Aura.
-Por fin en casa
Aura estaba de regreso, después de tanto tiempo fuera de su querido pueblo, aquel que la vio crecer cuentos recuerdos, cuantas aventuras... prosiguió a encaminarse hacia su casa, cruzando por el centro, pasando por la iglesia y enfrente de la secundaria, recordaba cuando estaba ahí con Rose.
Rosa era una chica a lo contrario de Aura, bueno en aquellos tiempos cuando eran unas chiquillas, estuvieron juntas en la primaria, la secundaria y para la preparatoria se separaron, cada una tomó sus caminos y en aquellos tiempos se veían muy poco, pero después ya no, Franco llegó y como pasó, todo lo arruino incluso la amistad con Rose quien le advirtió de él.
Pero Aura era inocente, no conocía el dolor de tener un corazón roto, confío ciegamente en Franco y pagó muy caro.
Durante su estadía con sus tíos, en en la costa, se la había llevado tranquilamente, había aprendido a sanar su corazón, no por completo pero al menos ya no dolía como antes.
Había acabado la preparatoria allá, ahora con 18 años recién cumplidos regresaba para estudiar la Universidad, mientras viviría con su mamá, un año después de que Aura se fue sus padres se separaron y ahora ella iría con su mamá.
Deseaba con toda el alma no encontrarse a Franco, bien había aprendido que su "nosotros" había acabado, no sabía que sentiría al verlo.
En la costa no amo a nadie, no estuvo con nadie, si bien Antua había sido un gran amigo, una gran ayuda, su corazón se negaba.
Ella había cambiado demasiado, ahora su cabello estaba más largo le llegaba a la cintura, estaba más blanca de su piel y claro como toda mujer, había unos grandes cambios en su cuerpo, ya no era aquella niña tímida y con pequeños rasgos de mujer, también había dejado de ser tímida y callada, tenía una seguridad enorme y no se dejaba doblegar, Antua le había ayudado en esos aspectos haciéndola más fuerte, más confiada.
Está muy agradecida con Antua, por todo lo que hizo por ella, estuvo ahí cuando lo extrañaba, cuando lo recordaba, la sostuvo y le ayudó a superar cada obstáculo y cada miedo.
No había ni rastro de su pequeña flor, había dejado de ser un capullo y había florecido, era una rosa hermosa.
El teléfono de la pelinegra brivo, obvia mente era un mensaje de Antua preguntándole se había llegado sana y salva.
Para él siempre iba ser esa niña que hacía el vano intento de ser fuerte y segura.
*¿Cómo estás enana, ya llegaste? *
*Si mamá Antua ya llegue, sana y salva, completita.*
*Chistosita, hablamos después, supongo que has de estar cansada*
*Jaja, Antua supones bien*
Se desconectó del chat y prosiguió a caminar directo a casa.
Aura se lamentaba tanto, pero tanto no haber hecho caso a cada advertencia que le habían dado sobre Franco, lo conocían todos, sabían sus mañanas y cada uno de sus problemas, no siguió consejos, le advirtieron que estaba por quemarse pero la fuerza de atracción era enorme que se cegó y lo defendió tanto, juraba que no era el monstruo que le describían.
Porque Franco es eso, un monstruo sin corazón, alguien que no conoce el amor, que solo sabe usar el cuerpo para su satisfacción nada serio, solo una noche, placer es lo único que obtendrás de Franco.... Amarlo significa que entregaras el alma al mismísimo diablo, sabes que te quemaras, te destrozara el corazón, te hará añicos, sabes que caerás y eso es lo que provoca, adicción.