de idiota es. Estoy a punto de levantarme nuevamente e irme, cuando la puerta se abre de un golpe y el susodicho aparece. La verdad esperaba encontrarme con el señor Bring y su cara enfadada, o alguien que se le pareciese en aspecto y personalidad, alguien gruñón. En cambio, el que entra está muy lejos de ser grasa y arrugas. El entrenador Street deja papeles sobre la mesa y nos inspecciona.
—Lamento la demora, nuevamente. Trabajar con el equipo de F.A me tomó más tiempo del calculado.
Toma asiento y vuelve a mirarnos. Nosotros lo miramos también con cara de póker. Está contando en silencio, luego se pone de pie y anota el número final en la pizarra. Diez.
—Creo que hoy si estamos completos— su mirada de fija en mí, y siento la pregunta antes de que la suelte. — ¿Que ha sucedido ayer?
Solo ha parado la mirada en mí para el conteo, y de hecho no estoy segura de que eso cuente, porque solamente necesitaba fijarse en la silueta para sumar otro número; pero, aun así, sabe exactamente que soy yo la que se saltó el castigo ayer por la noche. Pensaba en cumplir con esto del grupo a la perfección, de verdad, pero una de mis características más particulares es la impaciencia. Esperé veinte minutos en mi asiento y comencé a irritarme. Todos hablaban entre ellos, estoy casi segura de que deben haber estado metidos en el mismo royo que los trajo aquí en primer lugar, en cambio yo estaba sola y rodeada de chillidos, sentada en el mismo lugar que hoy. No me costó decidirme a mandar todo a la mierda para marcharme. Tampoco es que me arrepienta, pero esperaba que pasara por alto mi presencia. Me siento un poco más derecha en la silla y miro el techo sobre él al hablar.
—Supongo que por la misma razón por la que usted ha llegado tarde estos dos días— ahora mi mirada da con sus ojos. —Tenemos vida y cosas que hacer.
Carraspea y se coloca su chaqueta de entrenamiento. Me obligo a no mirar sus músculos mientras lo hace o perderé la seriedad y frialdad con que le estoy hablando.
—Acabo de explicar el por qué.
—Yo también. Supongo que estamos igual.
Traga en silencio y se acomoda en su silla vagamente, igual que yo, con una mano sobre el escritorio y la otra en su regazo. No deja de mirarme en ningún momento. Cambia de idea sobre seguir peleando el tema.
—Ayer, antes de empezar contamos el motivo del por qué están aquí. ¿Puedes hacerlo también?
— ¿Y si lo hace usted primero? — contra pregunto. —No sabía que le interesara tanto la vida de los adolescentes drogadictos.
—No es un hobbies. Se trata nada más que de trabajo— puedo notar la molestia en su voz aun cuando su cara esta impasible. Disimula a la perfección lo irritable que le estoy resultando. —Aunque claro, los castigado son ustedes, y las preguntas las hago yo.
Ahí está. Ese es el momento en que te das cuenta de su verdadera personalidad bajo esa mascara de perfección. Si bien yo estoy resultando odiosa, no es más que para saber cuánto puede aguantar antes de explotar. Ahora la amenaza es casi palpable. Esta vez la que traga saliva soy yo, porque el jugar con la autoridad no es un acto demasiado inteligente. Antes de hoy jamás había dirigido mirada ni mucho menos palabra con él. Es un tipo alto, evidentemente musculoso y bien formado. Su cabello es una mezcla de rubio oscuro y dorado, corto a los lados y va peinado hacia la derecha. No distingo el color de ojos por la distancia, pero sé que son claros. Azul quizá. A pesar de lo deseable que es, no se me había pasado por la cabeza pensar en el de otra forma que no fuera "Entrenador-alumna" aun cuando ni siquiera tengo algún ramo con él. Comienzo a entender por qué las chicas no se molestan por el castigo. Decido dejar de jugar con él y terminar la partida de una vez.
—Drogas— suelto al aire, y casi me río. —¿No es por eso que estamos todos acá?
Las chicas alrededor mío se voltean a verme.
— ¡¿Fuiste tu quien metió droga en el departamento de Atria?!
Miro a la dueña de la voz histérica. Una rubia a la que llamaban "Ila" de mi clase de biología avanzada me mira con los ojos abiertos como pepas desde su asiento tres puestos más atrás que el mío.
—¡Mi Dios, Drogas! ¡Cómo puede existir alguien que consuma drogas en este grupo anti drogas! — exclamo dramatizando la escena; todos me miran nerviosos, incluso la idiota que hizo semejante pregunta.
—¿Eran tuyas?
Vuelvo la vista al entrenador Street. Me mira con una sonrisa en los labios, más entretenido que yo con el asunto. ¿Dónde quedo la tensión? ¿Cuál es el chiste? A mí no me causa gracia en lo absoluto estar encerrada en estas cuatro paredes y con todos estos imbéciles. Pero entiendo que está probándome, quizá todo esto se deba a una estrategia de Finneman para hacerme confesar. A ver si en algún momento me confundo con mi mentira.
—Si esas drogas fueran mías, no las dejaría donde pudieran encontrarlas, créeme.
Street se cruza de brazos y asiente lentamente con la cabeza aún sin borrar esa sonrisa de sus labios.
—Bien, continuemos. Hoy veremos consecuencias a largo plazo de las drogas duras.
Se pone de pie y conecta todos los cables a el monitor para proyectar une hora de video que se supone, te hará recapacitar lo que estás haciendo con tu ya, mierda de vida. El tiempo se alarga cuando te aburres, una hora se hicieron tres. Aquí no hay celulares, no hay conversaciones, nada más que un puto video y nosotros, y cada vez que doy un suspiro de aburrimiento, más odio a la arpía de Atria, porque estoy segura de que fue ella quien dio el aviso. Me debe una, una que se las haré pagar muy cara. Y al final creo que entiendo porque es Street quien tomó el puesto. Si a mi me pagaran por sentarme a vigilar que un grupo de críos mire un vídeo por una hora, trabajar allí veinticuatro siete.
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Editado: 05.11.2020