¡Bienvenidos al país de nunca jamás! acérquense a jugar, acérquense a reír ¿Acaso desconfían? Todos somos felices, tu puedes pertenecer a este reino ¿Te da miedo? ¡No te preocupes si no conoces el camino! Las hadas te guiaran, solo camina hacia nosotros... Y no temas amiguito, todos aquí somos buenos- Hailey gritaba en la pequeña sala de estar, ahí montada sobre el sofá, desprendía alegría.
Peter no quería jugar.
Me encontraba sentado viendo caricaturas, tranquilo, demasiado tranquilo...
-¡Peter Pan! Ven a jugar- decía eufórica, llena de energía.
-Estoy ocupado Hailey- susurre.
La vi detener su baile, dejo de saltar, sus manos que anteriormente estaba sosteniendo una rama que simulaba una varita mágica, se encontraban vacías, me miraba fijamente.
-Pero...
Su labio inferior empezó a temblar mientras sobresalía de su boca, de un minuto a otro empezó a sollozar.
Cállate niña
-No llores Hailey- pedí sin mirarla, viendo fijamente la pantalla apagada del televisor.
Sentí sus pasos aproximándose, vi su pequeño rostro frente a mí, sus pestañas húmedas, sus mejillas coloradas... hipo nuevamente, tratando de llamar mi atención.
-Ya esta, ven aquí- dije con voz cansina.
Se sentó en mi regazo... apoyo su cabeza en mi pecho.
-¿Estas molesto conmigo? ¡Ya no me quieres!- dijo entre sollozos.
-No estoy molesto... solo-
-¿Ya no quieres ser Peter Pan?
-¿Peter Pan?- susurre confuso, hoy apenas recordaba nuestros nombres.
-¿Cómo puedes olvidarlo?- sus ojos lucían tristes, llenos de reclamo.
-Lo siento- vi sus ojos volverse cristalinos- Pero puedes ayudarme a recordarlo- dije abrazándola- ¿Cómo es Peter Pan?
De un momento a otro sonrió, vi algo, vi chispas que volaban sobre su mirada.
-Peter Pan hace todo lo que diga Tinker Bell, ellos se quieren mucho, son buenos amigos y van a vivir por siempre- susurro.
-¿Y quién es Tinker Bell?- Pregunte.
-¡Yo!- dijo alegre, sonriendo- Y tinker Bell pide que Peter le regale un beso de la amistad.
No me dio tiempo de pensar, de responder, cuando ya estaba juntando nuestros labios.
-¡Tinker Bell!- dije separándome rápidamente.
Su risa era tan infantil, ella era muy linda.
-¿Te ha gustado?- asentí inseguro- Bien porque quiero mas- dijo antes de besar mi nariz, mis mejillas...
Aun se encontraba en mi regazo, así que la abrace, decidí acariciar su lindo cabello, ella besaba mis labios, muy suave, muy dulce...
Pero de un segundo a otro ya no estaba, me sentí vacio, quería más de ella, así que abrí mis ojos... Fruncí el seño cuando me encontré a mi madre, ella la sostenía de la mano, su mirada era indescifrable, ¿Miedo?, ¿Enojo? No lo sabía.
-¡¿Pero que estáis haciendo?!- me miro duramente, vi sus manos temblar- No Peter, con ella no, ¡Ya es suficiente!
¿Con ella no? Pero...
-Es mi amiga- susurre, mirando mis manos, ¿Acaso no lo entiende?
En ese momento el cerrojo de la puerta principal comenzó a sonar junto con el tintinar de unas llaves, mi padre Kevin entro cargando un maletín, lucia cansado.
-Hola- saludo cauteloso, la postura rígida de mi madre lo alerto, el sabia que algo sucedía, ella aun no soltaba a Tiker Bell, la pequeña lucia asustada.
-Hola cielo- su voz era apenas un susurro, temblaba.
-¿Que sucede?-Me miro- ¿Qué ha pasado?
Mire a mi madre, ella me miraba con tristeza, con compasión, sonrió a medias, aun sin soltar a Tinker Bell miro a mi padre.
-Nada Kevin...
¿Nada?
Cierto, nada, porque aquel día, Peter tomo su medicina, Hailey estaba tranquila en el sofá y Jill mi madre, se encontraba ahí con nosotros, mirando la televisión, cuidándonos, esperando que mi padre llegara para cenar.
Jill nunca vio algo extraño, Jill lloraba por las noches, Jill escondía secretos...
¿Qué esperas que suceda al final del día cuando estas cansada de sostener un gran peso sobre tus hombros?
¿Nada verdad?
La bola de nieve seguía girando aun cuando el verano derretía las sombras del pasado, la gran montaña de nieve seguía creciendo.
¿Había tiempo de derribarla? ¿Era posible separarla en pequeños fragmentos?
Ahí estaba la señal de alerta...
Pero Jill dijo que nada sucedía.