Estábamos en vísperas de navidad, la nieve empezó a cubrir el pasto, la madera bajo la chimenea fue encendida, el ambiente lúgubre que destilaba la casucha era tan acogedor para mí, para mi mente, para ellos...
Calma, no escuchaba nada más que mi propia respiración, el vidrio de la ventada se fue empañando con el tiempo, con los días, pero yo seguía observando, yo seguía viendo las gotas caer.
De pronto un grito ahogado proveniente de la planta superior me hizo saltar del susto, antes de unir mis ideas me encontraba trotando hacia las escaleras. Al llegar descubrí que el llanto provenía de la habitación de mi madre, decidí acercarme, sin dudarlo abrí lentamente la vieja puerta de madera, ahí estaba mama, con Hailey en su regazo, llorando.
-¿Qué te sucede?- pregunte mientras caminaba hacia ellas, me arrodille frente a su pequeño rostro y tome su mano, Jill la aparto de mí, negó con su cabeza.
-Ella está pasando por una fase muy importante que tu no entenderías, déjala Peter-susurro mientras besaba la coronilla de su cabeza.
-¿Qué fase?- algo entre las sabanas blancas llamo mi intención- ¿Se ha lastimado? ¿Esa sangre es tuya Hailey?- la mire a los ojos, mi madre apretó los labios.
-Si- susurro hipando- No sé qué sucede Peter Pan- extendió sus brazos, quería que la sostuviera.
Mire de reojo a mi madre, su ceño fruncido y mirada afilada me advertían, me alejaban, Peter Pan no podía estar cerca, sin embargo me senté a su lado y la abrace, la consolaba.
-¿Qué paso?- escuche la voz de mi padre a mis espaldas, me tense y la aleje de mi, solo un poco...
-Hailey acaba de...- mi madre nos miro con duda, los dos estábamos expectantes ¿Qué estaba sucediendo?
Mi padre se acerco lentamente, sus ojos observaron la mancha entre las sabanas, el entendimiento lleno sus facciones.
-Bueno Jill tendrás que explicarle a la niña- dudo un poco- bueno ahora ya no tan niña.
Hailey se estremeció en mis brazos, sin dudarlo termino sentada en mi regazo, sentí la mirada penetrante de mi padre.
-Pequeña, ven baja de ahí- en el proceso el mismo la sentó en la orilla de la cama- hay un par de cosas que tienes que saber.
Jill la miro con una pequeña sonrisa mientras me apartaba, se situó al lado de ella, los dos la miraban con cariño, yo escuchaba recostado contra la ventana, algo me decía que debía alejarme de ella cuando mis padres estuvieran presentes.
-Mira pequeña- empezó mi madre- Hoy te has convertido en una señorita, ya han empezado a cambiar algunas cosas en tu cuerpo ¿Te fijaste en cómo han crecido ciertas partes de tu anatomía?... como tus senos- susurro esto último- tu periodo vendrá cada mes...-
Mi mirada viajo rápidamente a su pecho, por encima de su camisa no se veía nada pero... tal vez si tocaba un poco...
-¡¿Es algo malo?!- se apresuro a preguntar, sacándome de mis cavilaciones.
-No cariño, como lo he dicho, es algo normal... solo durara cinco días, luego se irá hasta el otro mes, en el baño deje todo lo que necesitas si quieres ahora mismo vamos para que te duches- acaricio su mejilla- así te explicare detalladamente algunas cosas que tienes que usar.
La vi asentir, mi madre le susurro algo a Kevin, este endureció el rostro mientras asentía, ambas salieron de la habitación... dejándome solo, con él.
Decido encaminarme fuera de la habitación, podía escuchar apenas los susurros, los siseos.
-Peter- su voz gruesa me detuvo- ven, necesito hablar contigo.
Tome asiento donde minutos atrás estaba Hailey y lo mire de reojo.
-No permitas que ella se siente en tu regazo- me apunto con el dedo- ambos están creciendo, esos comportamientos son inadecuados, siento que la hemos consentido demasiado, aun no entiende ciertas cosas pero pronto lo hará- esto último lo dijo para sí mismo- Ahora es toda una señorita y necesita respeto- me miro, asentí lentamente.
-¿Ella estará bien?-susurre.
-SI- me aseguro antes de salir de la habitación.
Sin embargo al caer la noche las estrellas difuminaban mis pensamientos, nada tenía sentido más que aquella pequeña entre mis brazos.
Porque las cosas que no podía hacer eran tan tentadoras, nadie nos miraba, solo el frio de la madrugada nos vigilaba, fría, hambrienta de calor. El mismo ardor que ella y yo creábamos bajo las sabanas, tan sincero, tan tierno... pasivo e inocente.
-Dijo que tenía que usar unas cosas extrañas- susurraba recostada contra mi pecho- es incomodo para mi Peter.
-Lo sé... pero ella dijo que era normal- acaricie su espalda- no pienses en ello.
Un silencio espeso empezó a manchar la habitación, solo el aullido de los lobos se escuchaban en la lejanía, estaba a punto de alcanzar el sueño cuando Hailey empezó a acariciar mi pecho, mis hombros, mi cara, mis labios...
Sin pretender algo más que cariño empecé a trazar círculos en su espalda.
-Peter...- susurro.
-Dime- iguale su tono.
No pronuncio palabra, sus acciones me dejaron claro lo que quería, entrelazo su pierna izquierda entre las mías, escondió su cara en la curvatura de mi cuello para empezar a trazar besos, como plumas iban y venían, algo cálido crecía, algo me incomodaba...