Segunda parte
INEFABLE
ONCE
Al llegar a la escuela no me sentí sorprendida por la mirada de algunos estudiantes. Las chicas, los chicos, me veían, murmuraban cosas y de momento me odiaban. ¡Me mostraban su desprecio! ¿Por qué se habían tomado tan a pecho los rumores de un chico tonto?
Tomé mi clase de lengua, matemática y química. Los chicos seguían repartiendo el correo y los destinatarios siempre se emocionaban cuando una carta les llegaba. Yo comencé a recibir varias cartas y notas pequeñas, la mayoría eran insultos o cartas pervertidas de algunos chicos.
¿Alguna vez te acosaron? Pues cuando alguien te haga sentir indefenso es cuando más tienes que estar completo. ¡No hagas caso a los comentarios negativos!
—¡Zorra! —Me gritaron.
Era increíble como el rumor de un chico popular me estuviera arruinando la felicidad. ¡No seguiría aguantando sus porquerías!
—¡Te dicen en las noches! —le respondí al chico.
Sus amigos se empezaron a burlar de él. Caminé al salón del taller.
Jared estaba ahí, me acerque a él.
—¡Hola! —Sonreí.
—¡Hola Miranda! ¿Cómo estás? —Me preguntó.
—Todo bien, gracias. ¿Cómo estás tú?
—¡Aún con vida!
—Eso es estupendo, que bueno, me da gusto verte bien vivo.
Reímos.
—¿Te importa si te ayudo con eso? —Le pregunté.
Asintió. Él tenía varias cartas entre sus brazos.
—¡Para nada! Necesitamos entregar muchas cartas. Un poco de ayuda me vendrá bien.
Debido a que la graduación se acercaba muy rápidamente, parecía que todos estaban muy interesados en escribirles a los chicos y chicas de sexto semestre. Jared y yo, repartimos varias cartas en la cafetería, en el patio de la escuela y, en varios salones tuvimos que interrumpir algunas clases. Regresamos al salón del taller y Édgar estaba ahí, mirando y acomodando las cartas en el buzón madre.
¡Mucho trabajo!
—¡Hola! —Nos saludó él.
Yo sonreí casual y Jared solo hizo un ademán.
—Son muchas. ¿No creé? —Le preguntó Jared.
Édgar asintió. Sus labios se curvaron en una sonrisa.
—A todos les ha encantado está idea, incluso, algunos profesores han pensado en poner un buzón en la dirección.
Eso me hizo sentir bien. Una idea mía estaba teniendo tanto éxito.
—¡Estaría padre que los maestros se intercambiarán notas de amor! —La voz de Jared me hizo sentir emoción.
El timbre sonó. Las clases de hoy habían terminado para todos. Los demás chicos no tardaron en entrar al salón para recoger sus cosas, vi a Laura, pero, su mirada era sería, una mirada de rencor conmigo. ¡Parecía que la chica me despreciaba por completo!
Mi móvil vibro en ese momento.
Manuel: ¡Hola Miranda! ¿Cómo estás? Tuve que regresar un tiempo a Zacatlán, espero regresar pronto. Ya no te pude avisar y tampoco te pude ver. ¡Me divertí mucho el otro día! ¡Gracias! Espero verte pronto.
Cuando terminé de leer el mensaje, no supe que hacer. Me quedé estática unos segundos, mis pensamientos se centraron en la plática con Carla y en todos los sucesos de mi enamoramiento con Manuel. ¿Te enamoraste alguna vez de alguien que no te correspondía? ¿Cómo te sentiste?
—¿Está todo bien? —La voz de Édgar me hizo volver al salón de clases.
Apague la pantalla.
—Sí, todo bien gracias.
Asintió.
—He elegido algunas fotografías tuyas para el proyecto, realmente son muy buenas.
—Qué bueno que te gustaron, espero que cumplan bien con tu proyecto.
—Por supuesto, ya casi está terminado. Lo publicaré en unos días. Mi celular volvió a vibrar.
Manuel: Me gustaría que vinieras un día. ¡Hay cosas que necesito decirte!
¿Y qué cosas necesitaba decirme? Me desconcentre un poco.
—¿Todo bien? —Volvió a preguntar Édgar.
Quizá mi rostro reflejaba toda esa confusión de sentimientos que yo misma no había descubierto hasta ese momento.
—Sí, todo va bien.
—Tienes el brazo con heridas.
Mi suéter se había levantado dejando desnuda mi muñeca y más de mí.
—Si lo sé, no es nada grave, paso algo en casa.
No iba a profundizar en detalles sobre mis problemas de casa con mi profesor. Además, una parte muy dentro de mí, sentía incertidumbre por los mensajes de Manuel.
Me despedí de Édgar, tomé mis cosas y salí del salón. En el pasillo aún había algunos chicos. Baje las escaleras y justo al pasar por la puerta del auditorio, él me jalo hacia dentro. Su mano apretó mi muñeca, sentí un ardor en mi piel herida.
—¡Pensé que no volvería a verte!
Aldo me había soltado, estábamos parados, mirándonos. Yo tenía muchos pensamientos que no estaban tan claros.
—¿Cómo estás? —Preguntó.
Su pregunta tan absurda me hizo reír por dentro.
—Creo que tú debes saber cómo estoy, después de todo lo que has dicho de mí.
Bajo la mirada. Apretó los dientes, su mandíbula se marcó. Sus cejas se arquearon.
—¡Solo dije lo que pasó! —Dijo en tono candente.
—Dijiste lo que creíste que pasó, pero no pasó nada entre tú y yo.
—Miranda…
No tenía caso estar hablando con un tipo como él.
—¡Tengo que irme! —Me dispuse a salir.
Pasé junto a él, di un paso y su mano me detuvo.
—¡Te deseo Miranda! —El tono de su voz era el mismo que el de la fiesta.
—¡Pues yo no! —Jalé mi brazo para deshacerme de su agarré.
Caminé para salir del auditorio, Aldo venía detrás de mí. Sus manos se acercaron a mi cintura y mi molestia se hizo presente, me gire a darle un golpe en la cara.
—¿Que está pasando aquí? —La voz de Édgar me hizo sentir a salvo.
—¡Todo está bien profesor! —Dijo Aldo acomodándose la rabia.
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Editado: 14.02.2024