Abril 21, 2017
06:02 Am
| Tyee |
Me lo dice una vez, luego una segunda, una tercera e incluso una cuarta. Hago como que no la escucho, como que estoy durmiendo, e intento seguir respirando con normalidad, porque si no va a pillarme. Pienso que lo de la tecnología ultra mega inteligente, es de lo mejor, facilita mucho las cosas; sin embargo, carece de sentido común; y aunque sabe que estoy despierta y la estoy ignorando, VI no comprende que no quiero salir a recibir a quien esté allí fuera.
Podría claro, decir mi palabra mágica y dejar que pase, pero no es ningún conocido (considerando que tengo realmente pocos aquí en BlackHand), y que el único que dejaría pasar, primero, tiene permiso de entrar tan solo con su voz, y segundo, si por alguna razón no pudiera hablar, está a millones de kilómetros de distancia, y es imposible que esté llamando a mi puerta.
—¿Quién es?— susurro entre gruñidos.
Mi entrenamiento no comienza hasta dentro de una hora y media, no comprendo que podría hacer alguien aquí a las 6 de la mañana.
—Scorpion— dice sin más.
—Ya. ¿Y se supone que yo debo saber de quién demonios se trata?
—Si vas y abres la puerta, lo sabrás— casi escupo fuego por la boca. Son las seis de la mañana, me estoy muriendo de sueño y un desconocido toca mi puerta. Lo único que le faltaba a mi día, era que VI copiara mi ironía para hablar, y encima la usé en mi contra.
—Pues gracias, listilla— le respondo, sentándome en la cama y retirando el cabello de mi cara. —Que para la otra te pido también el número de teléfono para ver con qué me sales.
En dos saltos me planto frente a la puerta; sea quien sea el imbécil —O la imbécil—, voy a matarlo. Que ya luego no me puedo volver a dormir y habré desperdiciado una hora de sueño, justo esa hora que necesitaba para tener un buen día. Abro la puerta y pongo mala cara.
—Dame tres buenas razones para no plantarte este zapato en la cara— le digo, sosteniendo en alto la pantufla de nubes.
—Vaya— exclama, —que lo de tu mal temperamento no era una broma.
Él me lanza una sonrisa, y yo le devuelvo el gesto, pero completamente irónico.
Lo miro detenidamente. Es un chico alto, bastante alto, —Aunque claro, cualquiera mayor a un metro cincuenta y ocho centímetros, es como un gigante para mí— Ojos de un color Marrón claro. Lleva el cabello castaño liso desordenado, como si tan solo al despertar, hubiera corrido hasta aquí. Tampoco es como que se le vea mal, pero no sale de lo común; lo común dentro de BlackHand.
No sé si esto es como una fotocopiadora en mal estado, o reclutan chicos de países extranjeros en su mayoría. Allá fuera todos tienen el cabellos rubio en alguna de sus tonalidades; desde el amarillo patito, hasta un rubio ceniza; y si no tienen el cabello rubio, pues se lo tiñen; y así crean las combinaciones de intento europeo. En cambio aquí abajo parece que se reúnen todos aquellos que nacieron con el pelo de otro color, y que no se lo tiñen. Es como si de pronto, con tan solo pasar por la entrada de las puertas del hoyo, pasaras de Europa a América del Sur. Aquí tengo que ser una especie de fenómeno; junto con la diminuta UZI, Stinger y el imbécil de Tyler, que somos los únicos que llevamos lámparas como cabello.
Es difícil diferenciarlos a unos de otros si no los conoces; este tío tiene un poco de todos los chicos que conozco; podría ser Heckler, Koch o incluso hasta Blake.
—Si— termino —¿Me vas a decir ya que es lo que vienes a hacer? ¿Dónde están tus razones? Que no estoy bromeando.
Vuelvo a amenazarlo con la pantufla. No espero que le haga daño, obviamente, y tampoco quiero presumir que tengo un poco más de fuerza, —O que al menos ahora la ocupo— pero si no le hiere aunque sea un poco la cara, que al menos le dañe el orgullo y no me tome para broma.
—No tengo tres razones, si no que solo una— cierro los ojos e inspiro profundo. —¡Pero!— se apresura a decir. —Es que esta te va a encantar.
Estoy más que segura de que no he hablado ni una sola vez con él, por lo cual es muy difícil que sepa mis gustos. Por ello es que no le creo nada.
—¡Anda ya! ¿Y cuál es?
—Vengo para llevarte a la universidad; desde hoy eres libre de salir.
Tiene razón, su noticia me encanta. De pronto siento tanta felicidad que podría saltar sobre él, y abrazarlo mientras damos vueltas por todo el sexto piso.
Me da tiempo de prepararme mientras él se encarga de otras cosas y pasa a buscarme una hora más tarde. Vamos al piso siete, que esta sobre nuestras cabezas, pero no conecta con el hoyo, si no que con las salidas. En el estacionamiento me conduce hasta un Peugeot RCZ negro, y me abre la puerta para invitarme a entrar. Minutos más tarde estamos metiéndonos por la carretera para entrar a Dublín en dirección a la universidad. Así es como me doy cuenta de que BlackHand está más lejos de lo que creí cuando me trajeron aquí.
—¿Por qué tienes que ser tu quien me lleve?— le pregunto, mirándolo por el rabillo del ojo.
—Porque todos tienen sus propios trabajos. Hacer esto es parte de uno de los míos.
—¿Hacer de guardaespaldas de los nuevos?
—Hacer de guardaespaldas de cualquiera. Hoy me has tocado tu— odio la manera en la que me hace sonar, como si fuese el menú de desayuno.
—Ya, pero, ¿Para que necesito un guardaespaldas? ¿No se supone que para eso era el entrenamiento?
—No tienes uno, somos dos. Mi compañero está esperándonos allá— lo que me faltaba. Él se voltea un segundo a mirarme, con la luz del día me doy cuenta de que sus ojos son de un color miel más claro que los de Hellion. Luego vuelve a mirar la carretera. —No te dejarían salir a la primera sola.
—¿Ah no? ¿Y por qué?
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Editado: 02.12.2020