Periodista paranormal

Capítulo 10: La cueva de las manos

Aquella tarde Matías y Rodrigo emprendieron un viaje, que sin saberlo, cambiaría sus vidas para siempre. Los jóvenes avanzaron despacio por una pasarela que los guiaría hasta lo que en ese momento pensaron que eran los primeros vestigios de humanidad de todo el continente americano.

Si bien Matías había investigado bastante sobre aquel sitio antes de ir, fue un gran impacto ver con sus propios ojos las manos que parecían calcadas con angustia en la pared de piedra de la cueva. Una sensación extraña lo invadió, como si las manos no fueran la única huella de los seres del pasado que habían habitado ese lugar. Se preguntó si solo sería sugestión o si realmente habría fragmentos de almas en aquel fascinante y perturbador arte rupestre.

—¡No solo hay manos! También hay guanacos, armas y... ¿eso será el sol o un espiral? —preguntó Rodrigo emocionado, mientras tomaba más fotografías de las que Matías era capaz de contar.

El periodista no respondió. Había leído en internet que algunas de las manos tenían seis dedos. Era su deber encontrarlas y lo hizo.

—Sacá algunas fotos por acá —exigió Matias.

Rodrigo hizo lo que su amigo le pedía. Tenían que aprovechar que a esa hora y fuera de temporada no había nadie cuidando el lugar. Matías sabía que si los veían, iban a ser regañados no solo por haber entrado sin pagar entrada, sino también por tomar fotos con flash dentro de la cueva portadora de pinturas con más de diez mil años de antigüedad.

Matías acercó la luz de la linterna de su celular para inspeccionar de cerca las imágenes. La paleta de colores iba desde el rojo, ocre y amarillo hasta el blanco y el negro. Se preguntó cómo habrían resistido el paso del tiempo y solo por un momento se sintió insignificante. Como si su vida no fuera más que un parpadeo de un dios en los confines del universo.

—¿Habría personas con seis dedos? —preguntó Rodrigo sacando a Matías de sus pensamientos.

—Es posible, existen personas con seis dedos por todo el mundo. Incluso, hay una familia entera en Brasil en la que todos sus miembros tienen un dedo extra en cada mano y en cada pie. Aunque las teorías más populares apuntan a que todo está relacionado con extraterrestres. Algunos fanáticos de las conspiraciones lo relacionan incluso con las imágenes de la Capilla Sixtina en la que identifican a las personas con seis dedos con...

—¡Mirá esta mano tiene solo tres! O quizás sea un pie —interrumpió Rodrigo.

—Puede ser una pata de ñandú —sugirió Matías.

El fotógrafo se mostró algo escéptico ante la posible explicación y agregó:

—Si había personas con seis, lo más probable es que también hubiera personas que tuvieran solo tres. Mi abuela decía que una característica típica de los gigantes es que tienen un dedo extra.

—¿La bruja conoció algún gigante?

—¡No seas ridículo! Ya te dije que mi abuela no es ninguna bruja. Ni siquiera creo que haya participado en el robo de un banco. Solo le gusta inventar historias.

—Entonces, si le gusta inventar cosas, ¿qué te hace pensar que puede ser verdad lo de los gigantes?

—Ah, eso. Creo que lo dice la Biblia en alguna parte —explicó Rodrigo.

—Muy bien, pero no hay demasiada diferencia en el tamaño de las manos, así que a menos que hubieran atrapado a una cría de gigante, yo descartaría que fueran sus huellas —dijo Matías, para zanjar el asunto.

Los jóvenes salieron de la cueva con más preguntas que respuestas, pero también con una considerable cantidad de fotografías y de posibles historias que escribir. Tanto gigantes como extraterrestres, o incluso, seres divinos parecían explicaciones que los lectores de la columna de sucesos paranormales que llevaba, estarían encantados de aceptar.

Mientras bajaba por las escalinatas del sendero de madera, Matías iba alumbrando el camino con la luz de la linterna de su teléfono móvil. Cualquier paso en falso podría costarle la vida o, por lo menos, podría conducirlo hacia una dolorosa caída. Sin embargo, un resplandor que se mantuvo en el tiempo lo obligó a mirar hacia el cielo.

No podía dar crédito a lo que veía. Estaba estupefacto. Tanto que ni siquiera podía darse el lujo de sentir miedo.

—Lo estoy filmando. ¡Rápido! ¡Decí algo antes de que se vaya! —gritó Rodrigo.

—¿Qué? ¿Qué puedo decir?

—¡Cualquier cosa! ¡Estoy transmitiendo en vivo para una plataforma de videos en línea!

—Señoras y señores, fieles buscadores de la verdad... No puedo dar crédito de lo que ven mis ojos, pero ahora ustedes también lo están viendo. Era absurdo pensar que estábamos solos en el universo y hoy estamos, frente a frente, ante la prueba que siempre estuvimos esperando —dijo Matías improvisando lo mejor que pudo.

—¡Increíble! Hay más de setenta personas conectadas y van subiendo —susurró Rodrigo.

Aún más increíble que la cantidad de espectadores que tenían, era el objeto volador que se hacía cada vez más grande en el cielo nocturno. Matías pensó que era un plato volador tan estereotípico que si él lo viera en video pensaría sin dudarlo que se trataba de un montaje. Era enorme, cilíndrico y tenía espirales que brillaban como el sol. No podía evitar que le recordara a una de las representaciones de la Cueva de las Manos. En ese momento, una disparatada idea cruzó por la mente del periodista y decidió compartirla con el mundo:

—Hace diez mil años, vinieron a la tierra a compartir su sabiduría con nosotros. Hoy, tanto tiempo después, regresaron para ver los avances que hicimos.

El ovni se quedó fijo en el aire y surgió de su centro un rayo de luz. Matías observó cómo un trozo retorcido de metal oxidado ascendía con suavidad hasta desaparecer en el interior del disco.

—¡Ya casi hay quinientos usuarios conectados! ¡Una suscriptora me dijo que nos están compartiendo en varios canales!

Matías tragó saliva y continuó:

—Soy Matías Álvarez, periodista paranormal, transmitiendo por primera vez para el mundo un encuentro real del tercer tipo.




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