Desperté a la hora de costumbre, seis en punto de la mañana. Me aliste para ir a la escuela y Emilio paso por mí a las siete.
—¿Cómo te fue? —Preguntó con cierta preocupación.
Él llevaba puesto su uniforme, su cabello algo alborotado y sus ojos, sus bonitos ojos le hacían ver muy guapo.
—Todo fue normal. Pude dormir bien y me siento demasiado genial —dije con una gran sonrisa.
Emilio se me quedó mirando un poco extrañado. ¡Mi positivismo no era normal!
—¿Saliste por la noche?
Yo llevaba el pelo suelto. Me había puesto un poco de brillo en los labios y enchine mis pestañas.
—Mi papá nos llevó a cenar a un Toks. Estuvo bien —dije—. Tenía años que no salíamos a cenar los tres juntos y bueno, con compañía. ¡Ya sabes!
The Drums sonaba en el estéreo del Jetta de Emilio.
—Me da gusto por ti —sonrió mientras conducía.
El tiempo parecía pasar lentamente, estar con Emilio era una de las mejores cosas de mi vida. ¡Sera muy afortunada la chica que logre atraparlo!
En la escuela todo indicaba ir bastante bien. Matemáticas, química, historia y todas las demás materias. En el almuerzo comí papas fritas y un refresco de manzana. Esta vez no me senté en las gradas del campo deportivo, me quedé en una de las mesas de la cafetería.
Laura, la chica sonriente, se unió a mi mesa y las dos compartimos el almuerzo.
—¿Y cómo te fue con la idea del buzón madre? —Me preguntó ella.
Ella había trenzado su cabello, su tez es de color claro y sus pestañas son rizadas.
—Pues la verdad, me fue bien. Emilio también me ayudará a ser cartero… —le expliqué mi idea. Para el buzón madre tendríamos que instalar cinco tiras de hilo en un muro, obviamente, en el aula del taller. Conseguí pinzas de madera pequeñas para sujetar las cartas a las cintas. Tendríamos una mesa donde juntaremos toda la correspondencia, por turnos, dos chicos se encargarían de clasificar las cartas en la pared de hilos. Son cinco tiras de hilo por qué habrá cinco parejas de carteros, los cuales, como bien lo dice su nombre, repartirán la correspondencia al destinatario—. ¡Y listo! Espero que está idea tenga éxito.
—Suena genial —dijo Laura después de morder una manzana—, ya espero a que esto se ponga en marcha.
Al finalizar el receso, ella y yo caminamos hasta el salón del taller. El profesor Édgar estaba de pie frente al pizarrón. Llevaba puesta una camisa de cuadros, un pantalón negro y unos tirantes.
—¡Ya llegamos profe! —Saludó Laura.
Él se giró a mirarnos, tenía unos lentes en el rostro y una barba bien poblada que acompañaba a su mostacho. ¡El maestro estaba guapo!
—Hola señoritas. Pasen —hizo una pausa, cerró el marcador con el que estaba escribiendo—, ¿todo listo?
—Estamos listas.
La clase inicio. Cada quien empezó a trabajar sobre su asignación, yo me encargue de escribir en el pizarrón todo el plan. Laura estaba con Paola y un grupo de chicas terminando de fabricar los buzones. Jared se encargaba de la publicidad junto con otros compañeros.
—¿Necesitas ayuda? —Me preguntó el profesor. Yo estaba a punto de pegar las tiras de hilo en la pared.
—Sí, bueno. Necesito instalar el buzón madre —le dije.
El profesor comenzó a ayudarme. Tomó una silla de trabajo y la ocupo para llegar lo más alto posible. Le expliqué como debían ir las tiras de cuerda y así las fue pegando; desde el techo y cada cuerda caía hasta el suelo.
—¿Creé que funcioné todo esto? —Le pregunté al profesor.
Se me quedó mirando, parecía pensar en algo.
—Sí. Me parece que es una buena idea —sus labios formaron una sonrisa.
Justo en ese momento, Jared terminó de hacer la publicación. Un par de compañeros fueron a la oficina del director y pidieron que se transmitiera el anuncio del correo anónimo.
“¿Quieres decirle a tu crush que lo amas? ¿Te da miedo a que rechace tus sentimientos? No te quedes pensando en el que será, intenta decirle lo que sientes de forma anónima. Sigue los siguientes pasos: Uno, escríbele una carta. Dos, deposita tu mensaje en uno de los diez buzones que se han instalado aquí en la escuela. Tres, el taller de lectura se encargará de entregar el correo a tu susodicho o susodicha. Cuatro, el miedo se te ira cuando sepas que tu crush sabe lo que sientes. ¿Que estas esperando? Tú eliges si deseas firmar con tu nombre o si prefieres omitirlo. ¡Ponte a escribir cartas anónimas!”
Terminé de guardar mis cosas, todos ya se habían ido del salón. Esta vez Laura no insistió en platicar conmigo. Se fue por qué tenía unos pendientes que hacer con su madre. El profesor estaba limpiando el pizarrón.
—¡Hasta mañana Maestro! —Dije a punto de salir del salón.
Él se giró a mirarme. Sostenía el borrador con la mano derecha.
—Miranda, ¿tienes un segundo?
El botón que estaba en medio del cuello de su camisa, estaba abierto. Vellos negros salían de la tela. Me acerqué a él.
—¿Ocurre algo? —le pregunté. Su mirada estaba puesta en mí.
—Quiero felicitarte por tu idea del buzón, realmente me parece una gran oportunidad de promover lo clásico —dijo con una sonrisa en el rostro.
—Gracias, espero que funcione —me encogí de hombros.
Asintió. Sus ojos eran grandes con unas pestañas bien rizadas y sus cejas bien pobladas.
—Por cierto, ¿eres fotógrafa?
Su pregunta me sorprendió. ¿Cómo había llegado a esa conclusión de mí?
—Pues leve. Así que digamos, una fotógrafa profesional, no, pero lo intento.
Suspire. Él parecía tener curiosidad con mi respuesta. Saco su celular del bolsillo, desbloqueó la pantalla y su pulgar parecía buscar a toda velocidad.
—¿Eres arroba saturnsaudade? —me preguntó mostrándome un perfil en Instagram.
¡Sí! Era mi perfil anónimo << aparentemente >> que enlazaba a mi Tumblr. Tenía tres cantidades junto a mi foto. Ciento cincuenta publicaciones. Treinta mil seguidores y doscientos seguidos.
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Editado: 14.02.2024