Aquella semana paso muy lenta para mí. Emilio era mi único amigo en la vida y por ello es que me sentí sola durante esos días.
Aldo se aparecía de vez en cuando a la hora del receso para pasar tiempo conmigo. Incluso intento llevarme a casa algunas veces, pero yo me negué del todo. Aldo estaba guapo, pero no era mi estilo convivir mucho con alguien que no fuese Emilio. ¿Era mi culpa el ser indiferente a los demás solo porque era una costumbre mía el estar aferrada a un solo chico?
Todos los días viajaba en metrobus hasta la escuela y no me sentía mal. Para ser sinceros, me gustaba viajar en ese transporte. Era cómo experimentar e imaginar muchas cosas mientras veía como los pasajeros abordaban el transporte bien inmersos en sus propios mundos. En lo personal, me sorprendía mucho ver cómo la gente estaba tan enfrascada en sus asuntos; la caballerosidad se había perdido y el respeto también.
Iba a la escuela, intentaba poner atención y al salir de clases, caminaba algunas cuadras para abordar el gusano gigante y poder regresar a casa. Revisaba mi blog, publicaba nuevas imágenes y recibía buena remuneración por ellas. ¡Tenía un trabajo sin que mis padres lo supieran! Ellos estaban tan concentrados en su trabajo que nunca tenían tiempo para mí. Lupita era la única compañía que podía tener en mi casa y eso si ella se aparecía en mi camino durante el día.
Un sábado por la mañana, Aldo vino hasta mi casa para intentar llevarme a su casa, quería que yo saliera de mi típica rutina de chica antisocial. Había estacionado su auto frente a mi ventana, me sorprendió verlo allí, parado, afuera de mi casa, mirándome con mucha atención, recargado contra el cofre del vehículo. Se había puesto un pantalón negro y una playera blanca. Lo invite a pasar.
—¿No te aburre estar encerrada en tu habitación? —Preguntó con mucha curiosidad.
¿Qué se suponía que debía contestarle? ¿Que debía decir para evitar sonar como una chica arrogante? No es que me gustara estar todo el tiempo a solas en mi habitación. Era muy simple que yo me había acostumbrado tanto a ser una persona distante, pensaba que la soledad abrazaba mejor que mil compañías y estar sola no me perjudicaba. ¿Lo puedes creer? No estoy diciendo que Emilio no contara como amigo para mí, yo sabía que él era y es un gran sostén para alguien como yo. ¡Pero en esos días no estaba mi Emilio! Y todo parecía ser diferente sin su compañía.
—¿Quieres hacerme compañía en mi habitación? Si piensas que es aburrido y tonto estar con una chica ermitaña, entonces, puedes irte. Agradezco el que hayas venido hasta aquí a saludarme.
Es increíble la sensación de sentirte acogida por el cálido afecto de una sola persona. Lamento decir que, hasta ese momento, ningún afecto me había envuelto en calidez, pues nadie, salvo el único Emilio que era parte de mi vida, resultaba ser aquella braza que me animaba a seguir con vida. ¡Él era mi calor en tiempos de frio!
—¿Me gustaría descubrir el "porque" de tu soledad? —La pregunta de Aldo me sorprendió.
Las partes de mi alma eran simples. Un poco confusas, pero siempre sinceras. Recuerdo que a los doce años me propuse que quería ser sincera con todos. ¿Lo logré? Bueno, ese siempre ha sido mi lema y siento que por ello Emilio es mi único amigo. ¡Solo he logrado abrirme con él! ¿Por qué no he podido abrirme con los demás? Creo que la confianza también es una muestra de cariño y mi cariño no tiene ganas de pertenecer a todo el mundo.
Aldo caminaba por mi habitación mirando con detenimiento cada fotografía de mi pared. No fui capaz de darle una respuesta.
—¡Oye! ¿Tú las tomaste? —Preguntó con una ceja curiosa—. ¡Son bastante buenas! Tienes talento para la fotografía, son realmente geniales.
Coldplay sonaba de fondo mientras yo le mostraba mi blog en Tumblr. Luego vio en mi estante, todos los libros parecieron sorprenderle porque, dijo que yo era la primera chica que conocía que le gustara leer tanto. ¡Como si eso fuese real! Seguro que Aldo conocía a un montón de chicas y sé que a algunas de ellas les gustaban los libros.
Se me quedó mirando. Sus ojos estaban brillando y el paliacate amarrado en su cabeza me recordó la vez en que lo conocí.
—Miranda, eres una chica única, ahora veo por qué te gusta estar en casa siempre. ¡Todo tu trabajo es increíble!
Asentí. ¿Qué sentiría él de estar conmigo? ¿Qué le transmitían mis fotografías?
Mi ejemplar de la guarida de las lechuzas estaba sobre mí escritorio.
—Me gustaría que leyeras esté libró —me sentí bien conmigo, tranquila y despreocupada—, es de mis favoritos.
Él extendió sus manos para tomar el impreso y nuestra piel se tocó. Su mano era suave, me ruborice un poco.
—¿De qué trata? —Me preguntó.
Aldo parecía ser un buen chico. ¡También era muy guapo! Aunque él era popular en la escuela, me sorprendió que estuviera aquí conmigo.
—Tienes que leerlo. Yo no te diré nada —dije en tono coqueto.
Después de comer, los dos regresamos a mi habitación. Él comenzó a leer el libro, se tumbó en mi cama y se acomodó entre algunas almohadas. Yo me puse a actualizar mi catálogo de imágenes.
Nunca había estado con chico que no fuese Emilio dentro de mí habitación, pero en ese momento, estar con él se sintió bien. Aldo se quedó dormido después de un rato. Tenía los párpados cerrados, su pecho subía, bajaba y su boca estaba entreabierta. ¡No podía desperdiciar el momento!
Aproveche para usarlo como modelo. Tomé un par de fotos con mi cámara instantánea, luego tomé varias fotos con mi Nikon. Las fotografías de Aldo habían quedado bien chidas, uno de los chicos guapos de la escuela estaba dormido en mi cama. ¡Que ardiente!
Eran las siete de la noche cuando se despertó. Le habían llamado a su celular. Se levantó de la cama, se estiró un poco, tomo el libro y su sonrisa se acercó a mí. ¡Yo estaba editando sus fotografías!
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Editado: 14.02.2024