Pétalos.

Capítulo 10.

Michael mordía su labio inferior con fuerza, indeciso sobre si debía tocar el timbre de la casa de Chris. Se encontraba frente a la puerta de su amigo y no sabía qué hacer.

Había sido una decisión muy impulsiva. Se había visto solo en su casa, sin Arthur a la vista, y había decidido correr desesperado hacia la puerta y salir de ahí.

Hacía días que quería arreglar las cosas con él. Se habían estado ignorando en la escuela, aunque había descubierto a Chris mirándolo de reojo una que otra vez, cosa que aceleraba su corazón y sonrojaba sus mejillas.

Se sentía tan triste, tan enamorado...

Arthur había estado más controlador que nunca. ¿Cambios? Sí, claro. Había pasado sus días siendo atormentado por Arthur.

Si ya de por sí Michael se negaba a dormir para que Arthur no pudiera hacer nada, ahora lo hacía menos por las pesadillas que le había estado dando.

"Es tu castigo por haberme hecho enojar"

Ni siquiera había estado haciendo sus tareas; no estudiaba, no comía, no dormía. Su mente era completamente consumida por Arthur, por el pánico que sentía cuando lo veía. Porque su vida estaba siendo un asco gracias a él.

Se sentía muy mal, muy malditamente mal. Había empezado a llorar en el baño de la escuela cada día, rezando porque nadie estuviera escuchándolo. Saltaba sus clases solamente para seguir llorando. Quería morirse, si las cosas seguían así iba a terminar tan deprimido que ni siquiera se levantaría de su cama.

Ya había llegado muy lejos, se dijo. Sin pensarlo dos veces tocó el timbre antes de seguir llenándose de ansiedad.

Sintió sabor a sangre en su boca tras seguir mordiendo su labio. Iba a tocar por segunda vez, pero no fue necesario, la puerta se abrió rápidamente haciendo que se removiera donde estaba parado. Estaba nervioso.

Fue el padre de Chris quien le abrió la puerta. Esperaba que le pudiera abrir Chris directamente. Ese hombre era muy serio y le daba miedo.

—Buenas noches —habló Michael—. ¿Está Chris? ¿Podría verlo?

El hombre lo miraba desde arriba, era más alto que él —como la mayoría de las personas—. Pareció pensarlo unos segundos.

—No. Está castigado —respondió.

El corazón de Michael dio un vuelco. ¿Qué iba a hacer ahora?

No, yo necesito verlo. Necesito verlo ahora.

—Por favor, sólo será un segundo, es importante —pidió el menor sin que su voz se rompiera.

El hombre volvió a pensarlo otros segundos.

—Está bien —respondió al fin—. Está en su habitación.

Sin más, se apartó de la puerta y dejó que Michael entrara. Él susurró un pequeño 'gracias' y se apresuró a llegar a la habitación de su amigo. Conocía de memoria ese camino.

Volvió a dudar cuando estuvo frente a su puerta. Debía hacerlo, tenía que hacerlo...

Dio tres cortos toques con sus nudillos y, casi inmediatamente, recibió una respuesta.

—¿Sí? —escuchó del otro lado de la puerta.

La voz de Chris se escuchaba ronca y el corazón de Michael dio otro vuelco.

Sin volver a hablar comenzó a abrir la puerta lentamente, asomó su cabeza y vio a Chris concentrado en algún gordo libro que tenía sobre sus piernas.

Entró completamente, aún sin llamar su atención.

La habitación de Chris, pintada de blanco con muchas estanterías y cosas que hacían que se viera pequeña. La conocía como si fuera la suya. Había estado tantas veces ahí desde que tenía memoria, había dormido ahí, jugado ahí, estudiado ahí. Había empezado a sentir cosas por Chris ahí.

Se sentía bien verla de nuevo. Ver los grandes libreros llenos de (valga de redundancia) libros y cuadernos. Más libros sobre el escritorio. Michael pudo diferenciar, de entre todos los demás libros, a uno pequeño, de color morado, de poesía que él mismo le había regalado al mayor en su último cumpleaños. Recordaba cómo sus ojos habían tomado más brillo y le había sonreía. Nunca se había sentido más feliz.

Michael, personalmente, nunca había sido muy fanático de la lectura, no cómo Chris. Pero por él había escuchado por horas como citaba párrafos de los libros que le gustaban, como recitaba poesía y cómo usaba palabras rimbombantes para hablar sobre lo que acababa de leer. Y cómo ambos disfrutaban eso.

También reconocía cada una de las fotografías que estaban pegadas junto a la cama de Chris, en las cuales también aparecía el idiota de Jesse. Como la vez que habían ido a un concierto juntos y les había parecido divertido ponerse delineador en los ojos, así que tenían una foto de eso.

Habían, más que todo, fotos de Chris y Michael juntos, en todas las edades. Había una que Michael siempre se quedaba mirando fijamente, era una en la que Chris y él habían estado en una fiesta y se pusieron completamente ebrios. Había sido en casa de Jesse hacía casi un año y él había tomado las fotos. Esa noche también había sido la primera vez que se habían besado, había durado varios segundos y nunca más habían podido pararlo.

Obviamente la foto del beso no estaban en la pared, estaban entre algunos de los libros. Sólo era visible la foto de ambos sonriendo antes de que pasara. Antes de que todo empezara.

En ese momento estaba viendo a Chris con una camiseta simple y su ropa interior, dejando de concentrarse en su libro y mirándolo perplejo.

—Michael... —susurró y ser deshizo de sus lentes con rapidez.

¿Por qué haría eso cuando estaba con Michael?, se preguntaba. También había cerrado de golpe el libro y lo había puesto a un lado.

Michael no se permitió dudar o ponerse más nervioso, estaba en un lugar de confianza con alguien de confianza. Tenía que perder el miedo.

El menor caminó en pasos rápidos hacia la cama y se sentó junto a su amigo.

—Estás castigado —le dijo.

Fue lo único que se le ocurrió para que no fuera incómodo, aunque no sabía si lo estaba logrando.

El mayor, por su parte, sentía su corazón latiendo fuertemente y sus manos sudando, sólo porque Michael estaba ahí. Estaba sentado en su cama, junto a él; estaba sonrojado. No podía tener más ganas de besarlo.



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En el texto hay: fantasmas, amor lgbt, angst

Editado: 20.09.2020

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